Un espacio seguro para los trabajadores con problemas de salud mental
UNEI es una empresa social sevillana líder en la inserción laboral de personas con discapacidad psíquica a través de un modelo pionero que busca la aceptación social de esta enfermedad
Fernando Benavides padece ansiedad y depresión y tiene una discapacidad física por una pérdida de movilidad del 10% en su mano derecha. Estas circunstancias, que durante cinco años fueron un lastre para encontrar un empleo, se convirtieron en “un punto a favor”, como él reconoce, cuando hace un año entró a trabajar en UNEI, una empresa social sevillana, líder en creación de empleo para personas con discapacidad, en especial para las que, como él, padecen problemas de salud mental, uno de los segmentos con mayor índice de paro en España.
“En el momento en el que tú dices que tienes una discapacidad psíquica, la gente se vuelve un poco reacia, aquí no, aquí te apoyan y te entienden”, explica. Fernando está inclinado arreglando un sensor de humo, una actividad que precisa de gran concentración y precisión. “Estoy ayudando a mis compañeros, aunque yo en realidad me dedico a programar equipos de la Red Digital de Emergencias, pero como ahora mismo no tenemos un pico de entrada de material, echo una mano en otras tareas”, explica, señalando a varios equipos informáticos que acaba de configurar. Después de años trabajando como vigilante de seguridad, su enfermedad mental le obligó a dejar su empleo en 2019. Informático de formación, es ahora también cuando puede dedicarse realmente a loa que siempre ha sido su vocación, una circunstancia que le permite sentirse mucho más realizado.
Fernando trabaja en el departamento de UNEI que se encarga de dar apoyo logístico a la Red Digital de Emergencias de la Junta de Andalucía donde realiza tareas de almacenamiento, configuración e instalación de terminales de comunicación para servicios autonómicos como el 112, las Emergencias Sanitarias, el Infoca (servicio de bomberos forestales) o la Policía Autonómica. Justo a su lado hay zona de palés con alimentos preparados para ser transportados hasta el aeropuerto de Sevilla rumbo a EE UU y en otro módulo contiguo, otros compañeros revisan las camas ortoprotésicas que el Servicio Andaluz de Salud distribuye (a través de ellos) a los domicilios de pacientes crónicos o terminales.
En esa diversificación en sus líneas de negocio reside buena parte del éxito y el crecimiento de esta empresa que se ha ido adaptando a las necesidades de sus clientes, creando puestos de trabajo para personas con problemas de salud mental y otras discapacidades a través de la externalización de servicios y de procesos. “Transformamos la vida de las personas a través del empleo”, indica Rafael Cía, director general de UNEI.
La empresa se constituyó en 1991, pocos años después de la reforma psiquiátrica que dejó de considerar a las personas con problemas mentales como locos que debían estar encerrados en manicomios, para reconocerlos como ciudadanos con derecho a recibir una atención adecuada para lograr una plena integración en la sociedad, una integración para la que la incursión en la vida laboral es un pilar fundamental. “Nacimos como un proyecto piloto, porque entonces no había ninguna experiencia laboral que abordara la inclusión de personas con problemas de salud mental en empresas viables y sostenibles”, explica Cía.
La entidad surgió como parte del ecosistema andaluz de atención y ayuda a las personas con problemas de salud mental, consolidando un trinomio que para los responsables de UNEI es la clave de su éxito. “Por un lado están los servicios de salud mental de la Junta de Andalucía, luego está la Fundación Andaluza para la Integración Social de las Personas con Enfermedad Mental (FAISEM) [de la Junta], que se encarga de toda la atención a nivel socia y luego estamos nosotros que somos la pata laboral, a quienes nos llega la persona desde FAISEM con todos los datos sobre dónde y en qué condiciones puede trabajar. Este esquema tiene muchísima potencia”, indica Inma Ponce, directora de Estrategia y Marketing. Un modelo que opera a la inversa y que, en el caso de una recaída, permite derivar al empleado a los servicios de salud mental.
Tras la pandemia se ha producido una mayor aceptación social de la enfermedad mental pero como advierte Ponce, “sigue habiendo mucho estigma”. Ocho de cada 10 personas con problemas de salud mental están en el paro, de acuerdo con los últimos datos del INE de diciembre de 2023. “Hay discapacidades, como las relacionadas con la salud mental, que se entienden menos, que son menos visibles, menos amables y nosotros lo que hacemos es demostrar que puede haber integración, que pueden desarrollar servicios de manera competitiva y eficaz y sin necesidad de saber si quien los presta tiene un problema de salud mental”, explica.
En estos 33 años, la empresa ha consolidado su proyecto. Tan importante como los 30 millones de facturación con los que cerrará 2024 –que se reinvertirán en su totalidad en la entidad porque, como recalca Cía son “una empresa sin ánimo de lucro, pero con ánimo de beneficio―, es que emplean a 1.500 personas, el 85% con discapacidad, de las que la mitad (unas 700) tienen problemas de salud mental. El 90% de los contratos son indefinidos.
Su filosofía se apoya en la contratación social. UNEI ofrece a través de distintas líneas de negocio servicios a otros proveedores que incluyen criterios sociales en las licitaciones de sus contratos. En este tiempo ha consolidado su división logística, donde se ha especializado en operaciones de teleasistencia, almacenamiento y distribución de productos, alimentación o material ortoprotésico o en la economía circular; además interviene en un centenar de proyectos de conservación ambiental, en el sector de la limpieza, mantenimiento y conserjería o en la gestión de gimnasios. También ha desarrollado un sistema propio de teleasistencia avanzada con la fabricación de teléfonos móviles y relojes especiales que distribuye en otras comunidades como Cataluña, Madrid o Euskadi.
“Sirve para ayudar a personas que también tienen problemas”
Precisamente en el laboratorio donde se empaquetan, se revisan y se reparan estos aparatos trabajan Jaime Meléndez, de 34 años, y Marta Díaz, de 45, desde hace 10 meses. “Tengo un trastorno esquizoafectivo. En mis otros trabajos evitaba contar lo que me pasaba, aquí como todos tenemos algún problema, es algo normal”, explica Jaime. Su compañera Marta va introduciendo los códigos del teléfono en el ordenador. “Aquí me siento como una más. Mis compañeros me hacen sentir bien”, abunda ella. Como en el caso de Fernando, hacer lo que les gusta les refuerza su autoestima, pero para Jaime hay algo mucho más reconfortante en su trabajo: “Esto me llena porque lo que yo hago sirve para ayudar a otras personas que también tienen problemas”, explica sobre las aplicaciones del móvil de teleasistencia que está revisando.
El hecho de poder trabajar, y la mayoría de las veces en los ámbitos en los que se han formado, es un elemento esencial para su autoafirmación y realización personal. “El trabajo fomenta su autonomía e incluso, en determinados casos, también favorece la reducción de la necesidad de medicación”, explica Ana Rodríguez, mánager de Personas y Valores de UNEI y responsable de las unidades de apoyo de la empresa, desde las que se hacen un seguimiento individualizado de cada uno de sus empleados con alguna discapacidad. Están formadas por 85 personas, entre psicólogos y trabajadores. “Aquí no tienen que ir con máscaras, pueden decir quiénes son y eso es fundamental en esta enfermedad”, indica Rodríguez.
Los principales problemas que les trasladan los trabajadores cuando se incorporan a la empresa están relacionados con las inseguridades y la falta de autoestima que arrastran de experiencias laborales previas, donde pasar desapercibidos y ocultar su enfermedad era prioritario. “Está la preocupación de si lo hacen bien, la susceptibilidad hacia los otros compañeros, de por qué les estarán mirando… Al final todo se arregla con comunicación”, añade.
“Nosotros hacemos un seguimiento constante, adaptando sus puestos de trabajo, y de eso nos beneficiamos todos y eso está ligado con el bienestar emocional que conseguimos tener aquí y que forma parte de nuestra cultura”, indica Rodríguez. “Ahora que en todas las empresas se ha puesto de moda el director de la felicidad, nosotros lo tenemos implantado aquí gracias a esa cultura del bienestar emocional, de la ayuda al otro, de la empatía, porque al final, todos, con o sin discapacidad, tenemos problemas, y eso aquí lo tenemos interiorizado”, apunta Ponce. “Aquí a nadie nos interesa saber qué es lo que tiene el compañero de al lado, pero a la vez si dice que se encuentra mal todos saben lo que puede ocurrirle, eso es una ventaja”, abunda.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.