Venezuela, dos décadas de comodín del PP contra la izquierda
Desde la llegada a La Moncloa de Zapatero, y más aún a raíz de la irrupción de Podemos, el chavismo ha sido constante objeto de disputa política en España
Venezuela es un viejo asunto de la política española. Dos décadas —desde 2004, cuando José Luis Rodríguez Zapatero llegó a La Moncloa— lleva el país caribeño sirviendo al PP como comodín contra la izquierda. De estos 20 años, los últimos 10 —desde que irrumpió Podemos— ha estado en el ojo del huracán.
“La campaña más intensa del PP fue contra Podemos, pero luego, ya con Podemos debilitado, la ha mantenido contra el PSOE, pese a que los socialistas han sido bastante cautelosos ante el régimen bolivariano, marcando un punto de inflexión con el reconocimiento de Juan Guaidó [como presidente encargado] en 2019″, explica el profesor del Área de Historia de América de la Universidad de La Laguna (Tenerife) Ángel Dámaso Luis León, que cree que el flanco más despejado para acusar al PSOE de “connivencia” con el chavismo es el papel de Zapatero ya siendo expresidente. “Por lo demás, el PSOE es puro pragmatismo, en línea con la UE”, añade Luis León, que ha investigado las relaciones entre España y Venezuela.
¿Qué hace tan tentadora a Venezuela para la refriega española? El personaje clave es Hugo Chávez, cuya victoria en 1998 sentó las bases de un cambio en las relaciones entre Madrid y Caracas. Un cambio que no fue inmediato. A pesar de sus diferencias, José María Aznar cuidó el trato con Chávez hasta salir de La Moncloa en 2004. Si Chávez llamaba “amigo” a Aznar, este expresaba su “profunda confianza” en el proceso constituyente del comandante, con el que usó la “cautela” para proteger a las empresas españolas en Venezuela, entre otras Repsol y el BBVA, según un análisis del profesor Luis León publicado en 2016. Ni siquiera el golpe de Estado contra Chávez de 2002, que el presidente español no condenó, llegó a provocar una ruptura entre ambos, que sí se produciría más tarde, con Aznar ya fuera del poder.
Los “amigos” Chávez y Castro
El guion del PP cambió con la llegada de Zapatero. En noviembre de 2004, Miguel Ángel Moratinos, ministro de Exteriores, acusó a Aznar de haber legitimado el golpe contra Chávez, unas palabras que oscurecieron las ya difíciles relaciones Gobierno-PP. Mariano Rajoy pasó a integrar la denuncia de complicidad con Chávez en su paquete de oposición. Ya en 2005, lamentaba que los “dos grandes amigos” de Zapatero fueran Chávez y Fidel Castro, una idea que repetiría sin descanso. Tras publicar EL PAÍS en 2007 que Zapatero sufrió un intento de espionaje en Venezuela, el presidente del PP dijo: “Con amigos como estos te pueden ocurrir cosas como estas”.
La posición del PP no se suavizó con la defensa que Zapatero hizo de Aznar ante las invectivas de Chávez, aquel mismo 2007, en la cumbre de Chile del famoso “¿por qué no te callas?” espetado por Juan Carlos I. Lo ocurrido, dijo un dirigente del PP, era resultado de “alimentar a la bestia” chavista. La postura de Rajoy fue presionar al Gobierno para que llamara a consultas al embajador, la misma medida que exige ahora Feijóo ante las sospechas fundadas de victoria fraudulenta de Nicolás Maduro (sospechas que el propio Gobierno comparte).
El tono de Rajoy se endureció aún más en 2010 a raíz de que la Audiencia Nacional detectase indicios de colaboración entre el Gobierno de Chávez, las FARC y ETA. Otra vez, las exigencias del PP se dirigían contra Zapatero, que se encontró con un antiguo asunto jamás resuelto —Venezuela había sido refugio de miembros de ETA desde los 80— convertido en un problema para su Gobierno.
La guerra sucia contra Podemos
Para cuando Rajoy ocupó la presidencia tras las generales de 2011, Venezuela ya era un recurso usual del PP contra el PSOE. Y no lo abandonó por estar en el Gobierno. A cada medida o propuesta considerada por el PP demasiado izquierdista, le colocaba el estigma: “Venezuela”. Un ejemplo: el socialista José Antonio Griñán, siendo presidente de Andalucía, fue acusado de aplicar “políticas bolivarianas” por un decreto antidesahucios de 2013. Una campaña de Nuevas Generaciones lo presentaba vestido con el típico chándal de Chávez.
Con la irrupción de Podemos en las europeas de 2014, la acusación de simpatía por el régimen bolivariano se volvió omnipresente. El pasado de varios de sus dirigentes, entre ellos Iglesias, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero, que habían mostrado cercanía con el chavismo, facilitaba la tarea. El propio Pedro Sánchez, en su primera etapa como secretario general del PSOE y asediado por un Podemos en ascenso, aludía a las conexiones de los morados con Venezuela.
Contra Podemos los ataques fueron más allá de lo ideológico. Sobre todo a raíz de las generales de 2015, cuando el partido logró 69 diputados, el PP acusaba a Iglesias y los suyos de haberse financiado ilegalmente vía Caracas. No fue una acusación aislada, puntual. Fue una línea central de discurso, a la que más tarde se sumó Vox. La campaña no se quedó en palabras. La guerra sucia de la cúpula de Interior en la etapa del PP que investiga ahora la Audiencia Nacional incluyó supuestamente la extorsión a políticos venezolanos para que informasen de la tan nombrada financiación ilegal, que ha quedado en nada en los tribunales.
Delcy y la “larga connivencia”
Este martes el presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, calificaba de “vergonzosa” la “larga connivencia” del Gobierno con el chavismo. Nada nuevo. Todos los líderes del PP, desde Aznar a Feijóo pasando por Rajoy y Pablo Casado, han usado esa carta. También lo hizo Ciudadanos hasta su ocaso y lo hace Vox desde su eclosión en 2018. Según todos ellos, la izquierda española no solo es valedora en la UE del régimen bolivariano, sino que aspira a imitarlo. Para Isabel Díaz Ayuso, las autonómicas madrileñas de 2021 eran una decisión entre “Venezuela o España”, reverso de su “comunismo o libertad”.
La polémica venezolana ha sido alimentada por el caso Delcy. Un encuentro en 2020 en el Aeropuerto de Barajas entre el entonces ministro de Transportes, José Luis Ábalos, y la vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, que tenía prohibido el acceso a la UE, ha servido al PP y a Vox para alimentar la idea no solo de complicidad del Gobierno con el chavismo, sino de posible compra de favores con un dinero —nunca probado— en maletines. La investigación contra Ábalos fue archivada por el Supremo en 2020.
El historiador Pablo Batalla, autor del capítulo sobre geopolítica del reciente ensayo Claves de política global, sitúa el “cambio de mirada” hacia Venezuela por parte no solo de la derecha española, sino también del PSOE, en la llegada al poder de Chávez, que “rompe el consenso neoliberal latinoamericano de los 90″, sirviendo de “avanzadilla” del conocido como “socialismo del siglo XXI”. A juicio de Batalla, el “lenguaraz” Chávez, que traía bajo el brazo “un programa de nacionalizaciones que afectaba a grandes empresas españolas”, sirvió para “encarnar a la perfección la figura del coco” de la derecha española, encarnación que ha mantenido con Nicolás Maduro, su sucesor desde la muerte del comandante en 2013.
Ni las distancias marcadas con los años por destacadas figuras de Podemos con Venezuela, ni el retroceso electoral del partido morado, ni la posición del PSOE alineada con la UE han frenado este ataque porque, según el historiador, “la venezuelización de la política española de la que hablan PP y Vox en realidad la han traído PP y Vox, que compiten por ganarse el favor de la derecha venezolana”. Batalla cree que el interés de PP y Vox por el país caribeño se explica por la transformación de Madrid en una de las capitales mundiales de la diáspora venezolana, con cerca de 68.000 inmigrantes del país caribeño, una comunidad en la que hay destacadas fortunas por las que se ha llamado a alguna de las zonas más selectas de la capital madrileña Little Caracas.
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