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El crisol flamenco de Anna Colom

El álbum de debut de la cantaora catalana, con clara vocación atlántica, remite a estructuras canónicas del género musical para fundirse con ritmos latinos

Anna Colom
La cantante Anna Colom, en una imagen promocional reciente.PAULA JANE

El propio título encierra la intención: si se busca la palabra cayana, se encontrará como sinónimo de crisol, adecuada metáfora que contiene el espíritu de los temas del disco de debut de Anna Colom (Barcelona, 1985), que componen ciertamente un crisol en tanto en ellos se funden músicas e influencias diversas: cantos, cante y canción, la raíz junto a las alas con las que viajar y traspasar fronteras, estructuras tradicionales tratadas con imaginación y modernidad… Incluso, abundando en el término, resulta que su uso es propio de países latinoamericanos, lo que no parece casual: entre las muchas sensaciones que concita la escucha, se impone la de su clara vocación atlántica, con unos aires que sobrevuelan los mares para otorgarle luminosidad y frescura.

Además de la percusión, desempeñan un papel fundamental las guitarras de Exequiel Coria, que ha compartido una producción muy pulida con la autora

Es una querencia manifiesta y no solo en aquellos estilos flamencos que más tienen que ver con América —como la guajira o el fandango—, sino en otros que remiten a estructuras rítmicas canónicas, pero terminan fundiéndose con aires musicales muy caribeños, como ocurre en los ‘Tientos de la memoria negra’, que se incendian con los abrasadores metales y una percusión muy determinante. Es este, no obstante, solo un ejemplo de unos arreglos que se perciben originales y abiertos. En ellos, además de la citada percusión, desempeñan un papel fundamental las guitarras de Exequiel Coria, que ha compartido una producción muy pulida con Colom, licenciada en Cante Flamenco en la Escola Superior de Música de Catalunya (Esmuc) y que recientemente estuvo de gira con El mal querer de Rosalía. Los acompañamientos no tienen que ser expresamente flamencos para arropar los cantes. Valga un ejemplo: en los ‘Fandangos de las Indias’, donde se encuentran los estilos de Huelva con el mexicano de Veracruz, acompaña a Colom con un guitalele, instrumento que añade al tema una distintiva sonoridad. Los puntuales coros en estribillos son otro recurso que, en el caso de la guajira, refuerzan su carácter melódico.

En un trabajo donde cada uno de sus nueve cortes remite a estilos flamencos, hay dos que destacan: ‘Soleá del llano’ y ‘Bulerías de Cádiz’, en las que se recuerda a la añorada cantaora gaditana Mariana Cornejo. En el primero, la voz de Anna, que luce versatilidad a lo largo del disco, se rasga y muestra la naturaleza de este cante, aunque la guitarra sigue remitiendo a territorios allende los mares para guiarla, quizás, a la segunda letra de la copla. Las restantes elecciones flamencas tienen que ver con cantes del folclore popular que, en muchas ocasiones y con distintos acentos, este arte ha hecho suyos. El aire abandolao de los fandangos de Lucena viaja al territorio del verdial transportado por la percusión, y los cantes de trilla se interpretan a palo seco: la voz de Anna rezuma tradición y la de Carles Dénia pone los melismas. Las bamberas trasladan su naturaleza lúdica y se rematan a compás mientras que en ‘Nana a Martí’ se muestra el lado más íntimo de Colom, que en el disco alterna letras y músicas propias junto a populares adaptadas.

Portada de 'Cayan', de Anna Colom

Anna Colom 

‘Cayana’ 
Madame Vodevil

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