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La música de Xavier Cugat calienta el Grec

Recordar a este personaje histórico siempre es un acierto y aún más por estos pagos en los que parece que ya todos han olvidado su nombre y más aun su música

Un momento del homenaje a Xavier Cugat en el Grec.
Un momento del homenaje a Xavier Cugat en el Grec.Alfred Mauve

Noche calurosa de verano en un teatro Grec sumido en esa normalidad que será nueva o simplemente anormal pero de la que no vamos a escapar tan fácilmente como pensábamos. Más que normalidad lo que imperaba el martes en Montjuïc era la naturalidad tanto en el acceso al recinto con cuentagotas (ninguna aglomeración), las conversaciones previas tras la mascarilla o el embarque aeronáutico al anfiteatro. Una vez dentro, y es de agradecer, casi todas las mascarillas permanecían en su lugar. Solo una minoría de incívicos desconsiderados, a los que los acomodadores no llamaban la atención, la utilizaban para taparse el pescuezo.

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Recordar a este personaje histórico siempre es un acierto y aún más por estos pagos en los que parece que ya todos han olvidado su nombre y más aun su música. Un personaje que encaja perfectamente en el tópico del profeta y su tierra: mientras que en los Estados Unidos (y también en el resto de América) no se le erigen estatuas porque al ser de Girona seguro que se le puede encontrar un pasado esclavista (ya se sabe: todos los catalanes lo tenemos) por aquí, tal vez precisamente por ser de Girona, lo tenemos abandonado en el pozo del olvido (podría ser el título de una de sus canciones).

Cugie es uno de esos personajes históricos que acumula todos los tópicos: de los inicios de una vida aventurera a un encadenado explosivo de relaciones de pareja concluyendo con un precioso Rolls Royce vintage aparcado ante la puerta de lo que entonces era el Hotel Ritz barcelonés. ¿Su música? Sobre ese punto prácticamente nadie estaría dispuesto a romper una lanza en su favor. Solo por esa razón este espectáculo de largo nombre (que requiere un subtítulo en catalán para que podamos relacionar el original en inglés con Cugat) ya merece todos los elogios.

Si tenemos en cuenta el programa de mano virtual (¿una nueva moda o ahorros municipales?) se trataba de Teatro Musical pero la parte teatral, si se le puede llamar así, era mínima, más bien una pequeña anécdota entre canciones excesivamente paródica y superficial que nos podíamos haber ahorrado sin problemas. Divertido el vestuario de Anna Moliner y poco más.

Por suerte la música compensó todas las carencias escénicas convirtiendo la velada en un bombazo. Un tórrido puñado de temas de esos que están clavados en la historia de cualquiera que tenga más de cincuenta años, de El Manisero o Siboney a Historia de un amor o Me lo dijo Adela. Servidos en magníficos arreglos por una big band impecable dirigida por David Pastor que se lució en algunos solos de trompeta. El trabajo que Pastor esta haciendo con la orquesta del Taller de Músics es francamente encomiable. Magníficas también las tres voces de la orquesta, no tanto la de Moliner, no porque no cante bien sino por el exceso de parodia que imprimió a sus interpretaciones.

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Música altamente contagiosa para levantarle los ánimos y hacerle olvidar la mascarilla (y todo lo que significa) a cualquiera.

I sing a song about bananas. Una nit tropical d’homenatge a Xavier Cugat

Original Jazz Orquestra del Taller de Músics.

David Pastor, dirección.

Saphie Wells, Eva del Canto y Antonio Navarro, voces.

Anna Moliner, Xavier Ruano y Ferran Vilajosana, actores.

Ester Nadal, dirección escénica.

Helena Tornero, dramaturgia.

Teatre Grec, 28 de julio.

 

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