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CARLES PUIGDEMONT
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El corto viaje de Puigdemont

El partido del líder de Junts se presenta como ejecutor involuntario de la estrategia de PP y Vox

Enric Company

El gen convergente descifrado por Enric Juliana fue un fruto de Jordi Pujol. El de Carles Puigdemont es otro, con elementos comunes, pero distinto. Veamos. De la mano de Puigdemont, la derecha nacionalista catalana logró en 2011 desalojar a los socialistas de la alcaldía de Girona, en la que el PSC llevaba nada menos que 32 años seguidos. Ahora, Junts per Catalunya, el partido de Puigdemont, está en un tris de repetir aquel éxito político, pero no cambiando una mayoría municipal, sino derribando un Gobierno de España, el formado por el PSOE y Sumar.

Aquella victoria municipal colocó a Puigdemont como una figura de primera línea entre la derecha nacionalista catalana. Le proporcionó las credenciales suficientes para ser en 2015 el candidato de la coalición de la derecha y la izquierda independentistas a la presidencia de la Generalitat, en un momento de agudas convulsiones políticas.

Desde entonces, sin embargo, todo le salió mal, rematadamente mal, a la coalición independentista. Puigdemont conoció la derrota y el exilio. El movimiento soberanista se rompió, su partido perdió la presidencia de la Generalitat a manos de Esquerra Republicana, primero, y del PSC después y desde 2021 está fuera del Gobierno catalán. Lo único positivo que ha obtenido Puigdemont tras acumular desastres es el indulto y la amnistía con las que los gobiernos de Pedro Sánchez han procurado desinflamar la política catalana.

Pero en política todo puede empeorar y en eso anda Puigdemont: ahora Junts quiere hacer caer al Gobierno de Sánchez, aunque sea el que promueve nada menos que la amnistía a los independentistas. Para que se vea que esto va de veras la portavoz de Junts en el Congreso, Míriam Nogueras, quiso alejarse de Sánchez pasando al insulto personal. Cínico e hipócrita, le llamó, tras repetir la misma retahíla de acusaciones y maldiciones que PP y Vox dedican sistemáticamente al presidente.

En la trayectoria de Puigdemont figura haber sido el presidente de la Generalitat que en 2017 proclamó una república para congelarla unos pocos minutos después pero, pasados ocho años, eso está lejos de consagrarle como líder político. Al revés. Toda la retórica y la inflamación independentista han quedado en nada, salvo la cárcel y el descrédito. En cambio, sus credenciales como político de derechas siguen siendo atractivas para buena parte de sus seguidores. Rota la coalición independentista con ERC y la CUP, Puigdemont ha reafirmado la alineación de Junts con los partidos de la derecha neoliberal marcada ya desde la etapa de Artur Mas.

Ha roto también con las señas de identidad iniciales de Convergència, que eran una mezcla de democracia cristiana, toques socialdemócratas y el populismo de Jordi Pujol tan atractivo para la menestralía catalana. Ahora Junts se dedica a denunciar el infierno fiscal, reclamar la supresión del impuesto de sucesiones, exigir que se ponga coto a la inmigración y lucir que detesta a la coalición del PSOE y Sumar.

Siempre hubo un poso conservador en CiU, pero estaba contenido, limitado por la necesidad de abarcar un ámbito social más amplio. Aquel poso se ha convertido ahora en la posición dominante en Junts y emerge con claridad cuando sus portavoces muestran la gran incomodidad que les provoca haber apoyado la investidura de Sánchez y al gobierno de izquierdas del PSOE con Sumar, al que detestan desde su mismo nacimiento.

Nada de conversaciones, nada de negociaciones, le anunció Míriam Nogueras a Sánchez. Paradojas de la vida, el partido de Puigdemont se ha convertido en ejecutor de la política de PP y Vox y lleva camino, de seguir así, de convertirse en su instrumento más eficaz.

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