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Los familiares de los ingresados en una residencia de Barcelona: “Nadie sabe qué pasa ahí dentro”

Cinco familias denuncian la falta de información en un centro sociosanitario de la capital catalana que atiende a afectados por el coronavirus

El centro sociosanitario Hestia Palau, en el edificio de la antigua Quinta de Salud La Alianza, en Barcelona.
El centro sociosanitario Hestia Palau, en el edificio de la antigua Quinta de Salud La Alianza, en Barcelona.
Clara Blanchar

Cinco familias y relatos muy parecidos. Son testimonios de hijos o nietos angustiados por las dificultades para saber cómo están sus padres o abuelos, ingresados o residentes en el centro sociosanitario Hestia Palau, en el edificio de la antigua Quinta de Salud La Alianza, en Barcelona. Con una mayoría de ancianos entre sus usuarios, algunos en régimen de residencia, otros derivados de hospitales como el de Sant Pau, hay casos de coronavirus, entre pacientes y sanitarios. Y muertos. “Claro que hay, como en todas partes”, aseguraba el miércoles en la puerta un empleado con bata blanca: “Esto es un certificado de defunción”, decía sosteniendo un formulario.

La empresa responde a través de una portavoz que “no comparte las alusiones sobre la falta de información” y se niega a hacer públicos los datos de afectación de la pandemia en el centro, que entre varios servicios suma más de 400 camas, según su web. La portavoz defiende que no tiene la obligación de facilitar cifras, que se comunican al Departamento de Salud de la Generalitat. Consultado este, tampoco los datos pese a la insistencia de este diario.

Ni la empresa ni la Generalitat detallan cuál es el impacto del virus en el centro
Ni la empresa ni Salut detallan cuál es la afectación del virus en el centro

Pedro, que prefiere no identificarse con su nombre real, como el resto personas que ofrecen su testimonio en este reportaje, fue el primero en dar la alerta: “Nadie sabe qué pasa ahí dentro, hay un apagón informativo”, dice desde Madrid este hombre, hijo de una mujer que lleva tres años en la residencia. Pedro viaja a Barcelona una vez al mes para visitarla y tiene contratada a una mujer que acudía al centro a dar de comer a su madre. Pero con las restricciones para frenar la pandemia ninguno de los dos puede verla.

“Es muy difícil hablar con el servicio médico, los teléfonos no responden, solo contestan si mandas un correo. Te llama la asistenta, y solo si insistes mucho, un médico”, lamenta. Y señala: “Nadie nos ha comunicado a las familias formalmente que hay casos”. A Pedro le dicen que su madre está bien, pero duda, porque hace unos días le aseguraron “por escrito” que no había casos: “Lo están ocultando”.

No es el único que desconfía. A la madre de Pilar, que este fin de semana habría cumplido 90 años, la derivaron junto a otros enfermos de Covid el domingo 27 desde el hospital de Sant Pau. Ni el lunes, ni el martes, ni el miércoles pudieron hablar con ella, aunque tenía móvil y la cabeza clara, relata. No sabe si le entregaron cartas de sus nietos. Y el miércoles, cuando la enferma ya estaba muy mal, después de dos horas esperando en la sala de espera para verla, justo cuando se estaba poniendo un equipo de protección, le avisaron de que había muerto. “Por 30 segundos no la ha visto viva”, asegura que le dijeron. “Pero me dejaron entrar y tenía los pies helados”, dice con un hilo de voz y la duda de cuándo murió. “A una persona débil pero con la cabeza clara la matas si no le permites comunicarse con la familia”, resume, y denuncia la “falta de humanidad”.

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Pilar se plantea llevar el caso al Síndic de Greuges, como hizo Maria, que acabó sacando a su madre del Hestia Palau, “porque no estaba tranquila”. Maria también denuncia que en los últimos días no hubo manera de hablar con su madre: “Me decían que había perdido el móvil”. Habló “con tres médicos” que le decían cosas distintas: “Que estaba bien, que no, que tenía fiebre”.

Cristina aguarda en la sala de espera. Es la nuera de otra mujer que estaba en la residencia Alchemika, fue ingresada en Sant Pau, en el Remei y esta semana en el Hestia. “No hay forma de hablar con ningún médico”, dice y asegura que no la avisaron ni de que su suegra había ingresado. “Lo sé porque llamé”.

El día 27 también ingresó el abuelo de Paula. Acuden cada día al centro, pero no lograron hablar con un médico hasta pasados seis días del ingreso. Al séptimo consiguieron hacer una videoconferencia, “aunque él no habla”. Si empeora y fallece, Paula exige poder acompañarle, como indica el protocolo de Salud. “Pero nos han dicho que no podrá ser, que no tienen indicaciones ni espacio para hacerlo”.

“Me dijeron que mi madre acababa de morir, pero tenía los pies helados”
“Me dijeron que mi madre acababa de morir, pero tenía los pies helados”

Hestia señala que “al decretarse el estado de alarma y prohibirse las visitas se optó por individualizar al máximo el contacto y proporcionar información”. También asegura que “se han implementado sistemas para que pacientes y familiares puedan mantener contacto, con llamadas y videollamadas realizadas desde terminales propios del paciente o desde los dispositivos del centro, así como con la publicación de vídeos privados en el canal de YouTube”.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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