Puigdemont, fuera de lugar
Hay que captar las prioridades de cada momento. Y el expresident anclado en la distancia está peligrosamente confundido

“Son meras conjeturas”. “Si fuese una información tendría pruebas y no las tengo”. “Yo era un chico joven que me comieron la cabeza y ya está”. Estas fueron las conclusiones con las que el pasado jueves, Mohamed Houli Chemlal, cerró su comparecencia en el parlamento español. Único superviviente de la célula islamista que, en agosto de 2017, mató a dieciséis personas e hirió a trescientas en las Ramblas de Barcelona y en Cambrils, había sido convocado a propuesta del expresident Puigdemont y de Junts, en el marco de sus negociaciones para el apoyo parlamentario al gobierno, con el objetivo de aclarar las fabulaciones sobre la relación de los servicios de información del Gobierno español en aquella tragedia, rumor recurrente que nadie ha sustanciado. Dar cancha parlamentaria a un terrorista condenado a 43 años de cárcel sin garantía de una revelación que lo justificara es una frivolidad impropia de una institución democrática.
Por si fuera poco, el promotor de la idea, Carles Puigdemont, reaccionó con entusiasmo a la declaración Houli Chemlal: “Más claro no se puede decir y probablemente pocas personas como él pueden estar en condiciones de formular esta acusación”. No sabemos que oyó o que leyó Puigdemont que no nos llegara a los demás, porque lo único que dejó claro el compareciente es que no tenía información alguna que aportar. Los acontecimientos trágicos generan rumores y hay que sustanciarlos, pero no será con actos frívolos como el que nos ocupa, que se pueda dar cuerpo a unas sospechas, por otra parte, recurrentes en este tipo de acontecimientos.
Patético episodio que si resulta interesante es porque sustantiva la realidad de la situación de Puigdemont. Los hechos y el paso del tiempo le han colocado en fuera de juego. Por mucho que se empeñe en prolongar el mito resistencial con el que opera desde que optó por la huida, el camino se le estrecha día a día.
Van pasando los años y Cataluña está en otra etapa. Y él expresidente sigue instalado en el marco visual de las apariciones telemáticas a distancia convertidas en una rutina sin magia alguna. Y más todavía después del día que pareció que regresaba y, una vez en Barcelona, huyó sin recato. Un gesto que probablemente haya sido definitivo para debilitar su imagen y su poder de seducción.
Ciertamente, el PSOE le necesita para salvar sus apuros parlamentarios y esto le permite ir haciendo acto de presencia –vía pantalla— de cuando en cuando. Pero cada vez pesa más la sensación de que las cosas van por otro camino. Puigdemont puede ser un icono de lo que no pudo ser. Pero cada día está más lejos de lo que es. Un grupo de fieles le sigue amparando y le sigue utilizando para mantenerse en su núcleo de poder. Pero estos días los datos de las encuestas fluyen de forma evidente: la desmovilización del independentismo se acelera, el regreso a la confrontación no está, ahora mismo, en el orden del día; las prioridades basculan, en un momento como el actual en que el autoritarismo posdemocrático va haciendo camino en toda Europa, e incluso haría bien el expresidente a estar atento a los movimientos que pueden permitir a Aliança Catalana sacar provecho del desconcierto.
Poco a poco, todos los partidos han ido leyendo la nueva realidad: se fue demasiado lejos, más allá de lo que las propias fuerzas permitían y la frustración provoca sus señalamientos. Hay que captar las prioridades de cada momento. Y Puigdemont anclado en la distancia cada vez está más peligrosamente confundido: en un momento en que Junts, para reemprender el vuelo, debe regresar al amplio espacio natural del nacionalismo conservador que CiU ocupó y sembró en el pasado. Numeritos como el del parlamento español solo levantan acta de una estrategia de supervivencia personal que ahora mismo solo da para la melancolía
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