Arrecifes artificiales para contener la fuerza de las olas contra las playas valencianas
Valencia y otros ayuntamientos reclaman al Ministerio de Transición Ecológica la creación de estas barreras para intentar frenar la fuerza de las olas y evitar la regresión de la costa
La arena se ha convertido en un bien preciado en la costa valenciana. Alrededor de un 70% de las playas se encuentra en situación de regresión, según coinciden el catedrático de Ingeniería de Costas la Universitat Politècnica de València (UPV) José Serra y el estudio Crisis a toda costa 2024, de Greenpeace. Hasta el momento, la solución habitual ha sido rellenar con más granos las zonas exiguas, como ocurrió en octubre del año pasado con el traslado de tres millones de metros cúbicos a la zona de Pinedo y El Saler para ampliar la línea costera, pero es un parche temporal que se resiente a medio plazo, según varios expertos consultados. Ante esta situación, hay una posible alternativa que emerge con fuerza: los arrecifes artificiales sumergidos para minimizar la energía de las olas.
La alcaldesa de Valencia, María José Catalá, ya deslizó a mediados de agosto el interés de su gobierno en colocar arrecifes artificiales en las playas del sur para evitar el impacto de futuros temporales. Y la semana pasada se reunió con especialistas de la UPV para impulsar un proyecto piloto, encabezado por José Serra, en la playa de la Garrofera, situada en la zona norte del Parque Natural de la Albufera, y comprobar la efectividad de la medida. Queda convencer al Ministerio de Transición Ecológica, de quien depende la Dirección General de Costas y Medio Marino —órgano que decide cada actuación realizada en las playas—, que de momento se muestra reticente a aplicarlos de forma generalizada por el coste económico y la falta de estudios sobre la idoneidad de su implantación, según han respondido por correo electrónico.
La capital autonómica no ha sido la única; varias asociaciones de distintos municipios, bajo el paraguas de la organización Somos Meditarrania —que defiende la protección de los bienes naturales, culturales y urbanos del litoral mediterráneo español—, reclaman la creación de estas barreras artificiales para contener la regresión de las playas en sus localidades.
La regresión de las costas valencianas se debe, principalmente, a la mezcla de tres factores: la falta de aportación de sedimentos de los ríos, que quedan retenidos en los embalses; el impacto de las construcciones humanas, como los espigones o los puertos, que bloquean el reparto de norte a sur; y el incremento de la fuerza de los temporales y del nivel del mar a causa del cambio climático, según coinciden los expertos consultados. Son tres causas difícilmente reversibles, por lo que el objetivo es encontrar una fórmula para retener la arena. Y aquí aparecen las barreras marinas creadas por la mano humana.
Un arrecife artificial es una estructura sumergida en el fondo del mar cuyo objetivo es imitar las funciones de uno natural. No solo se utilizan para proteger la arena, sino que también sirven para atraer vida marina y fomentar actividades como la pesca o el buceo acuático. Tradicionalmente estaban formados por piedras o sacos de cualquier fibra, aunque cada vez más se usa hormigón poroso, según Agustín Sánchez-Arcilla, ingeniero marítimo y coordinador de Rest Coast, un proyecto de la Unión Europea que trata de restaurar con soluciones lo más naturales posible la zona costera.
La construcción de estos bloques, según explica Serra, sirve para aminorar “la energía de las olas y, en consecuencia, para reducir el arrastre de arena”, que en el litoral mediterráneo se produce de norte a sur. La catedrática jubilada de Geografía Física Eulàlia Sanjaume considera que es una opción adecuada para fomentar la supervivencia de las playas, aunque advierte de que “no es suficiente con un único arrecife”. “Se deberían crear múltiples a diferente altura y profundidad para que la ola vaya rompiendo y frenando. Si no, será como hacerle cosquillas al mar”, razona. Una posición con la que coincide el director de Rest Coast, que insta a las administraciones a colaborar conjuntamente. “Si solo se estabiliza una playa, posiblemente la que esté adyacente tendré problemas”, comenta.
Playas sin arena
Cuando Amparo Peris echa la vista atrás, hasta su infancia, recuerda la playa de Corinto, perteneciente a Sagunto, con “montañas y montañas de arena”. La imagen actual es completamente distinta. Los granos se han convertido en piedra; la caseta del socorrista ha retrocedido decenas de metros para no ser tragada por el agua y si se avanza dos metros dentro del mar, el agua ya cubre hasta el pecho.
Vecina de la localidad valenciana y presidenta de la asociación vecinal Almardà, Corinto y Malvarrosa, en defensa de las playas, Peris explica que, más allá de los efectos del cambio climático y de la construcción de puertos hace décadas, la regresión se acrecentó en 2021. Tras el temporal Gloria, que en 2019 arrasó buena parte de la costa valenciana, la playa de Almenara, al norte de las de Sagunto, quedó gravemente afectada. “Centraron los esfuerzos en recuperar la de Almenara y, para ello, trasladaron arena de la de Corinto, donde ya escaseaba, y construyeron cuatro espigones que bloquean el arrastre natural de norte a sur”, explica con lamento Peris a la vez que muestra imágenes y vídeos del trasiego de camiones.
Ante la esmirriada imagen que proyecta Corinto en la actualidad, la asociación reclama una doble actuación. “Primero, que nos devuelvan la arena; luego, que instalen arrecifes artificiales para bloquear la pérdida”, resume Peris. La primera demanda se prevé que se cumpla en 2025, según estima la asociación vecinal, ya que el proyecto está elaborado y en la página web de Costas aparece como “próxima realización”, a falta de la evaluación ambiental.
La preocupación es común a otras localidades de la comunidad autónoma, según el portavoz de Somos Mediterrania Javier Cremades, que incide en la escasa utilidad a medio plazo de rellenar con arena. “El efecto erosivo continuará y tendremos un nuevo retroceso dentro de unos años. Hay que atacar el origen del problema y no solo poner parches”, esgrime. Cremades opina que los responsables de impedir la llegada de sedimentos de los ríos y los que “generan negocio” con los puertos son quienes deberían “pagar los costes” de la regeneración del litoral.
El caso de las playas del sur de la capital es paradigmático. La unión de los tres principales factores provocó la pérdida del 70% de superficie en los últimos 30 años, según un estudio de la Universidad de Valencia, hasta dejar la playa en menos de 30 metros en algunos tramos. Así que Costas decidió trasladar casi tres millones de metros cúbicos extraídos de un yacimiento submarino a unos 20 kilómetros de Cullera para estirar la línea de costa hasta los 120 metros, aunque se prevé que se reduzca hasta 75 con la acción natural del viento y del oleaje. Todo en una inversión que ronda los 28 millones de euros.
Los expertos coinciden en que, sin otras medidas que ejerzan de barrera, a medio plazo se repetirá el problema. “Actuar sobre la zona donde ponemos la toalla es tirar el dinero; hay que incidir en la parte sumergida”, considera Sanjaume, y Serra añade que “es pan para hoy y hambre para mañana”.
El Ministerio de Transición Ecológica argumenta que, en cada zona, se elaboran “proyectos que analizan las posibles alternativas” y que se elige la más adecuada “según criterios ambientales, económicos y sociales”. Además, considera que “el uso de estructuras sumergidas exentas no se encuentra tan avanzado como el de otras técnicas más consolidadas”, pero se muestra abierto a estudiarlo de cara al futuro.
Más allá de la creación de los arrecifes artificiales, las dunas son otro elemento a tener en cuenta para proteger la costa, menciona Sánchez-Arcilla. “Son barreras parciales que ayudan a una erosión menor y evitan que se inunde la zona”, expresa. Dunas que, en la costa de Corinto, también han desaparecido. “Solo queremos que nos devuelvan nuestra playa”, sentencia Peris.
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