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La virulencia del segundo macrobotellón de La Mercè desborda la gestión de Colau

La concentración de 40.000 personas en Barcelona acaba con 22 detenidos y 34 heridos

Un joven con una señal de tráfico arrancada durante el segundo macrobotellón en Barcelona coincidiendo con La Mercè.
Un joven con una señal de tráfico arrancada durante el segundo macrobotellón en Barcelona coincidiendo con La Mercè.CRISTÓBAL CASTRO
Clara Blanchar

El plan de los responsables de seguridad del Ayuntamiento de Barcelona para evitar botellones multitudinarios durante las fiestas de La Mercè, que consistía en un dispositivo de Guardia Urbana y Mossos d’Esquadra sin precedentes para intentar impedir que se convirtieran en multitudinarios, no funcionó. Con las discotecas todavía cerradas en Cataluña (solo pueden abrir las que tienen terraza, que en Barcelona son una decena) y tras una primera madrugada con 15.000 participantes en un macrobotellón en la plaza de Espanya, la segunda noche de la fiesta, en la madrugada del sábado, congregó a 40.000 jóvenes —muchos muy jóvenes— con ganas de fiesta.

Pero a partir de las 3 de la madrugada la situación se desbordó: derivó en descontrol, lanzamiento de botellas a la policía y graves altercados y peleas, algunas con armas blancas y botellas rotas. Hubo 22 detenidos, 34 heridos (14 con cortes con cristales o arma blanca), cinco policías heridos y un reducido grupo quemó coches y motos, rompió paradas de autobús, mobiliario urbano y los cristales de dos comercios y la fachada del Palacio de Congresos.

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Tras la batalla campal de última hora, el sábado fueron necesarias hasta tres pasadas de vehículos de limpieza para eliminar el cristal que cubría el asfalto como una alfombra. Y en las fuentes de Maria Cristina se acumulaban botellas flotando en el agua, bolsas de supermercado y de hielo, y hasta señales de tráfico y de paradas de bus. Las autoridades también investigan una posible agresión sexual.

Por la tarde, Mossos y Urbana informaron de un refuerzo del dispositivo con “controles de saturación, filtros y cierres en la zona” en vistas a la tercera noche de fiesta. Y situaron el inicio de los incidentes “cuando un grupo de personas violentas habrían atacado a efectivos de la Guardia Urbana mientras asistían a la víctima de una agresión”.

La alcaldesa Ada Colau visitó la zona a mediodía y tachó de “inaceptable” lo ocurrido. Lo desvinculó del programa oficial de la fiesta mayor y aseguró que “se traspasaron líneas rojas: de un problema de incivismo y ocupación intensiva de la vía pública la primera noche, se ha convertido en una cuestión de orden público, delincuencia y vandalismo”. Colau agradeció el trabajo coordinado de Urbana y Mossos. Pero no aclaró por qué no funcionaron los planes previstos, que pasaban por detectar convocatorias en redes sociales, multar cuando hubiera poca gente y controlar que las tiendas no vendieran alcohol a partir de las 23 horas, cuando lo tienen prohibido. “Es muy difícil intervenir con 40.000 personas”, apuntó. Ningún mando de la Guardia Urbana explicó las circunstancias en las que el número de asistentes al botellón se descontroló.

Colau pidió al consejero de Interior, Joan Ignasi Elena, un nuevo dispositivo policial “especial, reforzado, enfocado al orden público y con carácter preventivo”. El teniente de alcalde de Seguridad del consistorio, Albert Batlle, empleó casi calcadas palabras para describir los hechos: “Un salto de escala”. Sobre los planes iniciales apuntó: “Una cosa es prevenir, y otra evitar”. La situación, apuntó, fue de “extrema complejidad”. También el socio de Colau en el Gobierno, el socialista Jaume Collboni señaló que “un problema de orden público y seguridad sobrepasa las competencias de la Guardia Urbana” y pidió “más recursos a Interior”.

Una tormenta perfecta

En las últimas noches se ha producido una tormenta perfecta: la fatiga pandémica de los jóvenes después de cinco olas de pandemia, el hecho de que de facto el ocio nocturno siga cerrado (solo pueden abrir las discotecas que tienen terraza, una decena en toda la ciudad), el puente de tres días; y el hecho de que muchos chavales de la ciudad salgan por primera vez por La Mercè. Todo ello regado con horas y horas de alcohol y la actitud descontrolada de algunos.

La violencia de la madrugada del sábado llegó hasta la calle de la Creu Coberta, un eje comercial. Maria Ros, propietaria de la casi centenaria tienda Ros de ropa, relataba el mal rato que pasaron cuando un grupo de chavales intentó destrozar los escaparates y acabó destrozando y llevándose la ropa de uno de ellos. “Mi madre vive encima de la tienda y se asustó mucho. Daban patadas y golpes con tapas de alcantarilla. Entre las seis y las nueve de la mañana la policía no se presentó”, lamentaba y relataba “el descontrol y actitud desacomplejada de los chicos, que se cargaron la marquesina del bus, subieron en el mobiliario de las terrazas y zarandearon señales de tráfico y hasta farolas”. Los jóvenes también asaltaron una tienda de telefonía móvil.

Críticas de la oposición

Los incidentes provocaron la rápida y airada reacción de todos los partidos de la oposición en el Ayuntamiento, que criticaron la gestión que el gobierno municipal ha hecho de la concentración de dos noches consecutivas en la zona de la plaza de Espanya. A un año y medio de las elecciones y con el ambiente político municipal ya crispado desde antes de La Mercè, los altercados prometen capitalizar el debate en el pleno ordinario de septiembre, previsto para el próximo miércoles.

Desde el grupo municipal de ERC, su líder, Ernest Maragall, manifestó: “En Barcelona se ha superado cualquier límite: espacio público desbordado, del incivismo a la delincuencia, autoridad perdida. No es excusa la cantidad ni la presencia de no barceloneses. Gobierno municipal sinónimo de impotencia total. Si no saben asumir responsabilidades que dejen paso a los que sí queremos”. “La ciudad se nos escapa de las manos. Barcelona debe ser una ciudad de derechos y deberes”, añadió el edil republicano Jordi Coronas.

La líder de Junts per Catalunya en el consistorio, Elsa Artadi, escribió en las redes sociales: “Basta de negligencia. Barcelona está descontrolada por culpa del gobierno de Ada Colau y Jaume Collboni. Son incapaces de velar por la seguridad de los ciudadanos”. Y Ciutadans, por boca de su jefa de filas en el Ayuntamiento, Luz Guilarte, afirmó que “Colau y el PSC han abandonado la protección de los barceloneses y desautorizado a los agentes” y les pidió que “asuman sus responsabilidades”.

Por parte del PP, Josep Bou avisó de que “la explosión de violencia e incivismo de la noche del sábado en Barcelona es absolutamente intolerable” y añadió que “falta más prevención y más mano dura frente a estos gamberros”. Y Eva Parera, de Barcelona pel canvi (el partido fundado por el ex primer ministro francés Manuel Valls), invitó a la alcaldesa a marcharse y afirmó: “Señora Colau, en Barcelona falta ley y orden”.

La detención de Puigdemont alteró los planes de Mossos

La dimensión de la concentración de jóvenes la segunda noche de La Mercè en la plaza de Espanya y la avenida de Maria Cristina de Barcelona no entraba en las previsiones de la policía municipal, aseguran fuentes próximas al cuerpo. La Guardia Urbana había explicado que el dispositivo preventivo haría un seguimiento de las redes sociales para detectar la organización de encuentros multitudinarios. Pero no contemplaban que la segunda noche de fiesta la afluencia casi se triplicaría respecto a la primera (de 15.000 a 40.000 personas). El control de redes sociales no siempre permite detectar citas o mensajes que corren por chats cerrados de sistemas de comunicación como whatsApp o telegram, precisan.

Además, explican las mismas fuentes, la detención en Cerdeña del ex presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, alteró los planes de los Mossos d’Esquadra. Reorganizaron sus dispositivos en previsión de protestas que no se produjeron, pero que les llevaron a destinar agentes a la protección de edificios sensibles. Fuentes de Interior aseguran que “son hechos que no estaban relacionados” y que los agentes presentes en la zona del botellón eran los previstos. El cuerpo también destinó agentes a proteger la comisaría que la policía autonómica tiene en la plaza de Espanya.

Los destrozos producidos durante la larga madrugada por parte de un grupo descontrolado afectaron los cristales de marquesinas de paradas de autobús. Y también rompieron la parte baja de la fachada acristalada del Palacio de Congresos, el edificio de la Fira que lleva meses acogiendo un centro de vacunación contra el coronavirus (el sábado funcionó con normalidad). El director general del recinto ferial, Constantí Serrallonga, lamentó “profundamente los actos vandálicos”.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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