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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mónica y la dignidad

Escuché decir a Oltra que algunos se creían que las instituciones eran su cortijo, y que, a quien viene del Pueblo, nadie le hace bajar la cara

Mónica Oltra en una imagen de 2022.
Mónica Oltra en una imagen de 2022.Juan Carlos Cárdenas (Efe)
Jordi Sarrión-Carbonell

Nací y me crié con gobiernos del Partido Popular en mi pueblo y la Generalitat, los únicos que vivencié desde que iba en pañales hasta que prácticamente cumplí los dieciocho. En aquella época de mayorías absolutas, recuerdo que el exalcalde de mi pueblo usaba la palabra “aeó” en los Plenos para cambiar de tema. Como decía mi tía, eran “los que tenían que ganar”, y no parecía que hubiese alternativa posible. Yo, que soy hijo único y vengo de una familia en la que siempre se ha hablado de política con naturalidad, desde pequeñito normalicé las conversaciones “de mayores”. Sin saber apenas leer, reconocía los nombres de todas las marcas que aparecían anunciadas en la entrada de València y mi maestra de Infantil se quedó flipando cuando pronuncié la palabra “aerotransbordador” con cuatro años.

Recuerdo, en aquellos eternos 2000, los domingos en la casa de mi abuelita. Días en los que, después de que me dejaran ver los dibujos, poníamos el informativo (¡y el tiempo!) de Canal 9 mientras comíamos cocido. A mí no me gustaba demasiado, la verdad. Mi abuela me enseñó a echarle un poco de queso de untar al caldo, y así fue como empecé a disfrutar del cocido de los domingos. Un día, mi familia decidió cambiar de canal, y empezamos a ver los informativos de Televisión Española. Tras preguntarle por qué el hombre del tiempo ya no hablaba en valenciano, mi madre me dijo que estaba muy enfadada, porque en la tele de todos los valencianos había una parte de la sociedad que no aparecía nunca. “Nos han robado la tele”, me dijo.

En aquellos años, vi por primera vez a Mónica Oltra a través de una pantalla. Después vino la Primavera Valenciana, y la escuché decir que algunos se creían que las instituciones eran su cortijo, y que, a quien viene del Pueblo, nadie le hace bajar la cara. Entonces, fui consciente de que una parte de los valencianos habíamos vivido con la cara agachada. Después de aquello, vendrían el cierre de Canal 9, las duras consecuencias de la crisis, el 15M… Y mi primer blog, que monté en mis ratos libres en tercero de la ESO. Lo llamé “La justicia es muy injusta”, y así fue como empecé a jugar a ser periodista. Años más tarde, recuerdo que aquella Mónica que salía en la tele con sus camisetas reivindicativas se había convertido en la vicepresidenta de la Generalitat. El Presupuesto en Servicios Sociales había aumentado un 200% y al piso de mi pobre abuela Maruja, que murió sin cobrar la dependencia, había llegado una carta firmada por Mónica Oltra para pedirnos disculpas y reparar el daño.

El Jordi de 15 años, que no tenía comentarios en su blog y pilló a su padre redactándole uno con un nombre falso, ni siquiera podía imaginar que, en el 2017, le recibiría la vicepresidenta de la Generalitat en su despacho para hacerle una entrevista. Recuerdo que le pregunté si les había faltado “vender” mejor sus políticas, y me dijo que mejor hacer que vender. Yo me quedé pensando, impactado por aquella respuesta, y llegué a la conclusión de que, en este mundo de pantallas y burbujas digitales, tan importante es lo uno como lo otro. Y esto me llevó, paradójicamente, a adentrarme en la comunicación política. En 2022, el mundo se volvió un lugar un poco más feo, y Mónica Oltra tuvo, injustamente, que dimitir. Meses más tarde, el caso ha sido archivado y su silencio demostró la altura de su dignidad. Y es que, como decía Marco Aurelio, “la mejor venganza es ser diferente a quien te causó el daño”. Gràcies per la dignitat, no oblidarem.

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