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inmigración
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo ‘chupiguay’ y la inmigración

Junts per Catalunya, que ha olido la sangre política, no ha dudado a alinearse con la derecha más rancia y sumarse al carrusel del discurso contrario a los inmigrantes; el último ejemplo, el alcalde de Tossa de Mar

Varios refugiados llegados a un hotel de Tossa de Mar.
Varios refugiados llegados a un hotel de Tossa de Mar.Massimiliano Minocri
Francesc Valls

La irrupción política de la extrema derecha ha hecho desperezar a mucho zahorí para rentabilizar el filón del llamado “problema” de la inmigración. Ahí está el popular Miguel Tellado poniendo cara de Salvini para proponer una política de cañoneras y finiquitar de un plumazo la llegada de cayucos; o la extrema derecha de Vox pidiendo la expulsión de todos los inmigrantes sin situación regularizada; o la alcaldesa tan independentista como ultraderechista de Ripoll poniendo trabas a empadronar –tal como marca la ley– a ciudadanos extranjeros.

Junts per Catalunya, que ha olido la sangre política, no ha dudado en sumarse a ese carrusel y a alinearse con la derecha más rancia. Ya había precedentes, pero el último episodio ha sido protagonizado por Martí Pujals, alcalde de Tossa de Mar, lamentando que la imagen turística de la localidad quede tocada al dar cabida este mes de septiembre a 200 inmigrantes. No importa que el Ayuntamiento no se haga cargo de los gastos, ni que los afectados sean demandantes de asilo político. En declaraciones a SER Catalunya, el alcalde aportó evidencias científicas: “Hemos tenido anulaciones, de momento nos constan seis, más los que ya no reservan”, cuyo total Pujals afirmó desconocer. “Todo lo que no digas chupiguay ya eres un racista y fomentas discursos de odio; estos chupiguay son los que acaban fomentando que surjan partidos de derecha”, concluyó el alcalde.

Tossa de Mar cuenta con 23.646 plazas turísticas: 7.590 en hoteles, 7.749 en campings, 8.019 en viviendas de uso turístico y 288 en apartamentos, según datos del Idescat correspondientes a enero de 2023. Pero, según Pujals. “En materia de turismo somos muy frágiles”. Y realmente Tossa debe tener la mandíbula de cristal si por el 0,84% de las plazas que ocupan los refugiados en la población de la Selva durante dos meses se tambalea toda la industria turística local. Es cierto que el Gobierno central no ha explicado el criterio de reparto de esas personas y que Pedro Sánchez siembra más que dudas cuando en ocasiones –como sucedió en su reciente gira africana– yerra de argumentario ante la presión mediática de la derecha. Así se refuerza la percepción de presentar la inmigración como un problema ante el temor a la incontrolada llegada de cayucos que no cesa ni cesará.

El alcalde de Tossa forma parte de un partido que en julio pasado tumbó en el Congreso –junto a Vox y PP– la reforma de la ley de extranjería que buscaba hacer obligatoria para las comunidades la acogida de menores. Hace apenas unos años –en febrero de 2017– el antaño convergente y ahora secretario general de la formación, Jordi Turull, llamaba a manifestarse con los chupiguay por las calles de Barcelona, bajo el eslogan Volem acollir o Casa nostra. Casa vostra. Claro que entonces el guion del procés recomendaba que la derecha estuviera del lado chupiguay. Días antes de la manifestación, el entonces president, Carles Puigdemont, se ofreció a Bruselas para acoger a 4.500 refugiados en Cataluña.

Ahora ya no toca. La inmigración llena tertulias de televisiones, emisoras de radio y hasta púlpitos y ambones con argumentos que rayan el cuñadismo o la conversación de barra de bar después de al menos un par de cervezas. Lo cool es convertir al inmigrante en problema y decir que la izquierda rehúye el debate. En julio pasado, según el CIS, un 16,9% de los españoles lo consideraba entre sus “preocupaciones”, un aumento de casi 10 puntos –un 7.7%– respecto a 2023. Eso también explica lo fácil que es pasar del argumentario chupiguay al del cuñadismo sin abordar asuntos como la relación entre inmigración y mercado laboral, bajos salarios, o la inevitabilidad de mano de obra extranjera para la economía catalana y española. Lo que importa son los votos. Y es que en épocas convulsas y complejas se imponen las soluciones rápidas y fáciles.

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