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Los casos de maltrato a ancianos en Barcelona se duplican durante el confinamiento

La Diputación, que aglutina todos los municipios de la provincia excepto la capital catalana, señala que la violencia psicológica y la económica son las situaciones más recurrentes

Dos ancianos junto a una joven toman el aire en el barrio de Sant Antoni de Barcelona.
Dos ancianos junto a una joven toman el aire en el barrio de Sant Antoni de Barcelona.Albert Garcia (EL PAÍS)
Jessica Mouzo

La pandemia ha generado víctimas más allá de la covid-19. Por seguridad, la crisis sanitaria obligó a confinar a la población en sus viviendas, pero no todos los hogares son seguros. Como con la violencia machista —las llamadas al 016 aumentaron un 60% en abril respecto al año anterior—, el maltrato a ancianos en el hogar también se recrudeció durante el encierro. Según la Diputación de Barcelona, los casos de violencia hacia las personas mayores se duplicaron: desde mediados de febrero hasta el inicio del confinamiento se detectaron 52 casos; durante el estado de alarma (hasta el 9 de abril), se reportaron 112 casos.

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El maltrato a ancianos es un fenómeno “invisibilizado”, coinciden los expertos consultados. Se produce en el ámbito del hogar, de puertas adentro, y los agresores suelen ser familiares muy próximos. Las víctimas apenas lo hablan y casi nunca denuncian. “La situación de dependencia de la víctima hace que sea más difícil detectarlo”, apunta Daniel López, vocal social de la Sociedad Catalana de Geriatría de la Academia de Ciencias Médicas de Cataluña.

El confinamiento ha agudizado estas situaciones. “Como ocurre con la violencia de género, donde había relaciones no satisfactorias y maltrato, con el confinamiento se incrementan”, apunta Albert Quiles, director de Amics de la Gent Gran, una entidad que hace acompañamiento a ancianos a través de una extensa red de voluntarios.

Según los datos de la Diputación de Barcelona, que aglutina a todos los municipios de la provincia excepto la capital catalana, los casos detectados se han duplicado. “Las personas mayores están conviviendo con las personas presuntamente maltratadoras y esta situación de aislamiento social las pone en mayor riesgo porque están solas con el familiar y no reciben visitas”, apunta Pilar Martínez, directora del Programa de Envejecimiento Activo de la Diputación. El ente público monitoriza los casos en riesgo a través de un grupo de trabajo y de la información que reportan los servicios sociales municipales.

La detección de casos o situaciones de riesgo por parte de actores sociosanitarios externos a la familia también se ha visto mermada durante la pandemia. Por ejemplo, desde la atención primaria, que ha tenido que limitar las visitas presenciales a causa de la crisis sanitaria. También la teleasistencia, la atención domiciliaria o el voluntariado de entidades como Amics de la Gent Gran. “Los voluntarios son nuestros ojos en las casas, son la red de prevención. Al no poder ir a sus domicilios, no podemos saber qué ha pasado. Hemos hecho seguimiento con llamadas telefónicas, pero no es lo mismo”, advierte Quiles.

La Diputación detectó en 2019, 392 casos de maltrato en 42 municipios de la provincia. Pero esto es solo la punta del iceberg del fenómeno: víctimas que se atreven a denunciar o situaciones puntuales que los dispositivos sociales, como la atención primaria, acaban detectando. “El problema está en la denuncia: es muy difícil denunciar a un hijo, a un sobrino, a un nieto. Hay que empoderar al anciano, pero cuando el maltrato se produce en el círculo íntimo del anciano, es muy complicado que lleguen a denunciar”, señala Quiles. Según Martínez, menos del 15% de las víctimas denuncian.

Violencia psicológica

Los expertos coinciden en que el tipo de maltrato más común es el psicológico. Mandarlos callar, no dejarles hablar, decirles que no sirven para nada, gritarles o aislarlos. El abuso económico por parte de los hijos y las negligencias por parte de las hijas, que son las cuidadoras habituales, son otros tipos de violencia común hacia las personas mayores. “El perfil del maltratador suele ser los hijos que vuelven a casa de los padres, se hacen con la vivienda y arrinconan a la persona. Con la pandemia se ha dejado al presunto maltratador con la víctima, solos, durante dos meses. El maltratador no tiene ninguna mirada exterior y se siente libre con su víctima porque sabe que no va a recibir ninguna visita”, señala Martínez. El maltrato físico suele darse solo en el 10% de los casos.

A diferencia de los datos de la Diputación, un portavoz del Ayuntamiento de Barcelona señala que ninguno de sus sistemas de alarma, como la teleasistencia o los servicios jurídicos de servicios sociales, han detectado un incremento de casos de maltrato. “Nosotros tenemos municipios pequeños, de 100 habitantes. Al aislamiento físico, se suma el social y el territorial”, defiende Martínez.

El Departamento de Asuntos Sociales tampoco ha observado, todavía, ningún indicador de alerta. Pero mantienen la alerta activada. “Estamos recabando datos y poniendo el termómetro en nuestras fuentes habituales. Es muy previsible que se agudice el maltrato y el expolio económico en momentos de crisis”, sostiene el secretario de Asuntos Sociales y Familia, Francesc Iglesias.

La soledad: el gran factor de riesgo

Dos de cada tres personas que atiende Amics de la Gent Gran son ancianos que viven solos. Y la soledad es, de hecho, uno de los grandes factores de riesgo de maltrato. “Una persona que vive sola y están en una situación de fragilidad emocional tiene más riesgo de que la estafen o la manipulen”, señala.

 

E insiste en que denunciar los casos es clave. “Si no, no hay nada que hacer. Lo único que podemos hacer es tener los ojos en esas casas para que la cosa no se desmadre, pero si tiramos de la manta, corremos el riesgo de que el familiar aísle al anciano y no nos deje volver a entrar”, avisa.

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Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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