Lo facha vende
El problema es que el globo ultra, inflado artificialmente, puede actuar como una profecía autocumplida


Cualquiera que repase la prensa, que escuche la radio o que vea los programas informativos de la televisión deberá llegar a una conclusión inapelable: la extrema derecha es la gran protagonista de la información política, y no solo de las noticias del día a día (las negociaciones en Valencia, por ejemplo), sino que protagoniza las piezas de análisis, las entrevistas de portada, incluso los reportajes de los dominicales. Levantas una piedra y allí está, agazapada, la extrema derecha. Los chicos jóvenes votan a la extrema derecha. Los pobres se pasan en masa a la extrema derecha. La Cataluña interior orriolea. Los partidos moderados (sic) buscan el acuerdo con la extrema derecha. Junts hace lo que hace por culpa de… la extrema derecha. Un día nos levantaremos y Abascal estará en la portada de ¡Hola! y a Orriols la invitarán de jurado en Eufòria.
¿Tiene sentido tanta presencia? Es cierto que las fuerzas de extrema derecha muestran una tendencia claramente ascendente en el escenario electoral, a tenor de todas las encuestas, y eso las hace legítimamente foco de atención por parte de los medios. También es cierto que este crecimiento de la extrema derecha rompe con algunas verdades incontestables, como la de que España, y sobre todo Cataluña, estaba “vacunada” contra partidos de eses tipo.
Seguramente todo esto merece la atención de los medios, ciertamente. Pero de aquí a encumbrar a la extrema derecha como la gran protagonista del momento político hay un trecho. Hoy los ultras se parecen a la cotización de la IA en bolsa. Una burbuja. Su precio está inflado, por decirlo de algún modo, y lo está por dos motivos.
Por un lado, los medios se amoldan a los escenarios a futuro que dibujan las encuestas. Esto es muy evidente en Cataluña, donde Aliança Catalana no es tratada como lo que es (un partido con dos escaños), sino como lo que dicen que será. Tanto da que las elecciones en las que (presuntamente) se disparará como un cohete se celebren dentro de tres años, una eternidad política. Aliança hoy recibe el tratamiento mediático de un partido con veinte escaños.
Por otro lado, los partidos de extrema derecha, con sus salidas de tono, sus insultos y su discurso del odio, funcionan excepcionalmente bien en redes. El odio es la moneda que mueve las redes y los ultras sus acuñadores. Los medios lo experimentan en sus cuentas de resultados, cada vez más dependientes del clickbait. Cuando un medio pone en su web una noticia sobre Vox o Aliança el tráfico crece. Lo facha vende. De ahí en parte esa burbuja informativa. El problema es que el globo ultra, inflado artificialmente, puede actuar como una profecía autocumplida, porque los partidos de extrema derecha acaban beneficiándose de toda la publicidad gratuita que les reporta, a ellos y a su agenda, que se acaba confundiendo con el sentir general de la sociedad.
Habría que ir pensando en desinflar el globo ultra, antes de que nos acabe estallando en plena cara.
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