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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Machismo por la puerta grande

El PP valenciano neutraliza con su sumisión a Vox los esfuerzos de Feijóo para taponar la fuga de voto de las mujeres ahuyentadas por la negación de la violencia machista

Miquel Alberola
Los grupos parlamentarios de las Cortes Valencianas, con dos pancartas, en el acto de condena de los últimos asesinatos machistas el lunes pasado.
Los grupos parlamentarios de las Cortes Valencianas, con dos pancartas, en el acto de condena de los últimos asesinatos machistas el lunes pasado.Biel Aliño (EFE)

Ninguno de los pactos de gobierno firmados entre el PP y Vox en España está reportando efectos tan negativos para el primero como el de la Comunidad Valenciana. Las señales que mandó Carlos Mazón del brazo de un condenado por violencia de género y con un matarife franquista al frente de Cultura tuvo una incidencia inequívoca en las elecciones generales. El mismo Alberto Núñez Fijóo (que primero trató de diluir el asunto en un “divorcio duro” para zafarse del embrollo en el que le metió Mazón con un socio condenado, al que iba a hacer vicepresidente del Consell) lo sugirió tras el 23-J, cuando, con estudios en las manos, admitió que el PP había sufrido una merma en el voto de mujeres jóvenes y del electorado LGTBI por la contaminación de las siglas con el amenazante discurso machista y regresivo de Vox. Verbo que, por otra parte, no se había hecho carne en ninguna parte como en la Comunidad Valenciana, donde la precipitación de Mazón por amarrar la investidura desató su generosidad con las concesiones a la ultraderecha prescindiendo de todos los controles (primero la condena de Carlos Flores y ahora –de momento– la del subsecretario de la Consejería de Justicia, Luis Manuel Martín Domínguez, ambas por maltrato a sus exparejas).

Mientras el presidente de la Generalitat celebra la reacción a sus meteduras de pata como un logro olímpico, Vox toma la iniciativa en la Generalitat y las Cortes Valencianas, y oficializa la negación de la violencia machista desde las instituciones. Una de las formas más perversas del machismo es negar la violencia machista para justificarla en la lógica intrafamiliar. Es el mensaje que acaba de entrar por la puerta grande en las Cortes Valencianas, donde el PP ha eliminado toda referencia a la violencia de género en la pancarta oficial, sometiendo la institución al relato negacionista de Vox. Ahora el condenado Flores, y los que queden por aflorar, posan blanqueado por los populares en cada acto de repulsa por los asesinatos machistas, rompiendo la unidad que se había alcanzado entre la mayoría parlamentaria en los años anteriores. Y para subrayarlo en fosforescente, ahí estuvo enseguida la consejera de Justicia de Vox, sor Elisa Núñez, atornillando el relato en las redes sociales y envolviendo con la manta térmica ideológica del “ámbito doméstico” los recientes asesinatos de dos mujeres y un hombre. Todo, con el silencio secuaz del presidente.

Los esfuerzos de Núñez Feijóo, apremiado por la demoscopia y la sociología, buscando perfiles de mujeres para cargos y portavocías, con el fin de taponar la fuga de voto de las mujeres ante la amenaza de un gobierno compartido con Vox, son neutralizados cada día por Mazón por su acatamiento ultra. El tufo del negacionismo machista que emana Vox ya impregna al PP valenciano hasta la médula. Mazón es víctima de su propia precipitación y de su excesiva confianza en que una aplastante victoria del PP en España el 23-J iba a eclipsar el importe de la factura que estaba asumiendo: vender el alma de la Generalitat a Vox a cambio de presidirla. Ahora está atrapado y sonríe mientras el rostro de Feijóo se llena de inquietud. Vox lleva las riendas y el machismo ecuestre va al galope, tensando cada día más la cuerda bajo la amenaza de romper. Para disimular el bulto en el gaznate del sapo de la renuncia de la violencia machista, Mazón sobreactúa con señuelos lingüísticos de entidades marginales. Y sin sacudirse el efluvio acre del alicantinismo murcianizante, se monta en Valencia una cruzada “revalencianizadora” y ovaciona con olés las embestidas bovinas que el vicediestro da a la comunidad universitaria y filológica internacional. No puede salirle gratis.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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