De no poder pagar clases de música a tocar con la corista de Rosalía
Anna Colom actuará en el festival Desvarío con un coro de la fundación Vozes, que imparte formación musical a jóvenes vulnerables de Nou Barris
Rosario y Vivaldi sonaban por igual en la casa de Paulina Durán cuando tenía 11 años, también Malú y Paganini. Las primeras porque las escuchaba mucho su madre, los segundos gracias a una charla en Barcelona donde le contagiaron la pasión por estos compositores clásicos. Cree que era la única que se “tomaba en serio” la flauta de plástico de las clases de secundaria. No podía permitirse un violín ni acceder a formación musical más allá del instituto: “Ninguna extraescolar”. Este sábado, diez años después, Durán se estrenará en el festival Desvarío con una de las figuras emergentes del flamenco, Anna Colom, gracias a un proyecto social de su barrio.
El conferenciante que inspiró a la joven era Pablo González, creador de la Fundación Vozes para dar una oportunidad musical a los chavales sin recursos de Nou Barris. Hoy tiene a más de 500 jóvenes a su cargo en el distrito barcelonés. Trabaja con otros 19 profesores en esta entidad inspirada en el Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles de su Venezuela natal. Este programa le permitió convertirse en director de orquesta, tocar el cello en algunas de las formaciones más prestigiosas de su país y cursar estudios superiores en Londres.
“No sé cómo tiene tanta energía para dedicarse a esto”, comenta una de las amigas de Durán. Estudia un ciclo de estética por la mañana, continúa después de comer practicando cante y violín para luego entrar a las 20.00 a una cadena de comida rápida hasta la madrugada. Y los fines de semana, ensayo con orquesta y coro. Poder vivir de la música es un escenario lejano, pero esta escuela “es una prioridad” para Durán, que negocia en el trabajo los huecos que sean necesarios para acudir a sus citas. Su último compromiso es el concierto donde actuará como corista con Anna Colom.
Durán y siete compañeras se han adentrado en el flamenco de la mano de una artista con más de 20 años de trayectoria en giras como El mal querer de Rosalía y que ha debutado con su álbum Cayana, un recipiente para moler el grano que le sirve de metáfora para fusionar palos como sus fandangos con el folclore latinoamericano. Ya habían colaborado con otras estrellas como Miguel Poveda, Lluís Llach o concertistas de la sinfónica de Viena, aunque no están acostumbradas a este formato tan reducido. “Sois pocas, tenéis que tirar del carro. ¡No os caguéis!”, anima Colom a su octeto de coristas en el casal de verano de Ciutat Meridiana este miércoles. La cantaora distribuye con paciencia los rangos vocales que le toca a cada una; les corrige “manías” para que las sopranos como Durán no se pisen en las melodías. En el ensayo se fascinan por cómo Colom puede pasar de una soleá a una seguiriya de un momento a otro con tanta soltura y en plena ola de calor.
La relación de Durán con la música también ha tenido “épocas difíciles”, como cuando no pudo acudir durante un curso. “Iba todas las tardes a estudiar después del instituto, pero mi madre me decía ‘es un hobby, te vas a cansar, necesitas un trabajo serio’”. González consiguió convencerla para que su hija retomara los estudios; incluso le involucró en el coro de mayores de Vozes para que reconectase con la pasión que tenía en su Ecuador natal. “Mi madre nos crio sola a mi hermana y a mí, tuvo que sacar a la familia adelante”.
Más allá de la faceta musical, González, con 61 años, se ha convertido en “un padre” para ella y otros cientos de chavales de Nou Barris. “Está pendiente de que no nos falte de nada. Si hay alguna disputa, siempre está allí. Transmite mucha paz”, comenta emocionada Durán. Él no tiene ningún reparo en parar una clase de orquesta para dar uno de sus discursos motivacionales. “Cada día nos enseña algo nuevo: hay que aceptarnos como somos, hay que ganarse las cosas…”.
El docente pretende que sus alumnos vayan más allá de “relacionarse como artistas”. “Quiero que salgan a la calle con confianza en sí mismos”. Cuando estos cumplen 18 años, como Durán, le preocupa que tengan que “interrumpir su formación musical por un problema global de precariedad”. “No es nada fácil dedicar tiempo completo a estudios superiores”. Aún así, esa “gran familia” que supone Vozes para Durán le motiva a preparase las pruebas para poder acceder, algún día, al grado profesional del conservatorio.
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