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El Gobierno confía en que la ruptura con Junts no sea definitiva y ve alejarse la moción de censura

“Es más importante lo que no dice Puigdemont que lo que dice”, resume un dirigente

Los gobernantes tienden a ver el vaso medio lleno. Es casi una obligación para poder seguir adelante en medio de enormes dificultades. La Moncloa de Pedro Sánchez supera con creces la media habitual en el optimismo de los gobiernos. Tal vez por eso, y porque se temían que podía ser peor, en el Ejecutivo, en el PSOE y en Sumar recibieron con cierto alivio las palabras de Carles Puigdemont al anunciar la ruptura del pacto con los socialistas que llevó a la investidura de Pedro Sánchez.

En realidad, explicaban distintas fuentes del Gobierno, lo más importante no es lo que dijo Puigdemont, sino lo que no dijo: ni moción de censura, ni siquiera instrumental, ni ultimátum en algún tema imposible, ni petición de elecciones, ni nada definitivo. El Gobierno ve este giro de Junts como una montaña más que subir en esta compleja legislatura, pero no como el precipicio final. “En realidad seguimos como estábamos, hay que pelear cada votación, será más difícil a medida que se vaya acercando el final de la legislatura, y no habrá Presupuestos. O sea, lo que teníamos”, resume un miembro del Ejecutivo.

“Como tantas veces con Puigdemont, es más importante lo que no ha dicho que lo que ha dicho”, sentencia un dirigente. Lo más relevante, visto desde el Gobierno, es que Puigdemont no ha puesto ningún condicionante insalvable. No ha pedido ningún imposible ni ha amenazado con una moción de censura. Por eso en el Gobierno interpretan la ruptura como una llamada de atención, como una exigencia para acelerar las cuestiones pendientes, como una invitación a negociar más, y como una respuesta también a las críticas internas y a la presión de Aliança Catalana, que le está comiendo buena parte del terreno. “Dedicó una parte importante de su discurso a hacer una lista de tareas pendientes para el PSOE. Y descartó cualquier acercamiento a Feijóo”, resume otro miembro del Gobierno, que también ve el vaso medio lleno.

La clave ahora será ver qué efectos prácticos tiene esta decisión. En el Ejecutivo van a trabajar para minimizarlos, y confían en que, como ha sucedido hasta ahora, habrá negociaciones posibles pero difíciles ―como la ley de movilidad sostenible―, votaciones en las que Junts no puede irse al no porque son medidas positivas ―como el decreto para ayudar a los enfermos de ELA― y otras en las que tumbará las iniciativas del Gobierno ―como la reducción de jornada laboral o el decreto antiapagón―. Pero en estas condiciones, y pese a la gran dificultad parlamentaria que ya tiene y que puede empeorar, Sánchez está decidido a seguir y no se plantea convocar elecciones en 2026.

Frente a este nuevo pulso que lanza el expresident de la Generalitat, había dos posibles reacciones. Una, la de volcar toda la presión en él, apretarle y lanzarse contra esta decisión. Y otra, la de poner la otra mejilla, tender la mano e intentar reconducir la situación con mucha cintura. Sánchez ha dado la orden clarísima de optar por la segunda, y todo el Gobierno y el PSOE le siguieron de forma disciplinada con una consigna: “Mano tendida”.

El Gobierno y el PSOE siguieron así con la máxima atención la comparecencia de Puigdemont desde Perpiñán. Cada palabra y gesto se atendieron con lupa para constatar los márgenes de maniobra, con los Presupuestos casi imposibles y camino de su tercera prórroga. Pero en ningún caso existía el temor de una moción de censura con PP y Vox “imposible de justificar para Junts”, resumía un ministro. Y las palabras del líder independentista confirmaron que la sombra de la moción instrumental, con la que se especuló en los últimos días en algunos sectores, se aleja.

La reacción del Gobierno y del PSOE tras escuchar al líder de Junts fue aun así de extrema prudencia, manteniendo los puentes como ya había recalcado Sánchez en la ejecutiva socialista por la mañana, en la que instó a “no entrar al trapo y seguir con la mano tendida, con diálogo y voluntad de dialogar”. “Estos movimientos de Junts no son contra el Gobierno, son en respuesta a Aliança Catalana. Junts debería hacerse mirar cómo le ha ido al PP haciendo antipolítica“, advertía un alto cargo del Ejecutivo acerca de cómo las encuestas dan un PP estancado o incluso a la baja frente una ultraderecha al alza.

“Estamos tranquilos, este es un Gobierno que cumple sus compromisos y que respeta a otras formaciones políticas en sus procesos. Dos años nos avalan”, señaló Ana Redondo, ministra de Igualdad, que evitó así la menor crítica a Junts. Quien se salió del argumentario oficial fue Diana Morant, que dijo en público lo que piensan en Ferraz y La Moncloa: que Junts no puede tumbar al Gobierno uniendo fuerzas con PP y Vox en una moción de censura. “No sé en qué se va a traducir, lo que sí que sé es que el Gobierno de España va a seguir trabajando para sacar propuestas y hacer que España siga yendo como va. Junts tendrá que elegir si lo que quiere es esta España que progresa o una España de involución, porque no hay alternativa”, afirmó la ministra de Ciencia y Universidades y secretaria general de los socialistas en la Comunidad Valenciana. “No creo que el electorado de Junts haya votado para que entren ni Vox ni el PP a gobernar. Nosotros continuamos gobernando y continuamos con la máxima ambición”, apostilló.

Morant se fue así a un escenario que de momento Sánchez ha ordenado no explorar: la posibilidad de que las cosas se compliquen aún más y entonces haya que volcar toda la potencia política del Gobierno contra Junts o los que sean responsables de bloquear por completo la legislatura. Pero de momento Sánchez y sus negociadores, que en el caso de Junts son José Luis Rodríguez Zapatero con contacto directo con Puigdemont y Félix Bolaños con Míriam Nogueras, están trabajando en otro escenario: el de intentar recomponer la relación, pactar algunas cuestiones fundamentales si es posible, agilizar al máximo todos los temas pendientes con los independentistas, y confiar también en que la justicia, y en especial el Tribunal Constitucional, permita aplicar de forma completa la amnistía y volver a España al líder de Junts, algo que podría facilitar mucho unas relaciones que han sido siempre complejas, pero que aun así han permitido sacar un 90% de las votaciones adelante.

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