Feijóo afirma que Ferraz y La Moncloa son “cloacas”
Sánchez intenta apaciguar a Junts subrayando sus aportaciones, mientras Nogueras tacha sus políticas de “centralistas” y “derechistas”

Pasan los días, corren las semanas, transcurren los meses y en el Congreso se consolida un nuevo género: el debate sobre el estado de la corrupción. Con episódicas incursiones en otros asuntos, ese es -y todo apunta a que seguirá siendo- el gran estandarte del PP. Los populares no iban a renunciar a él un día después de conocerse el último informe de la UCO sobre las mordidas al exsecretario de organización del PSOE Santos Cerdán. Como los socialistas tampoco iban a renunciar al contraataque con otro turbio caso -ciertamente de menor alcance- que ha impactado en el bando contrario: la detención del presidente de la Diputación y del PP de Almería por supuesta corrupción en los contratos de compra de mascarillas. Con estas premisas, la sesión de control al Gobierno de este miércoles repitió la escena ya cotidiana desde el año pasado: el lanzamiento de basura.
Ese bucle que enreda el debate parlamentario se va poniendo al día con las novedades que suministra la actualidad y con las frases de efecto que manufacturan los laboratorios de cada partido. La de este miércoles del líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, consistió en espetar a Sánchez: “La cloaca es Ferraz y usted la ha llevado a La Moncloa”. Y como corolario, una especie de compromiso: “No vamos a dejar que convierta España en una cloaca”. Tampoco podía faltar uno de esos juegos de palabras que tanto entusiasman a quienes suministran los guiones a los políticos. “La moción de censura [que llevó a Sánchez a La Moncloa] no fue contra la corrupción, fue para la corrupción de su cuadrilla”, sentenció mientras su bancada se extasiaba entre gritos de “¡bien!”.
Feijóo había comenzado hablando de otras cosas, de la falta de Presupuestos, de la política fiscal y hasta de la supresión de las paradas de autobuses en los pueblos. Todo se quedó en un rápido preámbulo para zambullirse de nuevo en las sordideces. Sánchez también se entregó al juego de palabras. Presumió de que él muestra “tolerancia cero” con la corrupción, mientras que el PP ofrece “cero respuestas” cuando golpea sus filas. “Lleva un año aplaudiendo a Mazón y viene a dar clases de ejemplaridad”, retrucó el líder socialista, “mírese al espejo”. No fue mucho más lejos. Hace tiempo que Sánchez prefiere la respuesta displicente a descender, como en otras ocasiones, al intercambio de miserias. Lo suyo es intentar acallar el embarazoso debate sobre el estado de la corrupción con su feliz debate sobre el España va como un cohete.
Si Sánchez apenas deslizó una leve cita al caso de Almería -“mire Almería”, fue todo lo que esbozó- ninguno de sus segundos dejó de explotarlo. Muy especialmente la vicepresidenta primera, María Jesús Montero, que para algo es la comisionada por el presidente para la hercúlea misión de recuperar el poder socialista en Andalucía. “Hoy no me pregunta ningún diputado andaluz”, hizo notar Montero, cuyos antagonistas suelen ser, efectivamente, sus paisanos Elías Bendodo y Juan Bravo. La corrupción acaparó el resto de intervenciones del PP ante los ministros, con los estiletes de guardia, encabezados por la portavoz, Ester Muñoz, y el secretario general, Miguel Tellado. El informe de la UCO conocido el martes suministró nuevo material para renovar los chascarrillos dialécticos. Las menciones a las prostitutas de José Luis Ábalos y Koldo García son el pan nuestro de cada día, acrecentado esta vez con los eslóganes sobre “el Gobierno del 2%” (el porcentaje que pagaba la constructora Acciona a la empresa vinculada a Cerdán) y “la Paqui en El Corte Inglés” (en alusión a los gastos de la esposa de este último). En Tellado se ha vuelto casi un rito tachar al Gobierno de “organización criminal”. A estas alturas ya nadie se ofende. Ni un murmullo de desaprobación recorre las filas socialistas.
Los socios del Gobierno -incluido el no socio Junts- dejaron de lado las turbiedades. Vox sí entró brevemente a través de su portavoz, Pepa Millán, quien dice que jamás había visto tanta corrupción en España. Pero el mensaje del grupo ultra estaba centrado en otra cosa: su nueva vocación de erigirse en portavoz de los sectores sociales más humildes. A ello se dedicó el diputado José María Figaredo frente a Montero. Hasta citó un informe de la roja UGT para reprochar a la vicepresidenta: “Los españoles no ven ese crecimiento del que usted tanto habla”.
De la línea general de los oradores del PP se desvió Cayetana Álvarez de Toledo. Ella eligió otro tema, uno de sus predilectos: la amnistía. Fue una intervención un tanto extraña porque, en lugar de interpelar a su contrincante habitual, el ministro de la Presidencia y Justicia, Félix Bolaños, se dedicó a fustigar al abogado general del Tribunal de Justicia de la UE por su informe favorable a las medidas de gracia. Bolaños pareció encantado. El ministro también traía un lema de casa, a propósito del acercamiento entre PP y Vox. Era ni más ni menos que un remedo de una famosa frase de Rosa Luxemburgo: “Socialismo o barbarie”. Bolaños la transformó en “socialdemocracia o barbarie”. Y así lo repitió ante Álvarez de Toledo y Millán.
Sobre la amnistía volvió la diputada de ERC Pilar Vallugera, en su caso para arremeter contra los jueces que se resisten a aplicarla. Bolaños se puso muy en el papel de ministro de Justicia, se lo afeó y pidió que se retirasen las frases del diario de sesiones. Antes, el propio Sánchez había entrado en el asunto para exhibir sus esfuerzos con el independentismo ante la portavoz de Junts, Miriam Nogueras, que la pasada semana le llamó “cínico” e “hipócrita”. El presidente, como suele, esgrimió en su favor el clima más apaciguado que se vive en Cataluña, con el añadido de una dedicatoria al partido de Carles Puigdemont: tal mejoría, reconoció a Nogueras, se ha logrado “entre otras razones por el apoyo de su grupo parlamentario”. La portavoz de Junts ignoró el arrumaco. Sin retornar a las descalificaciones personales, se dirigió a los socios del Gobierno para recriminarles que se alineen con políticas “españolistas”, “centralistas” y -lo más sorprendente viniendo de quien viene- “derechistas”.
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