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Un empresario del ocio nocturno: “Los Casuals tenían a la gente acojonada”

Los testigos alegan que no reconocen su voz o que iban borrachos para desdecirse

Jesús García Bueno
Los miembros de los Casuals, en el juicio de la Audiencia de Barcelona.
Los miembros de los Casuals, en el juicio de la Audiencia de Barcelona.CARLES RIBAS

En medio del ejercicio de desmemoria en el que se está convirtiendo el juicio a los Casuals —la facción más violenta de los ultras del Barça— se alzó ayer la voz de un empresario que no se arredró ante la presencia intimidatoria de 29 acusados con cuerpos de gimnasio. Uno de los dueños de la empresa Matinée, dedicada al ocio nocturno, ratificó que los miembros de la banda provocaron altercados en sus discotecas: “Todos los porteros hablaban de ellos. Se peleaban con los clientes. Tenían a la gente acojonada”, afirmó tras un biombo que le impedía ser visto por los acusados, cada vez más cómodos en la sala de vistas: ríen, escriben notas en papel, comen pipas, gritan “¡haaaala!” cuando oyen algo que les disgusta e incluso dan palmaditas en el hombro a algún testigo amnésico.

El empresario explicó que dio instrucciones a sus porteros para que les vetaran la entrada. Pero no le obedecían. “Cuando llegaban, avisaban por walkie: están los Casuals. No intervenían porque tenían miedo, nadie podía hacer nada”, declaró. El tormento en las discotecas de Matinée, dijo, duró dos años. La fiscalía acusa al grupo, presuntamente liderado por Ricardo Mateo, de traficar con drogas, propinar palizas por encargo y extorsionar a dueños de discotecas. A cambio de evitar las violentas irrupciones en los locales, según la fiscalía, los acusados exigían dinero o ser contratados como vigilantes de seguridad.

“Está usted mintiendo”, dice la fiscal a la víctima de una agresión

Pese a su valiente declaración, el empresario no pudo acreditar la extorsión porque no la sufrió en sus carnes. Sus dos fuentes de información son indirectas. Una es el jefe de seguridad de Matinée —testigo protegido xx9— que le contó, según él, la intención de los Casuals de controlar la venta de droga en las discotecas. La otra son los empresarios del sector del ocio nocturno. “Todos hablábamos de este tema, nos tenía bastante preocupados. (...) A mí en particular nadie me dijo que metiera a sus porteros, sé lo que me han contado de otros locales”, declaró en la Audiencia de Barcelona. Si no denunció antes la situación, insistió, fue “por miedo”.

El resto de testigos siguieron la senda del “ni me acuerdo ni quiero acordarme”, que amenaza con socavar los cimientos del caso. La fiscal pide elevadas penas de prisión —119 años, en el caso de Mateo— porque considera que los Casuals integran una asociación ilícita que cometió un sinfín de delitos. Pero sin los testigos —que se están desdiciendo de sus acusaciones por temor a represalias— debe basar sus acusaciones en las conversaciones telefónicas.

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En la jornada de ayer, la desmemoria rozó el esperpento. Uno de los testigos, portero de discoteca, llegó a negar que su voz fuera la que se escucha en los pinchazos telefónicos. En la conversación, el portero implicaba a casuals en un incidente. Pero ayer no recordaba nada: “Iría borracho”, se limitó a decir. Otro testigo, que en su día denunció haber sido agredido por el grupo, lo negó. El alcohol también fue, en su opinión, determinante: “Antes bebía y decía barbaridades”. El hombre rechazó que su rectificación tenga que ver con el miedo. “Tengo miedo a la policía”, dijo. Y añadió que los Mossos le “coaccionaron” para acusar a miembros de la banda.

El tercer desmemoriado, que también implicó a casuals en las llamadas, dijo que lo hizo solo para “desahogarse”. “Me retracto totalmente de los nombres que he dado. Lo retiro”, afirmó sin más. El cuarto y último testigo fue más allá. Helios M., un habitual de la noche barcelonesa, fue agredido en marzo de 2009 en un restaurante de Castelldefels por Mateo y otro hombre, según la fiscalía. Le dejaron una cicatriz en la cara. En su día, identificó a los autores y afirmó que portaban armas. Ayer negó este extremo y se mostró incapaz de identificar a nadie. “Está usted mintiendo”, le espetó la fiscal Ana Gil, que le acusó de falso testimonio. Es la segunda vez que lo hace en un juicio en el que la magistrada combate la creciente sensación de impotencia con una reprimenda cada vez que los acusados alzan la voz: “El que no se porte bien será expulsado de la sala”.

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Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

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