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Pere Aragonès, un pragmático en el polvorín de la Generalitat

El dirigente de ERC cubre la vacante de Torra con escaso margen para cambiar las políticas del Govern

El vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante la declaración institucional de Quim Torra en el día de su inhabilitación.
El vicepresidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante la declaración institucional de Quim Torra en el día de su inhabilitación.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)
Cristian Segura

El nuevo presidente en funciones de la Generalitat, Pere Aragonès (Pineda de Mar, Barcelona, 37 años), es un político diferente entre los referentes del nacionalismo catalán. No solo evita el griterío de las redes sociales, también se caracteriza por una discreción que le distancia del populismo que cultivan referentes de su partido, Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), y sobre todo los dirigentes de su socio de Gobierno, Junts per Catalunya. En una formación como ERC, que se ha distinguido en muchos momentos de su historia por abanderar un independentismo intransigente, Aragonès representa la nueva cara moderada de los republicanos, aquello que el expresidente de la Generalitat Artur Mas dijo en septiembre que le recordaba a los valores pragmáticos de la extinta Convergència i Unió (CiU). Todavía más inusual es que un político independentista se defina hoy como “una persona de orden”, tal y como asegura el hasta ahora vicepresidente de la Generalitat en el libro Pere Aragonès, l’independentisme pragmàtic (Pòrtic), publicado este año.

Aragonès tendrá el encargo de liderar el Govern hasta las nuevas elecciones, previstas para el mes de febrero. Lo hará condicionado por sus socios de Junts per Catalunya y por unas bases de ERC que no siempre han acompañado la estrategia de cierta moderación que ahora defiende la cúpula del partido. El margen de Aragonès para cambiar el estado de las cosas en la Generalitat es, pues, limitado. El hasta ahora vicepresidente y máximo responsable económico del Gobierno catalán procede de una familia de empresarios que destacaron en el sector textil y hotelero. Su padre fue concejal independiente en las listas municipales de CiU y su abuelo fue alcalde de Pineda durante el franquismo. Aragonès explica en el libro, elaborado junto a la periodista Magda Gregori, que se considera una persona “con capacidad de interlocución entre sectores muy amplios de la sociedad”. También subraya que para él es fundamental “trabajar para mantener el prestigio de las instituciones catalanas”, una idea que coincide con el discurso de ERC en los últimos meses a favor de que el ahora inhabilitado presidente de la Generalitat, Quim Torra, convocara elecciones para evitar su destitución por parte del Tribunal Supremo. Aragonès afirmó el lunes sobre la sentencia: “Es un golpe antidemocrático a nuestras instituciones”. Lo que da idea de que poco cambio puede esperarse en este sentido en el seno del Govern.

Oriol Junqueras ungió a Aragonès como hombre fuerte del partido en una reunión de 2018 en la prisión de Estremera, donde el presidente de ERC esperaba para ser juzgado por el referéndum inconstitucional del 1 de octubre de 2017 y la posterior declaración unilateral de independencia. Aragonès tiene formas de actuar diferentes a las de Junqueras: ni tiene su carisma ni luce un perfil mesiánico. La mano derecha de Junqueras es un hombre que actúa con cautela y que evita llamar la atención. Su elección marcó la nueva línea a seguir de ERC, partidaria de no dinamitar los puentes con el PSOE y Podemos, y, sobre todo, empeñada en aglutinar una mayoría electoral nutrida con nuevos independentistas más pragmáticos.

Aragonès ha desarrollado su trayectoria profesional en la estructura del partido. Parecen quedar lejos los años más radicales, cuando lideraba las Juventudes de Esquerra Republicana (JERC). Su imagen más famosa de aquella época fue la presentación en 2005 de una campaña esgrimiendo carteles con el lema “Cada segundo, España nos roba 450 euros”. En 2006, defendía de forma vehemente el voto contrario de las juventudes republicanas en el referéndum del nuevo estatuto de autonomía, por considerarlo insuficiente en derechos sociales y sobre todo en los aspectos sobre el autogobierno de Cataluña.

Entre 2012 y 2017, cuando el nacionalismo catalán emprendió la carrera unilateral por la independencia, Aragonès se mantuvo en un segundo plano, como apoyo a los primeros espadas del partido, Junqueras y Marta Rovira. Tras la sentencia del juicio del 1-O, en octubre de 2019, Aragonès jaleó a la desobediencia en varias ocasiones, incluso, y pese a su responsabilidad institucional, a la ocupación del aeropuerto de El Prat.

En el libro El independentisme pragmàtic, el posible candidato de ERC en las próximas elecciones autonómicas defiende que será necesaria en el futuro la confrontación y las “microdesobediencias” para alcanzar la autodeterminación: “Convendrá una estrategia de enfrentamiento, de confrontación, de tensión”. “Se producirán otras situaciones que nos permitirán desacreditar al Estado con microdesobediencias”. Preguntado el pasado febrero, en la rueda de prensa de presentación de su libro, qué eran para él estos planteamientos de desobediencia y de confrontación, Aragonès respondió que el diálogo con el Gobierno del PSOE se debía regir por la misma lógica que una negociación sindical, en la que “hay acciones por la parte sindical y por la parte patronal que intentan condicionar el resultado”. Estas palabras las pronunció Aragonès pocas semanas antes de estallar la pandemia de la covid-19 y una crisis global que ha relegado el conflicto en Cataluña a un segundo término.

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Sobre la firma

Cristian Segura
Escribe en EL PAÍS desde 2014. Licenciado en Periodismo y diplomado en Filosofía, ha ejercido su profesión desde 1998. Fue corresponsal del diario 'Avui' en Berlín y en Pekín. Desde 2022 cubre la guerra en Ucrania como enviado especial. Es autor de tres libros de no ficción y de dos novelas. En 2011 recibió el premio Josep Pla de narrativa.

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