El dinosaurio más grande del mundo, Patagotitán, hace pequeño CosmoCaixa
El ejemplar, que se quedará en el museo barcelonés tras una gira, es la atracción principal de la espectacular exposición sobre los ‘lagartos terribles’ de la Patagonia argentina
Mira que es grande, enorme, CosmoCaixa, pero hasta un museo tan colosal se reduce en escala al recibir a Patagotitán, el dinosaurio más grande del mundo, cuyas dimensiones son extravagantes incluso para ser un dinosaurio: casi 40 metros de largo (38,2) por 12 de alto y con un peso de 77.000 kilos, el equivalente a 14 elefantes africanos. Y, nos dicen los paleontólogos, el animalito no había terminado de crecer. Instalado en la sala Universo del centro barcelonés, donde puedes pasarle por debajo, es tan grande que se te escapa del campo visual y has de contemplarlo haciendo un incrédulo barrido con la mirada: un animal que da sentido pleno a las palabras asombroso y maravilla.
El cretácico Patagotitán, la mayor especie conocida de titanosaurio, que ya son grandes, es argentino, tiene 101 millones de años y han hecho falta dos contenedores transoceánicos para traerlo desde el Museo Paleontológico Egidio Ferucglio de Trelew, en la provincia de Chubut, en la Patagonia argentina, que es de donde procede. Es el principal reclamo de la exposición Dinosaurios de la Patagonia, que se abre hoy al público en CosmoCaixa y que exhibe —hasta el 2 de junio de 2024, fecha tras la que se trasladará al CaixaForum de Madrid (a ver cómo la meten) y a otros centros de la Fundación La Caixa—, un total de 13 réplicas a escala real de otras tantas especies de dinosaurios hallados en esa región. Las réplicas, como la de Patagotitán, son concienzudas reconstrucciones científicas realizadas a partir de los fósiles hallados de estos animales, algunos de los cuales forman parte también de la muestra, como un fémur de Patagotitán de ¡2,40 metros y 600 kilos!, excepcionales improntas de piel de con escamas de Tehuelchesaurus benitezi, o escalofriantes dientes como cuchillos de dinosaurios carnívoros más impresionantes que los mismísimos tiranosaurios. En conjunto, los 13 dinosaurios reunidos en CosmoCaixa componen un espectáculo sensacional que ya hubieran querido poder presentar P. T. Barnum o John Hammond.
Patagotitán, un saurópodo, un dinosaurio herbívoro —alguien se dirá: por suerte—, se denomina oficialmente Patagotitan mayorum, no por enfatizar su tamaño, sino porque sus primeros restos, el fémur precisamente, aparecieron en 2008 en la finca La flecha propiedad de la familia Mayo (de ahí lo de mayorum). Entre los que lo describieron para la ciencia en 2017, a partir de 200 fósiles de unos seis individuos que arrojan un retrato muy completo de la especie, figura el paleontólogo José Luis Carballido, que esta mañana ha presentado la exposición junto a la directora general de la fundación La Caixa, Elisa Durán (que, incapaz de escapar a la fascinación del gigante, dejó la frase del acto: “Todo es colosal en el Patagotitán”) y el director de CosmoCaixa, Valentí Farràs. Durán dio la noticia de que Patagotitán, tras girar por los CaixaForums, regresará a CosmoCaixa en 2026 para quedarse a vivir aquí y formar parte de la colección permanente del museo. La directora general ha recordado que CosmoCaixa es ya una “casa de los dinosaurios”, tras el paso de los seis iguanodontes belgas en 2004, los del desierto del Gobi en 2011, y la añorada Trix, la tiranosauria proveniente de Leyden.
Carballido explicó lo que es trabajar en la zona paleontológica de la Patagonia argentina, un lugar de condiciones extremas que sin embargo tiene algo de un inmenso “arenero de la infancia” y donde nunca sabes qué vas a encontrar. “Es un trabajo muy exigente”, recalcó y todos miramos de reojo hacia el Patagotitán calculando cómo te llevas huesos de ese tamaño hasta un laboratorio de museo. “Los dinosaurios grandes ya son grandes, ya, pero este…”, se admiró el propio paleontólogo, que dijo que aún hay que resolver el enigma de que crecieran hasta ese punto de “gigantismo extremo”. Especuló con que pudiera ser a causa de la alimentación, pues los paleobotánicos han determinado que los patagotitanes coincidieron con la aparición de las plantas con flores, las angiospermas, mucho más nutritivas.
Como otros grandes dinosaurios, parece que Patagotitán crecía muy deprisa. Desde que salía del huevo, que por causas físicas no podía ser muy grande, la cría entraba en una espiral demencial de ganar tamaño y peso: en un año podía aumentar 2.000 kilos, la pesadilla de cualquier régimen. El Patagotitán de la exposición era un adulto joven que “no había terminado de crecer”, ha añadido Carballido entre el escepticismo general. Al principio se creyó que el hallazgo junto a los restos de Patagotitán de dientes del carnívoro Tiranotitán (una sugerente mezcla de términos para un terópodo que habría hecho hipar a un T. Rex) indicaban que este depredador de alta gama se cebaba en los grandes titanosaurios. Pero “ahora creemos que se trata de actividad carroñera, pues es difícil que alguien se atreviera con un Patagotitán desarrollado”.
Carballido apuntó que la exposición permite hacer un recorrido por la historia evolutiva de los dinosaurios desde hace 230 millones de años hasta cerca de su extinción hace 66, a través de las especies halladas en la zona. Entre los 13 individuos de la muestra, cada uno fascinante a su manera, encuentras algo tan distinto de Patagotitán como Manidens condorensis, de 75 centímetros y un kilo de peso, al que te sacarías de encima de un papirotazo; el raro saurópodo Brachytrachelopan mesai, de cuello corto, ambos del jurásico, o el cretácico Carnotaurus sastrei (toro carnívoro de Anselmo Sastre, que ya es nombre), con cuernos, lo único que le falta a una criatura así. Es imposible no tragar saliva ante los grandes terópodos cretácicos carcadontosáuridos (dientes como de tiburón) Gigantosaurus y el mencionado Tiranotitán (Tyrannotitan chubutensis). Indefectiblemente, el visitante morboso no dejará de contar los dientes del Tiranotitán (40 por mandíbula) e imaginar la mordida colocándose bajo sus fauces y entre sus garras, con tres uñas como puñales.
La exposición incluye una larga serie de interesantes actividades, entre ellas la posibilidad de recorrer la muestra con linternas y quedarte a pasar la noche. Está pensada para niños, pero como bien ha recordado Elisa Durán, “ante los dinosaurios, todos somos niños”.
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