_
_
_
_
COCHES
Crónica
Texto informativo con interpretación

Vivir sin coche: un alivio, pero sobre todo un reto

¿Tiene sentido que una familia con tres hijos renuncie al coche en una ciudad como Barcelona? Se puede intentar

Una mujer saca del cochecito a su hijo y lo coloca en una silla portabebés, en el asiento delantero de un coche.
Una mujer saca del cochecito a su hijo y lo coloca en una silla portabebés, en el asiento delantero de un coche.Jaime Villanueva
Ana Pantaleoni

693 euros anuales por el seguro. 120 euros mensuales por una plaza de aparcamiento fijo en un barrio céntrico. 70 euros de gasolina por cada 500 kilómetros. Las revisiones a un precio superior a los 180 euros. Y, por supuesto, la ITV. Suma y sigue. La familia de María ha señalado el 1 de octubre como la fecha en el calendario en la que dejarán el coche para siempre. María se muestra decidida. Durante 2023 solo usó el coche en las vacaciones de agosto y Semana Santa. Y algún fin de semana. A lo sumo, 40 días al año. Ahora no importa que tenga tres hijos y un marido. Tampoco las extraescolares ni los viajes a ver a los abuelos. Ni siquiera los partidos de fútbol en algún pueblo lejos, muy lejos. Ha llegado el momento de afrontar un cambio de paradigma. Y, por supuesto, los valientes viven en la contradicción permanente: eso también es la maternidad. Mientras decide renunciar al coche, le paga el carné de conducir a su hija con sus recién estrenados 18 años. La pregunta obvia es qué coche conducirá la niña cuando apruebe el examen. María contesta con aplomo: “Pues le servirá para ponerlo en el currículum. Cuantos más datos, mejor”. De fondo, suena TV3: un periodista cuenta que está cambiando el sector del automóvil y que los jóvenes no van a comprar coches en el futuro.

¿Tiene sentido que una familia con tres hijos renuncie al coche en una ciudad como Barcelona? ¿Existe una tendencia creciente a abandonar esta propiedad? La respuesta es del presidente de la Asociación Nacional de Vendedores y Reparadores de Vehículos (Ganvam), Raúl Palacios: “De la misma forma que ahora tenemos nuestra música o nuestras películas favoritas en la nube y, por cortesía de las plataformas digitales, hemos liberado espacio en las estanterías de nuestras casas, también vamos liberando espacio en nuestro garaje porque nuestro móvil va a ser la llave que nos abra la puerta de la solución de movilidad”. Y sigue: “Según los datos que manejamos desde Ganvam, en 2030 el 67% de las matriculaciones corresponderán a servicios de movilidad. Por eso los distribuidores de vehículos debemos convertirnos en empresarios de movilidad, con los servicios por suscripción como núcleo de negocio. Nuestro principal activo ya no va a ser el hierro, ya no será el coche, sino la buena gestión del dato que genera ese coche para poder proporcionar servicios ad hoc. Lo importante para el conductor ya no será el modelo de coche, sino el servicio que le preste”. Suena bien: muerte al hierro, vida al dato.

María, sin embargo, no tiene el plan B muy definido. En casa, los de más edad van en moto y en bicicleta. Los más jóvenes, en Bicing y transporte público. Y cuando toque ir todos juntos, pues habrá que tirar de las aplicaciones para encontrar un coche de alquiler lo más cerca posible. La que tiene más dudas es la pequeña, a quien no le entra en su cabecita que una familia numerosa ortodoxa no tenga coche. En su clase todos tienen coche. No solo la benjamina percibe con miedo el cambio. También las marcas de coche. Lo contaba hace unos meses el periodista de EL PAÍS, Dani Cordero: “Esa renuncia a la propiedad del coche es una de las cuestiones que está quitando el sueño a las marcas, que entre unas cosas (el análisis pormenorizado sobre el coste y el uso del coche o la concienciación medioambiental de sus potenciales clientes) y otras (la incapacidad real de pagarlo para un segmento de la población) está forzando a buscar alternativas para mantener el negocio de la fabricación de automóviles”.

María no es la primera en enfrentarse a semejante gesta. Muchos otros lo intentaron. Y otros tantos sucumbieron. Es el caso de Clara. “Empezamos a alquilar sillitas para las niñas y había veces que era más caro la silla que el alquiler del coche. Y encima te la podías encontrar hecha un asco”. Esta madre de dos niñas decidió entonces comprar las sillas. “No tenemos ascensor. A cada salida súmale sube-baja las dos sillas y encima uno de los dos tenía que ir a devolver el coche. Total, que hubo un momento en que pensamos: ¿estamos militando en alguna secta anticoches o qué pasa? Y decidimos que íbamos a tener coche. No soy partidaria y creo que a la larga acabaremos con la maletita y en metro de camino a la estación de Sants, como hicimos cuando alquilábamos”. Clara se sincera: “La clave de alquilar es que no te dé palo pagar. La otra opción es tirar de taxis”.

Nico, creativo publicitario, vive feliz sin el coche. “En muchos sentidos, vivir sin él es un privilegio. En mi caso, vivo dentro de la M-30 y puedo hacer mi vida sin coche sin ningún problema. Llevo a los niños al colegio andando, voy a trabajar en metro y puedo llegar a cualquier otro sitio de mi vida cotidiana en transporte público. La única ocasión en la que alquilo un coche es cuando voy a Asturias (allí viven mi familia y la de mi mujer, en localidades diferentes), donde es imposible moverse de un municipio a otro sin coche (y más con dos hijos)”. Para María, Nico es un valiente. Ha tomado la decisión y se mantiene. Ella espera con ganas que llegue la fecha para dejar de pagar el parking. Y mientras llega el día, María piensa para sus adentros: “Por una vez que ya no tengo coche y Ada Colau se va a Italia”.

Puedes seguir a EL PAÍS Catalunya en Facebook y X, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_