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‘Un lugar común’: la película sobre el drama de ser prejubilada y prescindible

A sus 29 años, la directora catalana Celia Giraldo debuta en largo sobre una mujer “inútil” para su trabajo y su familia

Aina Clotet (izquierda) y Eva Llorach (derecha), en un momento de 'Un lugar común'.
Aina Clotet (izquierda) y Eva Llorach (derecha), en un momento de 'Un lugar común'.Escándalo Films
Amparo Pérez

Pilar (Eva Llorach) lleva muchos años trabajando como auxiliar de enfermería en una clínica. Está casada y es madre de dos adolescentes. Pero no sabe quién es. Con la prejubilación, Pilar se embarca en la aventura de averiguar cómo existir sin un lugar propio, en Un lugar común. Con solo 29 años, Celia Giraldo (Cornellá de Llobregat, Barcelona) se estrena en la gran pantalla, reivindicando el espacio de las mujeres demasiado viejas para ser jóvenes y demasiado jóvenes para ser viejas: “Ni estoy jubilada, ni soy madre, pero cuando pensaba en Pilar, pensaba en mí. La película habla de la crisis de identidad que todos vivimos cuando caen nuestros pilares, y de cómo el conflicto contigo misma te empuja a llevarte todo por delante para evadir las preguntas incómodas”, explica la directora y coguionista― junto Bianca Franceza Omonte―de la película en cines desde el pasado viernes, producida en el programa Ópera Prima de la Escuela superior de cine y audiovisuales de Cataluña (ESCAC).

ESCENA UN LUGAR COMÚN

A Giraldo le latía la vena artística desde pequeña, y la enfocó en el teatro y las artes plásticas. Nunca ha sido muy cinéfila. En bachillerato se aficionó al séptimo arte, pero dirigir películas no era una opción de futuro: “La imagen que tenía en la cabeza de un director de cine era la de un señor mayor en una butaca”, matiza. En la ESCAC, conoció a Mar Coll (Tres días con la familia) y vio la luz: “Existían mujeres jóvenes directoras, yo también podría serlo”, puntualiza. Y actuó en consecuencia: primero, trabajando en el making-off de rodajes y videoclips y después con la serie Això no és Suecia. La vena artística ahora se vuelca en Un lugar común, la ópera prima en la que Giraldo ha plasmado sus “debilidades”: las películas ácidas con humor, el universo de pátinas ligeras e inteligentes de Miranda July (Tu, yo y los demás) y el indie americano de Noah Baumbach (Historia de un matrimonio).

El largometraje ahonda en conciencia de la edad, un concepto que para Giraldo ha adquirido un matiz relativo: “Muchas de las mujeres a las que entrevistamos para la película ― en torno a 60 años―, nos decían que, cuando se miraban al espejo, se veían cambiadas, pero por dentro eran la misma persona. Tienes más experiencia, pero sigues siendo la misma de siempre. Si no hubiera cuerpo y solo fuéramos mentes, la edad tendría otro significado” comenta. Pero hay cuerpos, cuerpos que crecen, se relacionan, trabajan y a los que un día les llega la jubilación anticipada y otro descubren cómo han dejado de ser “necesarios” para sus hijos. “Es natural y universal el momento en el que los hijos matan a sus padres. A partir de ahí, surge una sensación de exclusión que todos hemos vivido, esa emoción que te invade cuando el equipo está formado y tú no estás dentro”, puntualiza la directora.

Pilar (Eva Llorach) y su hija Clara (Mia Sala-Patau) en una escena de 'Un lugar común'.
Pilar (Eva Llorach) y su hija Clara (Mia Sala-Patau) en una escena de 'Un lugar común'.

Pilar tiene muy presente a su madre: “Para ella la familia era una piña, y se encargó de que nunca nos faltara de nada”, cuenta Pilar a su sobrina. La protagonista se empeña, sin éxito, en recuperar el rol de cuidadora en una casa que ya no la necesita: organiza planes en familia, insiste en cuidar de su sobrina pequeña y se niega a aceptar que su hija va a emprender una nueva vida muy lejos de casa. “Pilar detiene el ascensor mientras discute con su hija, y entonces esta se desmaya. Se produce un momento tan efímero y tierno y triste, Pilar coge a su hija en brazos y la acaricia, evocando una conexión que ya no existe”, explica Giraldo, y añade “en las relaciones tan cercanas hay sentimientos contradictorios, puedes estar harto de alguien y a la vez quererlo con toda tu alma, tener una perspectiva racional y distante es muy complicado”.

Después de transitar esta amalgama de emociones, Pilar grita y canta―por ella y por todas sus compañeras―, en una catarsis al más puro estilo Angélica Liddell: “Nuestra intención no era activista, nos centramos en la crisis del personaje y su incapacidad de expresar lo que siente. Pero desde el estreno, muchas mujeres nos han dicho que sentían que el grito de Pilar también era suyo, esa explosión después de tantos años de no permitirse queja o no poner límites a los demás”, dice Giraldo.

La directora defiende que Un lugar común es una película de reconocimiento a uno mismo. “En el trabajo y en la familia, Pilar siempre ha sentido que su valor estaba en cuidar, tenía la necesidad de ser necesitada. Y cuando se enfrenta al miedo a ser inútil, aprende que basta con mirar la vida y la belleza que hay en ella, sin pasar por alto las cosas que ocurren a su alrededor”, cuenta Giraldo. La directora también ha aprendido a observar lo que le rodea y renuncia a la jubilación para poder narrarlo a su manera: “Mi sueño sería envejecer como Agnès Varda, plasmando la misma curiosidad que tengo ahora, pero desde otras perspectivas, dejando que mi obra envejezca conmigo”, termina la joven directora.

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Sobre la firma

Amparo Pérez
Es redactora en la delegación de Barcelona, donde suele escribir sobre cultura y tendencias. Trabajó en la Comisión Nacional de Mercados y Competencia (CNMC). Graduada en Derecho y Derecho de la Unión Europea por el CEU San Pablo de Madrid, Máster en Derecho de la UE en la Carlos III, en Periodismo en EL PAÍS y titulada en doblaje y locución.
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