Cooperativas y mujeres, motor económico en los pueblos de Andalucía
La economía social despega en las zonas rurales andaluzas con un 80% de trabajadoras y no solo en el sector agroalimentario, también en dependencia, educación o nuevas tecnologías
Rocío Herrera entró a trabajar en 1993 como administrativa en la cooperativa oleícola San José, de Mancha Real (Jaén). Hoy, casi tres décadas después, no solo es la contable y gestora sino también su alma principal y la piedra angular de esta almazara que agrupa a 120 socios y que en la última campaña logró una cosecha de casi un millar de toneladas de aceite de oliva. Además, es la única mujer con trabajo estable en la cooperativa, algo que choca con la norma habitual en el movimiento cooperativo andaluz, donde sus plantillas están compuestas por mujeres en un 80%.
“Aquí hago de todo, desde ocuparme de la trazabilidad del aceite de oliva hasta las cuentas, pasando por las ventas y toda la parte comercial”, señala Herrera, que también es socia de la cooperativa San José junto a sus hermanos. La de Mancha Real es una de las 649 cooperativas agroalimentarias de Andalucía, un dato que permite concluir que en ocho de cada 10 municipios de esta comunidad hay al menos una sociedad de este tipo y que ilustra la importancia que ha adquirido la economía social en este territorio no solo como impulso de su economía, sino como ancla con la que fijar población y evitar la temida diáspora a los núcleos urbanos.
Para medir la fuerza del movimiento cooperativo andaluz hay que sumar también las casi 4.000 entidades de trabajo. Todas ellas emplean directamente al 6% del mercado laboral de la región y su aportación al PIB es del 10%, tres puntos más que la media nacional.
La rama agroalimentaria es la más potente del tejido cooperativo andaluz, con 290.000 socios, un empleo estable de 37.600 personas y que el año pasado alcanzó un volumen de negocio de 9.826 millones de euros, más del doble que hace una década y que supone un récord de facturación. “Las cooperativas agroalimentarias han vuelto a mostrar su carácter resiliente, y eso en un año marcado por los efectos comerciales provocados por la crisis sanitaria, los cambios normativos y los problemas de sequía y de dotación de agua”, expone Juan Rafael Leal, presidente de AndalucíaEScoop, entidad representativa del cooperativismo andaluz, y también de Cooperativas Agroalimentarias de Andalucía.
En provincias como Jaén este tipo de organizaciones representan más del 90% del sector agroalimentario y producen más del 70% del aceite de oliva. “Son el alma y el motor de los pueblos, ya que son las empresas más grandes en la mayoría de los casos, las que generan más empleo y las entidades que logran que los jóvenes se queden en su lugar de nacimiento, fijando así la población rural”, destaca la delegada de Agricultura en Jaén, Soledad Aranda.
Sin embargo, son las cooperativas de trabajo asociado las que presentan un mayor potencial de crecimiento. En Andalucía ya son casi 4.000 con 89.000 empleos directos. Los sectores más dinámicos son los de la dependencia, la ayuda a domicilio o la educación, pero también las nuevas tecnologías. Es el caso de Enreda, una cooperativa creada en 2008 en Sevilla con el objetivo de desarrollar tecnología para la transformación social. “Creemos en el valor social y democrático de las empresas; mejor cooperar que competir”, indica Arantza Lozano, una de las tres socias de esta entidad que el pasado ejercicio facturó 282.000 euros con sus trabajos de consultoría tecnológica y desarrollando plataformas de participación para ayuntamientos e instituciones de todo el país.
Una prueba del potencial de crecimiento de estas entidades es que en 2021 se crearon en Andalucía 213 cooperativas de trabajo. Más del 90% de estas cooperativas tienen al menos 10 trabajadores, y es muy llamativo que el 80% de las personas empleadas sean mujeres, frente a un 20% de hombres. “Las mujeres estamos cambiando la inercia del sector”, destaca Herrera, que pertenece a la Asociación de Mujeres Cooperativistas de Andalucía.
No todo son luces en el futuro próximo. “Las previsiones económicas apuntan a un tiempo complicado y las cooperativas necesitamos instrumentos para ayudar al progreso”, reclama Leal, que aboga también por modernizar el Registro de Cooperativas. El mayor tamaño de las empresas para mejorar en competitividad choca casi siempre con los recelos de las cooperativas (sobre todo las agroalimentarias) para llevar a cabo procesos de fusión. Un ejemplo de ello es Mancha Real, donde para una población de algo más de 11.000 habitantes conviven hasta cinco almazaras y otras tres fábricas de aceite privadas. “El excesivo individualismo y el miedo a perder protagonismo es uno de los males del sector”, remacha Herrera, cuya cooperativa San José está integrada en el potente grupo cooperativo Dcoop.
Dcoop, un caso de éxito
Dcoop simboliza el éxito del cooperativismo español. Convertida en líder mundial en producción de aceite de oliva virgen y de aceituna de mesa, además de ser uno de los grandes envasadores de aceite a nivel mundial, con más de 100 millones de litros anuales, Dcoop es también la empresa de mayor proyección internacional. Tras doce fusiones de cooperativas de segundo grado no solo en Andalucía y la integración de cerca de 200 cooperativas de sectores que engloban a 75.000 agricultores y ganaderos dedicados al aceite, cereales, vinos, frutos secos, leche de cabra, insumos y servicios, el grupo tiene en la exportación su principal palanca de crecimiento.
Para su presidente, Antonio Luque, otras claves que explican la evolución del grupo son la concentración de la oferta, la mejora de la estructura comercial, la diversificación y la venta de producto envasado. El pasado ejercicio alcanzó los 473 millones en exportaciones, lo que representa el 52% del total de sus ventas.
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