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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un republicano para salir de la resaca

La elección de Aragonés representa el cambio de hegemonía en el universo nacionalista catalán. Esquerra logra lo que no había conseguido durante la larga hegemonía de Convergència

La presidenta del Parlament, Laura Borràs durante su intervención en la segunda jornada del debate de investidura.
La presidenta del Parlament, Laura Borràs durante su intervención en la segunda jornada del debate de investidura.Alberto Estévez (EFE)
Josep Ramoneda

Con Pere Aragonès, Esquerra Republicana vuelve a la presidencia de la Generalitat. La tuvo durante la II República y la vuelve a conquistar ahora. Pero en este largo puente simbólico hay un episodio que no se puede olvidar. Josep Tarradellas, de Esquerra Republicana, asumió la presidencia de la Generalitat en el exilio en 1954 y la de la Generalitat provisional de Cataluña, en su restauración simbólica en 1977, que ocupó hasta las elecciones de 1980, con la legitimidad de haber mantenido la continuidad de la institución. De manera que ésta operación, de la mano de Adolfo Suárez, fué el único punto de ruptura y de engarce con la legalidad republicana en la transición. Ahora, en pleno conflicto por la independencia, el único partido que lleva inscrita la condición republicana vuelve a la presidencia de la Generalitat. Me viene a la memoria una enigmática frase de Georges Orwell: “Quién controla el presente controlará el pasado, quien controla el pasado controlará el futuro”.

La solemnización del pacto ha estado lastrada por extraños movimientos como la renuncia de Elsa Artadi
La solemnización del pacto ha estado lastrada por extraños movimientos como la renuncia de Elsa Artadi

Pero aunque la historia ayude a solemnizar el acto, los escenarios del presente no están nunca exentos de tensión y de contradicciones. La elección de Aragonès representa el cambio de hegemonía en el universo nacionalista catalán. Esquerra Republicana toma el mando. Lo que no había conseguido durante la larga hegemonía de Convergència lo logra ahora cuando los herederos del pujolismo transmutados al independentismo se han integrado en un movimiento de aluvión llamado Junts per Catalunya. La imposibilidad del sorpaso era ya un mito de la política catalana y sobre él se ha construido la teoría del complejo de Esquerra que en los momentos decisivos quedaba atrapada por el pánico. Algo de ello ha habido en las temerosas respuestas de Aragonès a las repetidas provocaciones de sus aliados. Pero esta vez Esquerra ha salido con la suya. Y Junts sólo puede vivir mal esta afrenta.

El camino a la presidencia ha pasado por unas elecciones anticipadas, prometidas por Torra hace casi dos años, que se fueron aplazando hasta que la inhabilitación del presidente las puso en el calendario. Illa ganó por la mínima a Aragonès que, a su vez ganó por la mínima a Puigdemont-Borràs, y empezó el jaleo. El desenlace ha requerido tres meses y tres votaciones. Un juego de desgaste que se detuvo porque los actores comprendieron que estaban agotando la paciencia incluso de sus propios votantes. Los pactos pretenden ser el punto de encuentro entre grupos con intereses en conflicto. Pero el descontento de Junts parece que no cesa. La solemnización del pacto ha estado lastrada por extraños movimientos: la renuncia de Elsa Artadi a entrar en el Gobierno y los sonoros silencios del sector neoliberal / puigdemontista de Junts. De modo que habrá que esperar a la formación de Govern para ver si este sector toma ya distancias del pacto para preparar un próximo asalto. Junts per Catalunya es un batiburrillo ideológico y será difícil desbloquear la política catalana mientras no estalle en sus contradicciones.

¿Tendrá autoridad para relanzar el país jerarquizando las prioridades conforme al principio de oportunidad?
<CW-10>¿Tendrá autoridad para relanzar el país jerarquizando las prioridades conforme al principio de oportunidad?

Aragonès alcanza la presidencia en un momento en que urge redefinir estrategias y salir de la larga resaca de octubre de 2017. No se puede vivir sólo de la cantinela del mandato del 1 de Octubre. ¿Es posible con una coalición de mínimos en que las cartas están marcadas? Nadie le puede discutir a Esquerra su apuesta por el independentismo: es estructural en ella. Pero, como Junqueras, ha repetido una y mil veces, es un camino largo, que requiere una enorme acumulación de capital político (de voto) y que sólo puede resolverse en un referéndum. De modo que toca gobernar y bregar. Mientras que Junts en su caos ideológico insiste en la confrontación, el embate democrático. Con esta contradicción de fondo es muy difícil avanzar. Entre otras cosas, porque la imposibilidad efectiva del plan de Junts obliga a señalar al vecino siempre como culpable. La gran promesa se está convirtiendo así en factor de bloqueo de las múltiples ambiciones que necesita este país para salir de la gran resaca.

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Este es el desafío que tiene el nuevo presidente ante sí. ¿Tendrá autoridad para relanzar el país jerarquizando las prioridades conforme al principio de oportunidad? Hay en el ambiente una sensación creciente de que no se puede perder más tiempo. Pero todo dependerá de la celeridad con la que se den algunos pasos. De la capacidad de implicar muchas manos: los Comunes están ahí. Y Illa deberá aprender a ser más PSC que PSOE. Y, sin duda, de que el Gobierno español sea capaz de leer la situación y tener el coraje suficiente para pasar de las promesas a los hechos. Y aportar razones a la distensión.

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