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Little Richard
LIttle Richard, en 2004.ANDY LYONS

Un filme sobre el rock and roll clásico y delirante de Little Richard cierra un exitoso festival In-Edit

El documental de clausura sobre el músico refleja la dureza de ser gay y negro en unos Estados Unidos totalmente segregados

Little Richard explotando mil veces tanto en su incendiaria faceta musical cómo icono queer o exaltado predicador cerró por todo lo alto la 21 edición del festival In-Edit, la más exitosa de su historia según sus organizadores. Sin haber concluido todavía el cómputo de localidades vendidas, ya que quedaba todavía la sesión del domingo con doce películas programadas, el certamen había sobrepasado ya las 33.000 entradas, que marcaron un récord el pasado año, esperando llegar a las 35000.

En la noche del sábado, la sala 5 de los cines Aribau de Barcelona lucía sus mejores galas, las 1.100 localidades se habían agotado y en el vestíbulo se vivía el ambiente de las grandes ocasiones. Animadas conversaciones, calurosos reencuentros y muchas caras sonrientes destilando un cierto júbilo. Sin duda el de poder acercarse, aunque solo fuera por unos instantes, a un fruto no prohibido pero sí prácticamente inexistente: el documental musical visto en pantalla grande, ante un enorme cubo de palomitas y compartido a la antigua con otros entusiastas en una gran sala. Es decir lo contrario al habitual disfrute de este género en la pequeña pantalla del salón de casa, donde parece haberse refugiado en los últimos tiempos y no olvidemos los ordenadores o, incluso, los teléfonos móviles. Y realmente ver muchas de estas películas en un cine “de verdad” cambia completamente su significado y, en especial, su disfrute.

La película seleccionada para cerrar el certamen este año fue Little Richard: I Am Everything de la estadounidense Lisa Cortés, directora y productora con antecedentes tan notables cómo nominaciones a los Oscar y a los Emmy. Algo más de hora y media centrada en glorificar al que muchos, en especial él mismo, consideraban como el auténtico Rey del rock and roll por encima de otras luminarias como Elvis Presley, Chuck Berry y sobre todo Pat Boone que consiguió algunos éxitos con canciones de Richard y al que este despreciaba profundamente como demuestra en un par de secuencias. La película es contundente en su imagen pero se centra mucho más en la explosiva personalidad de Little Richard, su constante exhibicionismo, que en sus inmensas aportaciones musicales. A pesar de ello es un film idóneo para mostrar a las generaciones que no vivieron aquella época por una parte el nacimiento de una nueva música y, por otra, la dureza de ser gay y negro en unos Estados Unidos totalmente segregados.

Antes de la proyección se entregaron los premios In-Edit en sus categorías de cortometraje, nacional e internacional.

Peter Doherty: Stranger In My Own Skin, dirigido por su pareja Katia De Vidas se llevó el un galardón al mejor documental internacional. Mita Suri, portavoz del jurado, destacó que se trataba de “una película verdaderamente conmovedora y una carta de amor audaz y poética a la vida, la pasión y la esencia de la música. La música es la verdadera adicción”. Probablemente esa afirmación final de Suri era compartida por todos los asistentes. De Vidas y Doherty enviaron un simpático video de agradecimiento.

El jurado nacional se decantó por la película de Xavier Bosch y Josep Badell Revolutionary Quartet: L’enigma Gerhard, que se aventura en la personalidad del músico Robert Gerhard, compositor que transitó desde el clasicismo hasta la vanguardia electrónica y que desgraciadamente es uno de los muchos olvidados de nuestro panorama aunque un cuarteto de cuerda, que interpretó algunas de sus obras el día de la presentación del film, pasee por el mundo su nombre.

Finalmente el mejor cortometraje fue a parar a Dol i fa sol, de Maria Besora y Pep Garrido, que narra la actividad del grupo Xiula en entornos familiares.

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