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Jesús, exgerente comercial que vive en la calle: “No sabes adónde ir ni qué hacer”

Una noche con las personas sin hogar y los voluntarios de la Fundación Conciénciate en el barrio Carrús de Elche, uno de los más pobres de España

Amira y Hakim, argelinos de 22 y 23 años, que utilizan el albergue, que también cuenta con un espacio para los animales domésticos.
Amira y Hakim, argelinos de 22 y 23 años, que utilizan el albergue, que también cuenta con un espacio para los animales domésticos.JOAQUIN DE HARO RODRIGUEZ

Poco antes de las 20 horas, algunas personas aguardan en la calle hasta que el centro de pernocta de la Fundación Conciénciate de Elche, ubicado en un polígono industrial, abre sus puertas. El termómetro apenas marca 10 grados. Las temperaturas han caído en los últimos días en la ciudad por debajo de los cinco grados, por lo que el Ayuntamiento, en coordinación con las entidades sociales del municipio, ha puesto en marcha un dispositivo de frío para atender a las personas sin hogar. Según el último estudio realizado por las diferentes organizaciones y la concejalía de Acción Social, en Elche hay un total de 96 personas en situación de calle. En su mayoría son hombres de origen español que se ubican, sobre todo, en las zonas de Palmerales o Carrús, considerado como el barrio más pobre de España por la Agencia Tributaria y su renta per cápita.

Jesús lucha por no perder la esperanza. Lleva en situación de calle un año y medio. Se quedó sin trabajo como gerente comercial y, aunque se ha ido “apañando”, a partir de la pandemia le costó reengancharse a la vida laboral. Además, tiene una discapacidad visual del 48%, es asmático y apenas puede utilizar la mano izquierda. Aun así, sigue echando currículos, pero considera que “entrar en la vida laboral a los 58 años, cuesta”. Durante el día cuida de un compañero que también está en situación de calle; sin embargo, su día a día se hace “muy pesado”. Explica que “no sabes adónde ir, no sabes qué hacer. Vives 24 horas en la calle, pero no tienes ni un momento para poder descansar en condiciones y descansar la mente. Se pasa bastante mal”. Y aunque se encuentra en esta delicada situación, Jesús no quiere recurrir a sus familiares para no preocuparles. “A lo mejor ellos también lo están pasando mal. A lo mejor me pueden ayudar dos o tres días, pero no pueden ayudarme más y luego se van a quedar mal porque saben que estoy en esta situación. Ellos siempre me han visto capacitado”.

Ramón, uno de los usuarios del albergue.
Ramón, uno de los usuarios del albergue.Joaquín de Haro

El centro de pernocta de la fundación, puesto en marcha a principios del mes de diciembre con la colaboración de varias empresas privadas y el propio Ayuntamiento, ha habilitado sus 48 camas para atender a las personas sin hogar del municipio para que puedan refugiarse de las bajas temperaturas. Inicialmente, el centro está destinado a atender a las personas que son derivadas por parte de los servicios sociales del Consistorio ilicitano. Según explica el presidente de la organización, Gorka Chazarra, tienen en estos momentos reservadas algo más de una veintena de plazas por personas en riesgo de exclusión social, a las que durante un plazo inicial de seis meses se les facilita el acceso a los técnicos de integración social para favorecer su reinserción. Chazarra insiste en que este recurso “está destinado a lograr su retorno al mercado laboral o para que puedan acceder a una cobertura más específica”. En definitiva, “un medio para sacar a las personas que están en situación de calle”, apunta el presidente de la entidad.

Chazarra asegura que el perfil mayoritario se sitúa en la franja de edad de 20 a 27 años. “Hay personas jóvenes que han tenido dificultad de acceder a la vivienda o que han salido de un centro de menores y no han tenido un recurso. La mayoría de situaciones son por falta de apoyos familiares y económicos”, apunta. Es el caso de Hakim y Amira. Son argelinos. Tienen 23 y 22 años, respectivamente. Ella lleva en España en torno a cuatro años. Él solo dos, pero ha vivido anteriormente en Francia y el Reino Unido, donde ha trabajado como rider. Además, tiene idiomas. Cuenta que sabe cuatro lenguas: árabe, francés, inglés y español. “Lo he aprendido en la calle, con la gente”, aclara. En Elche, vivían en una casa, pero no podían pagar el alquiler, por lo que el dueño les echó. Además, llegan al centro con su gato Pisu, que duerme en la zona habilitada para animales. “Estará conmigo hasta la muerte”, sentencia emocionado. Amira asegura que quiere trabajar. Está haciendo un curso de auxiliar de almacén y carretilla. “Cuando lo termine empezaré a trabajar para ganar algo de dinero y conseguir nuestro sueño”. Su deseo es comprarse una caravana y recorrer el mundo. Porque para ellos, esta situación que están atravesando forma parte de la vida. “Creemos en Dios. En la vida hay momentos malos y buenos”, añade ella. Por las mañanas se van a la playa porque están “en situación mala, pero no triste. Cuando la persona está triste no se puede hacer nada”, aclara Amira.

El centro tiene un carácter de baja exigencia. Está abierto a personas que arrastren alguna adicción, siempre que no consuman en las instalaciones ni perjudiquen al resto de usuarios y usuarias. La trabajadora social de la fundación, Sonia Agulló, indica que primero se les recibe y se les pregunta cómo han pasado el día. “Es una personalización que les encanta. Les preguntamos qué necesitan, te cuentan sobre su vida y se les hace sentir como en casa”. De hecho, en Navidad se han hecho talleres de pastas navideñas, cinefórum o juegos de mesa “para que se puedan relajar y disfrutar del dispositivo y que no sea solo cubrir sus necesidades básicas”.

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Estefanía acude a la fundación porque quiere recuperar a sus hijos que viven con su padre en Ecuador. Tiene 30 años y su problema llega, asegura ella, al volver a España cuando una mujer la estafa. Toda la vida ha vivido en Ecuador, aunque es de Alicante. Ahora se siente mejor en el albergue que con su propia familia. “Mi familia no me sirve de nada”, remarca. Por su parte, Joaquín lleva más de un año en la calle por problemas económicos. Explica que “nadie te aguanta si no estás bien”. En este sentido, apunta que el sinhogarismo “es una situación dura, pero te acabas adaptando”. Ahora sobrevive de pedir con un vaso en la iglesia. Añade que “la gente ayuda, pero se agradecería más”. Sobre esto, Jesús insiste en que “no es la gente la culpable de que no haya ese apoyo”, porque en algunas ocasiones ha visto cómo han comprado alimento a alguno de sus compañeros y luego lo han tirado. “Están escarmentados y prefieren hacer las donaciones a una ONG”.

Manuel vive en un coche en Elche, donde recibe alimentos y ayuda.
Manuel vive en un coche en Elche, donde recibe alimentos y ayuda.Joaquín de Haro

Y aunque todavía el centro de pernocta cuenta con camas libres en los dos módulos: el de hombre y el de mujer; hay algunas personas que prefieren continuar en la calle, a los que la fundación lleva la cena caliente los fines de semana y durante todos los días con este dispositivo de frío. Es el caso de Manuel, de 56 años, que vive en un coche con sus dos perros. “Me he entregado al alcohol, porque estoy amargado”, aclara. Tiene una discapacidad, por lo que cuenta con una paga para ir alimentándose. Además, busca cosas para luego vender. Lleva más de tres años en esa situación desde que le echaron de su casa. Manuel tampoco pierde la esperanza. “A veces juego a la ONCE. Si un día me tocase me compraría una casa y le pondría buenos dispositivos para que no me echen a la calle”.

Francisco Javier tampoco quiere ir al centro. Vive con otros seis compañeros bajo el Pont del Bimil.lenari, en un asentamiento que han nombrado como “Villabajo” del que él es el “alcalde”. “Todos confían en mí. Siempre lucho por ellos”, añade. Tiene un hijo de 19 años que vive con él aunque, en este caso, sí que hace uso del recurso de la fundación. Pero Francisco Javier se niega porque en la calle “hacemos lo que queremos”. Gorka Chazarra aclara que estas personas no quieren la cobertura de las entidades sociales porque son situaciones que suelen estar “muy cronificadas”. “A veces son personas con adicciones muy pronunciadas y que deciden no acceder porque no quieren dar esos pasos. Es un trabajo lento conseguir que poco a poco accedan”, añade. Recuerda que consiguieron que las personas que vivían en “Villarriba”, al otro lado del puente, abandonasen su asentamiento para hacer uso de la Fundación Conciénciate.

Alejandro Valera, uno de los más de 400 voluntarios de la entidad, explica también que “se ha creado una ruta que permite conocer el lugar en el que normalmente están estas personas para entregar las cenas”. Insiste en que “hay muchas personas que por desgracia no quieren dar el paso de ir al albergue porque son almas libres o porque no quieren estar en ningún recinto. Nos da pena no poder ayudar a todas las personas que lo necesiten, pero es una decisión propia y respetable”. Aun así, los usuarios y usuarias de este recurso agradecen la labor, cobertura y atención que reciben porque, como añade “el alcalde”, son los que más han ayudado y peleado por ellos.

Gorka, de la Fundación Conciénciate, en la cocina.
Gorka, de la Fundación Conciénciate, en la cocina.Joaquín de Haro

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