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Muere Oriol Bohigas, el arquitecto de Barcelona

Urbanista, pensador, intelectual y agitador, llevó unos estándares de dignidad a los barrios

Oriol Bohigas, en su despacho en 2012.
Oriol Bohigas, en su despacho en 2012.MARCEL.LÍ SÀENZ

Arquitecto, urbanista, pensador, intelectual, agitador… Es imposible dar con una definición somera y corta de Oriol Bohigas (Barcelona, 1925), fallecido este martes a los 95 años. Fue todo eso, y probablemente mucho más, sobre todo para la capital catalana porque Bohigas fue uno de los padres del conocido Modelo Barcelona, aquel que en los primeros años de la democracia llevó unos estándares de dignidad a los barrios, desde Ciutat Vella hasta Nou Barris. Una transformación urbana que abrió la ciudad al mar, al que históricamente le daba la espalda. A Bohigas, que definía la arquitectura como un “artefacto” social, se le ha considerado una de las principales figuras de la arquitectura española contemporánea.

Mi última conversación larga con él fue en su casa/estudio, en junio de 2014 para una entrevista por su libro Refer la Memòria (RBA), en el que hacía un amplísimo recorrido de su vida, de la evolución de la ciudad, de la arquitectura, de la política y los políticos… Coqueto, genio y figura, Bohigas se presentó impecable al encuentro -con sus calcetines de colores- con ese tono irónico con el que defendía sus convicciones desde lo político –decía que no había ningún político capaz de crear la gran Barcelona que hacía falta - a lo arquitectónico con una carga de profundidad sobre la Sagrada Familia: “Un asesinato de Gaudí”.

Bohigas se encaminó hacia la arquitectura un poco por casualidad, por un comentario que hizo Josep Martorell, amigo de bachillerato y con el que fundó años después el estudio MBM (Martorell, Bohigas y David Mackay). Se graduó en la Escola Tècnica Superior d’Arquitectura de Barcelona (Etsab) en 1951 e inmediatamente se integró en el Grup R que en pleno franquismo impulsó la arquitectura racionalista. Un momento en el que la arquitectura se mezclaba con la política y con el activismo cultural. Fue uno de los nombres propios de la gauche divine que aglutinó a la burguesía progresista, intelectual y antifranquista. Aquella movida barcelonesa que tuvo como sede de reunión –y de diversión- la histórica sala Bocaccio. De aquella época, el arquitecto, abiertamente amigo de la juerga, recordaba que al día siguiente él iba a trabajar.

Fue uno de los nombres propios de la llamada Escuela de Barcelona, con sus socios de despacho y otros del ramillete arquitectónico del momento como Correa, Milà, Clotet-Tusquets-Cirici-Bonet y Mora-Piñón-Viaplana, entre otros. Dirigió la Etsab entre 1977 y 1980, hasta que se integró en la incipiente área de urbanismo del Ayuntamiento de Barcelona, entonces dirigido por el socialista Narcís Serra. Bohigas fue delegado de Urbanismo desde 1980 a 1984 en una ciudad gris, de barrios abandonados. Se pensó bastante la propuesta de Serra y el sí final lo determinó la idea de la candidatura olímpica de Barcelona, en aquel momento casi una quimera, pero ya en el horizonte.

Primero con Serra y después con Pasqual Maragall, Bohigas fue un impulsor de la transformación urbanística que definió con un concepto: “Monumentalizar la periferia y funcionalizar el centro”. El propósito era dar calidad al espacio público de los barrios, dotarlos de equipamientos y de infraestructuras; y en el centro, abocado a los servicios y comercios, que hubiera escuelas públicas. Continuó con ese objetivo desde su despacho profesional cuando dejó el Ayuntamiento al que regresó siete años después (1991) para ocupar la cartera de Cultura. Una etapa en la que impulsó el plan de bibliotecas y que acabó en 1994 con cierto regusto de amargura por no ver respaldado con inversiones un ambicioso plan cultural. “Mátame, pero no a pellizcos”, fue una famosa frase que le dirigió a Maragall por la falta de medios.

No militó en el PSC, pero estuvo situado en su órbita, especialmente en los años de Maragall. De la política se fue distanciando progresivamente por la desconexión de sus actores con la sociedad. Se declaró abiertamente independentista en los primeros compases del procés y firmó un manifiesto a favor de la consulta sobre la autodeterminación. Catalanista de izquierdas, hijo de Pere Bohigas i Tarragó (periodista), siempre contó con un amplísimo círculo de amistades y conocidos con los que le encantaba debatir de todo, con una copa en la mano en no pocas ocasiones. Tertulias o encuentros en su cuartel general; su casa estudio en la Plaza Reial, en el corazón de Ciutat Vella. Se trasladó allí a principios de los años setenta con su compañera desde hace más de 40 años y también arquitecta, Beth Galí. Tuvo cinco hijos, uno de ellos también arquitecto, Josep Bohigas.

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Bohigas era un agente cultural en su sentido más amplio. Entre 1975 y 1999 estuvo al frente de Ediciones 62, promovió también la Fundació Joan Miró –que dirigió entre 1981 y 1988- época en la que afrontó la ampliación del edificio. Desde 2003 hasta 2011 asumió la presidencia del Ateneu Barcelonès en el que también impulsó la importante transformación del edificio para que pudiera tener más actividad. Su idea de dirigir o estar al frente de cosas suponía intervenir, acción. No era solo cuestión de figurar.

Como urbanista, a Bohigas se le ha vinculado también con las plazas duras de Barcelona – la dels Països Catalans, la de Sants, o el parque del Escorxador- en una etapa que compartió codo con codo con el que fue arquitecto jefe del Consistorio, Josep Anton Acebillo. Dos nombres clave en la transformación de la ciudad de los ochenta y los noventa ligada a los Juegos Olímpicos de 1992. El estudio y las reflexiones sobre el urbanismo y la arquitectura fueron objeto de una quincena de publicaciones en las que Bohigas daba rienda suelta a sus ideas y conocimientos. Algunos de los más destacados, entre otros, son Barcelona entre el Pla Cerdà i el Barraquisme y Arquitectura modernista.

El arquitecto firmó proyectos de bastantes promociones de viviendas sociales en los años sesenta, muchas de ellas de aire racionalista y realistas con las necesidades de los trabajadores. Otra época, bien distinta, fue la de las edificaciones de la Vila Olímpica o la de edificios singulares como el DHUB de la plaza de las Glòries y en el que Bohigas dejó claro aquello de genio y figura: diseñado inicialmente para que se elevara sobre el anillo viario de la plaza -tuvo el sobrenombre de la grapadora-, no quiso cambiar el planteamiento ni la idea cuando el Ayuntamiento decidió derribar el anillo. Ahora, las cristaleras de la última planta del DHUB son un mirador sobre la plaza. Bohigas criticó el resultado de la época de la arquitectura iconográfica de Barcelona, ciudad de la que recibió la medalla en 2018.

El arquitecto confió la ingente documentación atesorada durante más de 60 años de vida profesional en dos fondos. El más voluminoso fue cedido el pasado mes de septiembre al Archivo Nacional de Cataluña y el fondo de documentos del que fue su despacho MBM a la Escuela de Arquitectura de Barcelona en la que la biblioteca lleva su nombre.

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Sobre la firma

Blanca Cia
Redactora de la edición de EL PAÍS de Cataluña, en la que ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional en diferentes secciones, entre ellas información judicial, local, cultural y política. Licenciada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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