El primo mongol de 'T. Rex'
CosmoCaixa acoge una extraordinaria colección de dinosaurios del Gobi
Haga la prueba. Experimente lo peor del Cretácico. Acérquese a la vitrina del espeluznante cráneo de tarbosaurio ("reptil alarmante", pero también valdría, con perdón, "acojonante"), el primo asiático del Tiranosaurius Rex, capaz de dar iguales mordiscos, y estudie el reflejo de su propia cabeza entre las fauces todo dientes del hiperdepredador: cabe enterita.
Los fósiles de tarbosaurio, sobre todo los dos esqueletos completos, de tres metros de altura y en posición de ataque, son una de las grandes (!) atracciones de Dinosaurios, tesoros del desierto del Gobi, la extraordinaria exposición sobre esos extintos animales que acoge CosmoCaixa desde hoy hasta el 9 de enero de 2012.
Respeto, sí, y hasta miedo, pero la exhibición de este importantísimo material paleontológico patrimonio nacional de Mongolia (uno de los altos lugares mundiales al hablar de dinosaurios del Cretácico), despierta también otros sentimientos como la piedad y la ternura, que asociamos mucho menos con los "lagartos terribles". El visitante puede contemplar una malograda cría de hadrosaurio, pequeñita y frágil en su geológica soledad de 80 millones de años, que casi mueve al llanto, un excepcional embrión de ovirraptor y, la gran perla científica de la exhibición, el famoso fósil Big Mamma, un ovirraptoroide (Citipati osmolskae) que descansa sobre su nido con huevos tal como lo sorprendió la rápida muerte por una catástrofe natural -una tormenta de arena de las que son tan frecuentes en el Gobi o quizá una avalancha de lodo que barrió las dunas donde anidaban los dinosaurios tras una súbita y violenta tormenta (véase Time Traveler, de Michael Novacek, New York, 2002)-.
La exposición incluye huevos, embriones, crías y especies misteriosas
Big Mamma, que está bastante ajada (no esperen ver al bicho empollando, hay que discernirlo en sus huesos), fue el primer dinosaurio descubierto incubando y, con otras pruebas como el hallazgo de presas en los nidos para alimentar a los recién nacidos, significó una confirmación de que algunos de estos animales tenían cuidado parental de su descendencia, paternidad reponsable, vamos. Big Mamma fue hallada en el riquísimo yacimiento de Ukhaa Tolgod, las Colinas Marrones, en 1995. Son las arenas del Gobi, por supuesto, los predios de la leyenda de Roy Chapman Andrews, el cazador de dinosaurios que descubrió los cementerios cretácicos en el curso de sus aventureras expediciones en los años veinte -con sombrero y revólver a lo Indiana Jones, personaje del que fue inspiración-. El recuerdo de Andrews y de los Acantilados Llameantes, donde halló su cornucopia de dinosaurios, resuena en la exposición como los pasos perdidos de las remotas bestias.
De los ovirraptores la exposición recuerda que han pasado de villanos a padres amorosos en el cambiante mundo de nuestro conocimiento de los dinosaurios: cuando se hallaron sus restos en los nidos se creyó que estaban rapiñándolos, y de ahí su nombre, "ladrones de huevos".
Los que gusten de una visión hollywoodense de los dinosaurios tienen aquí también muchos atractivos: se exhiben esqueletos completos de gallimimus, los que corrían con Alan Grant y los niños en Parque Jurásico, y también ¡un cráneo de velocirraptor!: está quietecito en su vitrina, pero cualquiera se fía...
Entre las maravillas de la exposición, presentada ayer por el reconocido paleontólogo mongol Rinchen Barsbold (Ulan Bator, 1935), descubridor de varias especies de dinosaurios (otras dos han sido bautizadas en su honor), figuran sensacionales fósiles de protoceratops (que se cree inspiraron el mito del grifo), o los brazos del enigmático Therizinosaurus, con sus dedos de guadaña, al que se califica de "el Eduardo Manostijeras de los dinosaurios".
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