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Adiós al curso del fin de la pandemia, de las sentencias y de la revuelta del profesorado

“Hemos recuperado la vida en el instituto, pero la pandemia ha dejado huella emocional”, señala el jefe de estudios de un centro de Montcada i Reixac

Un grupo de alumnos atiende una clase en el IES La Ribera en Montcada i Reixac.
Un grupo de alumnos atiende una clase en el IES La Ribera en Montcada i Reixac.Gianluca Battista

Ahora parece quedar muy lejos, pero el curso arrancó en septiembre con las restricciones por covid bien vivas: mascarillas, grupos burbuja, limitaciones para fiestas y entradas de familias… “Había una sensación de incertidumbre, de que todo podía cambiar. Sabíamos cómo empezábamos, pero no cómo acabaríamos”, recuerda Aniol Pros, jefe de estudios del instituto La Ribera de Montcada i Reixac. Y acabó sin rastro aparente de la pandemia, pero con los docentes exhaustos y enojados por los numerosos frentes abiertos: avance del curso con pocos días para preparar la vuelta al cole el próximo 5 de septiembre, nuevos currículos, las sentencias sobre el catalán y un descontento e incertidumbre por la jornada intensiva de septiembre.

En los primeros meses del curso que ahora acaba, los docentes lidiaban con las consecuencias del confinamiento, especialmente en los alumnos vulnerables, un colectivo que abunda en este instituto, calificado de máxima complejidad. “La pandemia ha causado estragos. Los alumnos más desfavorecidos no podían seguir las clases virtuales, por la brecha digital y por la social. En la ESO creció el absentismo, pero en el Bachillerato se produjeron abandonos. Después de dos cursos casi telemáticos, algunos alumnos se sentían desarmados para seguir los estudios”. A ello cabe sumar las consecuencias psicológicas. “Han aflorado casos de depresión y ansiedad. Los alumnos estaban más nerviosos, había más conflictos”, admite el docente.

Con el cambio de año llegó ómicron, que pasó como un huracán por las escuelas, disparando las infecciones entre profesores -solo en enero Educación nombró 19.000 sustitutos y no se logró cubrir todas las bajas- y alumnos. Las restricciones se fueron levantando progresivamente hasta que, en abril, se eliminaron las mascarillas. “Todo se relajó y mejoró el ambiente en el aula. Había mucha necesidad de pasar página”, incide Pros, aunque recuerda que la covid no ha desaparecido y que al final de curso todavía tenían varios docentes infectados.

Pero en febrero, justo cuando las escuelas intentaban levantar cabeza tras el azote de ómicron, el consejero de Educación, Josep Gonzàlez-Cambray lanzaba otra bomba: el próximo curso escolar empezaría una semana antes y se implantaba la jornada intensiva en septiembre. Una decisión de calado y con mucha repercusión que Cambray no negoció con ningún sector de la comunidad educativa. “Veníamos de un momento muy complejo. ¿Cómo se le ocurre esta propuesta, más bien una imposición? Los centros no tenemos problemas en adelantar el calendario, pero hablémoslo. El enfado de los docentes es lógico”, reclama Pros.

Más inri. La nueva ley educativa estatal, la Lomloe, implica nuevos currículos escolares que marcan un cambio profundo en los métodos de enseñanza: una transformación hacia el aprendizaje por competencias y el abandono de las clases magistrales. “¿De verdad tenemos que cambiar los currículos en un momento complejo, después de la pandemia? ¿No podemos esperar un año para que los centros puedan recuperar la normalidad y la estabilidad?”, cuestiona el docente. En este instituto de Montcada ya han empezado a trabajar por competencias, pero admiten que la gran dificultad es la resistencia de algunos profesores a hacer el cambio.

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Con este caldo de cultivo, los docentes estallaron a mitad de curso. “Los profesores están cansados y hay casos de ansiedad. Además, el Departamento ha pasado toda la responsabilidad a los centros, y las direcciones han tenido que gestionar muchas problemáticas”, incide Pros, quien lamenta que Educación, asegura, haya intentado “enfrentar a familias y profesores”. “Las familias querían avanzar el inicio del curso y parece que los profesores no, porque queremos más días de vacaciones, y esto acaba minando los ánimos. El Departamento nos tiene que cuidar, pero no tenemos esta sensación”, añade. El malestar se plasmó en cinco días de huelga en marzo -que tuvo un seguimiento muy notorio durante los primeros dos días- y cuatro casi a final de curso, sin apenas impacto.

Las sentencias contra la inmersión lingüística también han puesto su sello en este curso. Los tribunales han obligado a implantar ya el 25% de castellano en todo el sistema, pero la Generalitat ha modificado la normativa para, según sus pretensiones, dar más reconocimiento a esta lengua y evitar tener que aplicar porcentajes. Este centro de Montcada refleja la realidad de muchos institutos públicos del área metropolitana. “Ya nos gustaría que el 25% de los alumnos hablara en catalán. Aquí el 90% son castellanohablantes y, aunque las clases sean en catalán, se dirigen al profesor en castellano y toda la comunicación oral es en castellano”, subraya Pros, quien tacha la polémica sobre la inmersión de “innecesaria e inexistente”.

Con todo, este jefe de estudios hace una valoración positiva del curso: “Hemos recuperado la vida en el instituto, en el ámbito de las fiestas, salidas, colonias, el acceso de las familias…”. Aunque con cierto sabor agridulce. “Lo peor es la huella que ha dejado la pandemia a nivel emocional”, remacha.

“Ha sido un curso marcado por la pandemia, más difícil incluso que el primero, pero lo empezamos con mascarilla y acabamos sin ella”, valoró el miércoles el consejero Cambray, quien a la vez admitió que la pandemia deja más alumnos vulnerables. Para Cambray, las dificultades aparecidas este curso “deben servir de aprendizaje para todos”. “Máxima humildad. Siempre lo podemos hacer mejor”, zanjó.

Curso “estresante” y “convulso”

Desde la federación de asociaciones de familias, aFFaC, definen este curso como “estresante”. “Ha habido muchos cambios de protocolo de la covid y se han introducido muchos cambios inesperados para los centros. El Departamento se ha precipitado a implementar ciertas medidas, que podrían ser positivas, pero esta prisa las ha convertido en negativas”, valora su directora, Lidon Gasull. Además, piden a Educación que “reflexione antes de hacer según qué anuncios, hablar con la comunidad y calcular cuándo se pueden implementar las medidas”.

Para el sindicato mayoritario, Ustec, este ha sido “un curso convulso”. “Se han dado muchas circunstancias que hacen que haya excepcional, comenzando por la incertidumbre en septiembre por la pandemia y una sexta ola que comportó el caos en los centros. Y, mientras tanto, el Departamento está entestado en sacar adelante medidas populistas que hicieron estallar el conflicto, un conflicto que sigue abierto. No queremos continuar con una política impositiva y autoritaria. Y si a ello se le suman la sentencia del 25% y el calor en las aulas, son muchos frentes abiertos que han hecho de este uno de los peores cursos desde hace muchos años”, cierra la portavoz, Iolanda Segura.


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