‘Casuals FCB’: breve historia de una mafia autóctona catalana
Desde que esta escisión de los Boixos Nois se dio a conocer con las amenazas a Joan Laporta en 2003, la policía les persigue por los mismos delitos: secuestros, lesiones, narcotráfico...
Cataluña pasa por ser tierra de acogida. Ha visto pasar numerosas civilizaciones y culturas y, al menos desde finales del siglo XX, también organizaciones criminales de todo pelaje. Bandas de la antigua Europa del este armadas hasta los dientes para asaltar viviendas. Ciudadanos chinos que sacan tajada de la fuerza de trabajo y de los cuerpos de compatriotas. Miembros de la Cosa Nostra siciliana, de la Camorra napolitana o de la N’Dranghetta calabresa que tienen problemas en sus países o necesitan blanquear grandes sumas de dinero.
Los cuerpos policiales tratan de mantener a raya a estas sucursales del crimen extranjero, capaces de derramar sangre en sus disputas y de corromper las democracias comprando voluntades. Pero el adversario también está en casa. Hace más de dos décadas, de los Boixos Nois (los aficionados radicales del Barça) surgió una escisión que acabaría eclipsando la marca original y provocando temor dentro y fuera de las gradas del Camp Nou: Casuals FCB. Los investigadores creen que estos ultras, que manifiestan su amor por el fútbol con violencia y cometen toda clase de delitos, son un grupo criminal autóctono, una mafia endémica de Cataluña.
Cuándo, cómo y por qué surgieron los Casuals es algo que solo pueden responder quienes formaron parte del núcleo fundador. Por encima de todos, su presunto líder material y espiritual: Ricardo Mateo. Carismático, con “una fuerza mental a prueba de bombas”, le describen quienes le han tratado, Mateo permanece en prisión provisional desde que fue detenido el 1 de agosto, con el pelo teñido, mientras tomaba un café en la terraza de la turística Platja d’Aro (Girona). Había huido. Dos meses antes, los Mossos lanzaron una gran operación, la última, contra el grupo, al que atribuye extorsiones, tráfico de drogas e incluso dos homicidios, y que ha llevado a los investigadores a esbozar, aunque sea con limitaciones, la historia de esta mafia local.
La primera vez que se escuchó el nombre Casuals FCB, que hoy produce pavor incluso entre otros grupos criminales, fue hace dos décadas. En 2003, Joan Laporta alcanzó la presidencia del Barça con la promesa, entre otras, de limitar el acceso de violentos al estadio. Todas las miradas se posaron sobre los Boixos Nois, que con su emblema (un bulldog que enseña los dientes) eran la marca visible de los ultras del club azulgrana, del mismo modo que los Ultra Sur lo eran del Real Madrid. Laporta fue víctima de una campaña de graves amenazas que culminó con la preparación de una agresión. Los responsables fueron los Casuals.
La amenaza y el miedo como armas
La pasión desmedida por el Barça sigue siendo, el mínimo común denominador de los Casuals. Pero el fútbol también fue un vivero donde reclutar a jóvenes dispuestos a sumarse a una empresa delictiva. Según las fuentes consultadas para este reportaje, esas dos almas (la violencia en el fútbol por un lado, el delito como modo de vida, por el otro) van de la mano, aunque no todos los miembros actúan en esas dos esferas. Espoleados por las amenazas a Laporta, los policías no tardaron en asestarles el primer golpe, que contenía ya todos los ingredientes de lo que, con el tiempo, sería la identidad criminal de los Casuals.
En 2004, la Operación DIT demostró su participación en asaltos a narcotraficantes en los que se hacían pasar por policías, pero también en secuestros y lesiones, además de tráfico de armas y de drogas; esos mismos delitos se han repetido a lo largo de dos décadas de actividad. Fuertes, con cuerpos esculpidos en los gimnasios, los Casuals han convertido la violencia (y, sobre todo, la amenaza de ejercerla) en su sello. Entonces fueron detenidas seis personas: Mateo y cinco hombres más del núcleo duro y que ahora, ya en una edad más madura, se han vuelto más discretos, aunque siguen gozando de autoridad entre los suyos: Carles Nart, José Antonio Pérez Bujalance, Antonio Torn (alias Antoñito), Alejandro Villegas (alias Pichín) o César Muñoz.
Si algo prueba el historial policial y judicial de los Casuals es que la prisión no les doblega; si acaso, les obliga a reinventarse para regresar más fuertes. Durante su ingreso en la centenaria y degradada Modelo de Barcelona, se hicieron con el “monopolio” del trapicheo de drogas y sometieron a los internos a “extorsiones sistemáticas”, según concluyen los Mossos en su cronología sobre el grupo, a la que ha accedido este diario. Con bíceps pero sin músculo financiero, actuaban en la cárcel presuntamente bajo la tutela de los Jodorovich, un clan de un barrio cercano al puerto de Barcelona al que la policía considera actor principal en el tráfico de drogas en Cataluña: otra mafia autóctona, según la hipótesis policial, no siempre respaldada en las sentencias. Fue en todo caso el origen de una curiosa alianza criminal que, pese a las frecuentes tensiones, se mantiene viva: ultras con ideas supremacistas colaboran con una familia cuyo jefe, Simón Montero Jodorovich, además de estar procesado por blanqueo, es el líder institucional de los gitanos catalanes.
Con el tiempo, hubo más detenciones de casuals por hechos concretos. Pero el gran golpe a la organización llegaría en 2009, cuando los Mossos empezaron a recibir denuncias de empresarios del ocio nocturno. Las noches de Barcelona, les contaban, se habían convertido en cuentos de terror. Grupos de jóvenes irrumpían en locales emblemáticos de la ciudad (Pachá, Razzmatazz, Opium), intimidaban a los porteros y causaban disturbios. En nombre de los Casuals, amenazaban a los dueños con repetir la escena cada fin de semana si no eran contratados como vigilantes o recibían cierta cantidad de dinero. Extorsión. La mafia. Como resumió en el juicio el dueño del grupo Matinée: “Tenían a la gente acojonada”.
En 2013, Ricardo Mateo y otras 13 personas fueron condenadas, pero la sentencia excluyó la asociación ilícita para los delitos principales, como la extorsión, las palizas por encargo, el tráfico de drogas o los robos a traficantes. Aunque a Mateo le cayeron 12 años y nueve meses de cárcel, fue una victoria parcial, puesto que el fallo descartaba la tesis de la policía y la Fiscalía sobre la organización criminal. “Nos hallamos ante un grupo de personas con aficiones comunes, la de ser seguidores de determinado club de fútbol, la práctica del boxeo o las artes marciales”, dice tímidamente la resolución, que describe a los condenados como “pendencieros, agresivos y violentos”.
La amnesia de los testigos
Aquel caso, bautizado como Spyderco —por el tipo de navajas plegables que usaban— subrayó aún más que la amenaza y el miedo eran las mejores bazas del grupo. Durante la investigación, 14 víctimas y testigos pidieron declarar como protegidos por temor a represalias. Cuando llegó el día del juicio, ”todas ellas se retractaron de todas y cada una de las declaraciones que hicieron en fase de instrucción”, según el atestado policial. Como Juan S., portero de la discoteca Privé, que fue apuñalado. “No me acuerdo ni me quiero acordar”, dijo entre las risas de los acusados. No fue casualidad ni una epidemia de amnesia colectiva. Mientras sus jefes estaban en prisión provisional, los llamados minicasuals —los más jóvenes de la banda, captados entre las filas de los Boixos Nois y autores de los asaltos violentos a las discotecas— se dedicaron a amenazar, por lo que se ve con éxito, a los testigos.
Dos de esos minicasuals tuvieron un protagonismo especial a la hora de acallar a las víctimas: Javier Gómez, Javidubi, y Francisco Pérez, Paco el Gordo, que entraron como miembros de pleno derecho de los Casuals y ascendieron rápidamente. Con la vieja cúpula presa, el grupo “cambió su estructura para garantizar su supervivencia” y pasó a actuar con más “precaución”, añade el informe. No todos respetaron esa reserva. Paco el Gordo empezó a acumular detenciones y, sobre todo, a hablar más de la cuenta. Convencidos los Mossos como están de que son “un referente en el mundo del crimen organizado en Cataluña”, se lanzaron a un nuevo golpe.
La operación que culminó en junio de 2023 con casi 30 detenidos nació cuando la policía unió dos causas que ejemplifican cada una de las almas de los Casuals: por un lado, un brutal ataque al bar de los ultras del Espanyol en Cornellà; por el otro, multitud de peleas, asaltos a narcos y homicidios en los que, de una u otra forma, aparecían casuals. Un nombre figuraba siempre: el de Paco el Gordo. Con autorización judicial, los agentes instalaron un dispositivo de escucha en su coche. Esos mensajes son la base de los 17 hechos delictivos que la policía atribuye a los detenidos. Es más de lo mismo (secuestro, extorsiones, lesiones, organización criminal, tráfico de marihuana) y, también, la presunta participación en dos homicidios en el mundo del hampa.
Los archivos de audio son elocuentes e ilustran, de nuevo, cómo los Casuals han hecho del miedo su mejor arma. Suyo es un mensaje que se hizo viral: amenazó con graves consecuencias a un seguidor del Espanyol que había saltado al campo durante el derbi en el que el Barça se proclamó campeón de la última liga si no se borraba del brazo un tatuaje ultra. Fuentes del caso consideran que los audios, por sí solos, son insuficientes para probar muchos de esos hechos. La causa, además, es demasiado voluminosa y el juez ha empezado a enviar algunos hechos a otros juzgados lo que, según esas fuentes, se corre el riesgo de perder la visión de conjunto del grupo criminal. Los indicios, además, son más endebles cuando se trata de los veteranos, que saben volar bajo el radar: a Mateo apenas se le menciona en un par de conversaciones, lo mismo que a Pichín; pese a todo, ambos permanecen en prisión provisional.
Los Casuals no deben verse, según fuentes judiciales, como una estructura férrea o piramidal al estilo de, por ejemplo, la Cosa Nostra, sino más bien como un grupo amplio que tiene el Barça como punto de encuentro y que se reúne, con ejes variables, para cometer delitos. La figura de Mateo, según esas fuentes, ejerce un liderazgo distante y simbólico, pero eficaz. En la investigación se menciona la existencia de una una caja común, al estilo de la obshack de la mafia georgiana, un indicador clave en todo grupo criminal. Esa caja ha servido, según los investigadores, para sufragar la vida en prisión de sus miembros: “Sí o sí, tiene cada mes 200 euros de peculio. Es obligado del grupo”, dice Paco el Gordo.
El relato policial y judicial no agota la biografía de los Casuals. Fuentes de su entorno relatan otras fuentes de negocio. Uno es la venta de carnets de los Boixos Nois en todo el mundo a través de internet. El otro, la imposición de multas a personas que dicen ser casuals para obtener algún privilegio o posición de ventaja y en realidad no lo son: la marca del terror tiene copyright. Acostumbrados a resurgir tras cada mazazo policial cual ave fénix, los ultras encarcelados afilan sus opciones para salir en libertad. Desde la celda, donde está tranquilo, Paco el Gordo ha logrado que se difunda una fotografía suya en primer plano con un mensaje: “Estoy preso, no muerto, recordadlo, toda acción tiene una reacción. ¿Creéis que nunca voy a salir?”
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