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El fiasco de la compra de árboles que sedujo a más de 6.000 inversores verdes

Dos exdirectivos y un auditor de la empresa Bosques Naturales se sientan en el banquillo por estafa y delito contable con un agujero de 30 millones

Juicio Bosques Naturales
Pilar Comín, afectada por la supuesta estafa piramidal de Bosques Naturales, con folletos de la empresa el pasado viernes en Barcelona.Carles Ribas
Javier Martín-Arroyo

“Hay gente que metió sus ahorros o compró árboles para sus hijos y eso es muy doloroso. No estábamos jugando a la Bolsa: invertir en árboles era algo bonito y útil, pero la empresa no era distinta a tantas otras. Es un timo económico y emocional. Entras por el respeto medioambiental y te encuentras con el capitalismo más salvaje”. Pilar Comín es una de las 6.247 personas que desde 1996 invirtieron dinero para comprar plantones de nogales o cerezos, y cuya madera daría beneficios tras 25 años de riegos, podas y cuidados. Pero la inversión fue un fiasco y desde la semana pasada los exdirectivos de la empresa Bosques Naturales se sientan en el banquillo, acusados de una estafa piramidal y un delito contable en el juicio que celebra la Audiencia de Madrid.

Bosques Naturales nació hace 26 años con una inversión verde y sostenible como reclamo: los 265.862 plantones vendidos a través de 10.843 contratos con particulares crecieron en 200 fincas con 1.326 hectáreas repartidas en Toledo, Cáceres, Cuenca, Girona y A Coruña. Su madera generaría unos beneficios que muchos planearon como su jubilación. Comín, traductora y correctora de Barcelona, invirtió 14.310 euros en 25 árboles y hace un año rechazó la oferta para reconvertir su dinero en acciones o cobrar 715 euros tras una quita del 95%. Pero no todas las inversiones fueron modestas: si Pedro Fernández invirtió 120.000 euros desde Bilbao para adquirir 200 árboles, Ignacio Ruiz, vecino de Valladolid, confió a la firma 100.000 euros para ver crecer más ejemplares.

Iñaki Urquizu y Brizeida Marrón gastaron 12.000 euros para comprar unos cerezos que visitaron recientemente y encontraron “completamente abandonados”. “Tenías que ser la crema de la picardía para desconfiar. Caímos como tontos porque ya somos jubilados y pensamos que sería una buena inversión. Admito el talento, fue una trampa muy bien armada, una gran tomadura de pelo porque nos decían que en 15 o 20 años maduraban, cuando un ingeniero agrónomo habría certificado que esos árboles necesitan 60 años”, relata Marrón desde Getxo (Vizcaya).

Vista aérea de una finca con árboles de Bosques Naturales en Villanueva de la Vera (Cáceres).
Vista aérea de una finca con árboles de Bosques Naturales en Villanueva de la Vera (Cáceres).

Todas las víctimas enfurecidas contra la empresa por el fiasco de sus esperanzas financieras se han reunido en un grupo en las redes sociales llamado El corral de las gallinas desplumadas por Bosques Naturales. Ahí encuentran consuelo y comparten estrategia para intentar recuperar parte de la inversión o el ánimo perdido. Bosques Naturales se suma a otros fiascos como el de la firma valenciana Maderas Nobles de la Sierra de Segura, que anunciaba una rentabilidad superior al 10%, y se liquidó en 2016 tras haber captado 20 millones en los años del bum inmobiliario. Dejó en la estacada a 3.000 compradores de árboles.

En los años previos a la Gran Recesión de 2008 la mayoría de los 6.247 pequeños inversores de Bosques Naturales vio en la plantación de árboles un negocio seguro y alternativo al ladrillo que además contribuía a reducir el calentamiento global. Sin embargo, en 2006 se destapó la gigantesca estafa piramidal de Fórum Filatélico, con cerca de 200.000 afectados que compraron sellos, y cuyo cerebro era Francisco Briones. Su hermano, Ángel Briones, era el dueño de Bosques Naturales, con un producto que debía madurar en dos décadas, más robusto y tangible que el de los sellos, pero también con cierta necesidad de fe en la empresa por su rentabilidad a muy largo plazo.

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De pronto, los inversores se asustaron ante el paralelismo con Fórum Filatélico y las ventas se desplomaron. “Esto hizo disminuir ostensiblemente el volumen de ingresos por clientes nuevos (se pasó de 2.012.538 euros en 2005 a 284.356 euros en 2006) y la sociedad debió acudir a financiación exterior para resistir su falta de activos propios al no contar, como consecuencia de su irregular forma de contabilizar las operaciones, con provisión ni reservas suficientes para atender a esa falta de ingresos”, refleja el escrito de acusación de la Fiscalía, que pide tres años de prisión por delito contable para Briones, el ex director financiero Julián López y el auditor Manuel Rodríguez, que cuenta con antecedentes penales. Tras 13 años de una instrucción eterna, la acusación particular les acusa también de un delito continuado de estafa, por el que les reclama otros cuatro años de cárcel para responder por el agujero de 30 millones generado con su mala gestión.

Tras la caída en picado de ventas de plantones en 2006, dos años después la entidad Promociones Keops puso encima de la mesa 23 millones de euros para reflotar la compañía, que siguió adelante con muchas dificultades. Las demandas de nulidad que 149 inversores interpusieron en los juzgados de Alcobendas (Madrid) le dieron la puntilla hasta irse a pique y en 2020 Bosques Naturales presentó concurso de acreedores. Sin embargo, tras dos años en coma, la firma sobrevivió a la quiebra y el pasado junio el Juzgado Mercantil 10 de Madrid aceptó el convenio propuesto por la administración concursal para saldar la deuda de 46,3 millones que mantenía con los acreedores, el 66% de los cuales se adhirió al convenio: convertir los árboles en acciones de la empresa o aceptar una quita del 95%.

El inversor Pedro Fernández, de espaldas en su casa de Bilbao.
El inversor Pedro Fernández, de espaldas en su casa de Bilbao. Javier Hernández

Briones admite que no estuvo a la altura del negocio: “Me arrepiento de vender árboles. Salir en el Telediario supuso un mazazo psicológico que me hundió. No supe reaccionar y defender el fuerte. La prensa relacionó que éramos hermanos y lanzaron que si Fórum había estafado, pues Bosques Naturales debía ser similar”, alega. El exdueño de la compañía, de 70 años, alega que no prometió un retorno económico concreto: “Había algunos contratos con recompra, pero el 90% no prometía un retorno fijo. Los árboles hay que regarlos, podarlos y abonarlos. Si la naturaleza tarda 60 años, la esencia del negocio consistía en acortar los tiempos para producir madera, pero si no la cuidamos, la producción se queda escuálida y hasta 2007 [fecha en la que pierde el control de la empresa] esto se hizo. Los compradores se pueden sentir estafados, pero con quien lleva las riendas desde hace 15 años”. Briones participa en la empresa Emprende GSE y no tiene sus bienes embargados por el juzgado, pese a la exigencia de una fianza de 40 millones.

Los árboles ―fresnos, perales, nogales y cerezos― estaban tratados genéticamente para evitar que dieran frutos y así concentrar todo su crecimiento en la madera, que debía engordar mucho antes de tiempo. El pago inicial por cada árbol ―entre 150 y 300 euros― debía cubrir el regadío, la poda de entresaca y los cuidados fitosanitarios. “En la publicidad daban referencias de catedráticos universitarios y era muy interesante, te explicaban las emisiones de carbono que desaparecerían mientras crecían los árboles”, cuenta Fernández. Este asesor bilbaíno vigilaba su crecimiento a través de internet y viajó a la finca de Villanueva de la Vera (Cáceres) donde estaban sus 400 árboles, que compró en ocasiones sucesivas. “Es usura, avaricia, toda esta gentuza es como Rodrigo Rato. Te acostumbras a ser un estafado”, critica.

Sin embargo, a pesar del reguero de inversores que se sienten engañados, para la Fiscalía de delitos económicos de Madrid no existe estafa: “No se trataba por lo tanto de una típica estructura piramidal dependiente exclusivamente de la tesorería; era una sociedad con un fuerte capital inmobiliario como base de su negocio, libre de cargas y destinado a la explotación de los bienes (árboles) (…) no se presenta a los clientes como una inversión segura con el compromiso de recompra por parte de la vendedora en términos tales como para sostener que existe engaño en la inversión efectuada, por irrealizable”, reza su escrito de acusación.

Imagen de propaganda de Bosques Naturales para captar inversores.
Imagen de propaganda de Bosques Naturales para captar inversores.

Bosques Naturales llegó a contar con una red de 190 vendedores y colaboradores, según Briones. Hoy mantiene a 27 empleados, ha diversificado su actividad, y factura 1,5 millones al año con productos de madera, plantas forestales y producción agrícola. “La empresa cometió dos grandes errores: el valor de la madera de cerezo y nogal se basa en las características estéticas y en 25 años los gustos estéticos cambian; y los contratos establecían restricciones por la fecha de corta y obligaban a subastar la madera en tronco a pie de finca. Restricciones que, unidas a la evolución del mercado de la madera desde 2008, condenaban al fracaso de las expectativas económicas de los contratos”, admiten fuentes de la compañía. “Los dueños iniciales perdieron el norte, cobraban 25 años por anticipado, se creían ricos y no lo eran. Ha perjudicado mucho más el ruido que la realidad”, censuran.

El madrileño Francisco M. invirtió 8.113 euros en 20 nogales y 20 cerezos. “¿Por qué invertimos en Bosques Naturales? Por nuestra buena disposición a realizar una inversión ecológica, qué mejor que invertir en árboles. Lógicamente pensando también en recuperar el importe invertido, que cubriera la inflación de 25 años, y si era posible, obtener alguna rentabilidad como ahorro para nuestra jubilación. La propaganda de la empresa y nuestra ignorancia hicieron el resto”.

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Sobre la firma

Javier Martín-Arroyo
Es redactor especializado en temas sociales (medio ambiente, educación y sanidad). Comenzó en EL PAÍS en 2006 como corresponsal en Marbella y Granada, y más tarde en Sevilla cubrió información de tribunales. Antes trabajó en Cadena Ser y en la promoción cinematográfica. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y máster de EL PAÍS.

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