Las residencias piden a Salud suavizar el protocolo covid en Cataluña: “Es demasiado restrictivo”
La norma, vigente desde julio de 2022, obliga a los positivos a aislarse hasta siete días y algunos ancianos tienen que hacerlo en su habitación por falta de espacio
“Es hora de pasar página de la covid”. Los directores de las residencias geriátricas reclaman a Salud replantear los protocolos de gestión del coronavirus en los hogares de ancianos porque consideran que están desfasados. El texto actual no se ha actualizado en los últimos ocho meses y mantiene unos reglamentos de control interno especialmente restrictivos en comparación con el bajo impacto del virus en los últimos meses. Los ancianos contagiados tienen que pasar un aislamiento que puede durar hasta siete días incluso siendo asintomáticos. La Asociación de directores de centros y servicios de atención a la dependencia gerontológica (Ascad), reclama replantear y flexibilizar la normativa, mientras que la Asociación Catalana de Recursos Asistenciales (Acra) pide acabar con el uso de la mascarilla.
“No es un problema mayoritario, pero en algunas residencias pequeñas, sin suficiente espacio para segmentar a los positivos en otras salas comunes, se ven obligados a recluir a los positivos en sus habitaciones individuales para cumplir con la normativa”, señala Andrés Rueda, presidente de Ascad. El escenario ilustra las dificultades para encontrar un equilibrio entre la prudencia sanitaria y la normalidad colectiva cuando el virus entra en escena en los geriátricos. El recuerdo de la pandemia, cuando sufrieron casi 8.000 muertes en 2020, lleva a algunos directores a seguir escrupulosamente los protocolos para evitar acusaciones posteriores. “Los gestores no quieren que si un positivo lleva a un brote se les denuncie por negligencia. Seguramente el protocolo actual es demasiado restrictivo”, entiende Rueda.
El protocolo vigente se aprobó el pasado mes de julio de 2022 en un contexto de apertura social y económica, con las cautelas propias del ensayo-error aplicado por la administración durante la pandemia. Hacía apenas seis meses, en enero del 2022, que Cataluña tenía aún vigente el toque de queda por la eclosión de ómicron, la restauración tenía el aforo limitado y el ocio nocturno estaba cerrado. Desde entonces el impacto de la covid ha remitido hasta tocar mínimos históricos: Cataluña registra actualmente una incidencia de apenas 31 casos por cada 100.000 habitantes, la más baja de la pandemia, y hace casi dos meses que los ingresados en la UCI por covid apenas superan la decena. Las mascarillas han desaparecido del transporte público y las recomendaciones públicas no obligan a quedarse en casa a los contagiados, aunque sí reclama medidas de protección para evitar la propagación.
En las residencias, en cambio, los aislamientos pueden alcanzar los siete días. “Los positivos con enfermedad leve o asintomática tendrán que hacer un aislamiento durante cinco días”, reza el protocolo vigente. Solo pueden liberarse si son negativos y no han presentado síntomas en las 24 horas previas. En cualquier caso, el aislamiento acaba al séptimo día. La mayoría de los centros habilitan zonas comunes únicamente para aquellos residentes con covid. Así se protege a los usuarios sanos y se limita al máximo las restricciones de los afectados.
Una estricta aplicación de los aislamientos puede tener un efecto lesivo para algunos ancianos, consideran los expertos. La soledad de los confinamientos repercute en la salud mental de los usuarios y en sus capacidad cognitivas: un informe de la Organización Mundial de la Salud de 2021 aseguró que los efectos de la soledad son equiparable al sedentarismo, al tabaquismo o la obesidad; y la comunidad científica señala que la soledad y el aislamiento social aumentan alrededor de un 30% el riesgo de mortalidad.
Pascual también reclama la retirada de las mascarillas en los geriátricos. Estas son obligatorias en los profesionales y la directora de Acra considera que ya restan más que suman. “Las sonrisas y los estímulos faciales no se ven, y son necesarios para la relación con los pacientes”, insiste. La llegada del calor inquieta a los trabajadores por la incomodidad, el sudor y las molestias del cubrebocas. “Este punto angustia bastante a las trabajadoras”, insiste.
Acra ha enviado esta semana una carta al Departamento de Salud para abrir el debate sobre las restricciones en el interior de las residencias. “Aún no tenemos respuesta, pero ahora tiene que mandar el sentido común”, reclama Pascual. EL PAÍS tampoco ha tenido respuesta de la consejería tras pedir el lunes su punto de vista al respecto.
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