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La Sierra de la Culebra dos años después: solvencia a corto plazo, incertidumbre a largo

La extracción de los bosques quemados en Zamora en 2022 deja dinero en los pueblos de la zona pero unas previsiones pesimistas respecto al futuro

Madera quemada en la Sierra de la Culebra
Trabajos de extracción de la madera quemada en la Sierra de la Culebra, el pasado abril.Emilio Fraile
Juan Navarro

Un camión tras otro, tras otro y tras otro. Los enormes vehículos han conquistado la sierra de la Culebra (Zamora) y su acción se percibe tanto en el monte como en el asfalto. La amplísima superficie quemada en el verano de 2022, más de 60.000 hectáreas en dos incendios, ha sustituido la frondosidad de sus pinares por montes de árboles negruzcos talados por maquinaria pesada y extraídos en los volquetes. El tráfico pesado por las modestas carreteras ha socavado el asfalto, destrozado, lleno de agujeros, baches y gravilla. El fuego dejó una condena medioambiental en la comarca a medio y largo plazo, pero en el presente inmediato las sacas de madera y su actividad económica indirecta suponen unos inesperados ingresos para los pueblos afectados por aquellos brutales incendios. Los trabajos prosiguen, aun con mucho terreno que abordar, con miedo a una plaga de escarabajos, atraídos por los bosques destruidos o débiles, tan voraces como perjudiciales para el valor de la madera.

Las máquinas se extienden por la sierra casi dos años después de la desgracia. Algunas, robustas y estables en colinas inestables, sortean acusados desniveles y orografías caprichosas para hacerse con su botín. Otras actúan en las lindes de los trazados, con escasos usuarios en los meses no veraniegos. Óscar Pelaz, de 50 años, habla a gritos desde lo alto de una especie de sillón entre la carga del camión desde donde mueve, como si jugara a videojuegos extremadamente realistas, un brazo mecánico.

La pala agarra decenas de troncos apilados, ya cortados y pelados, y los introduce en el amplio espacio de carga. Uno tras otro, uno tras otro, después de que otro enorme aparato los haya cortado. “Nunca había visto algo tan grande, es una desgracia para la zona porque muchos no volverán a verlo, no sé si fue por dejadez o por las circunstancias”, explica el operario sobre las consecuencias de las llamas.

El primer incendio de la sierra de la Culebra comenzó en junio y un mes después llegó otro, que comenzó en el cercano Losacio, y responsable de la muerte de cuatro personas. Pelaz maniobra entre la pila de unos 10 metros de largo y seis de alto que, a las pocas horas, ya estará rodando rumbo a las empresas compradoras.

Trampas contra plagas colocadas en las zonas arrasadas por el fuego en el año 2022.
Trampas contra plagas colocadas en las zonas arrasadas por el fuego en el año 2022.Emilio Fraile

La Junta de Castilla y León (PP-Vox), tras la catástrofe, ofreció la adjudicación de los terrenos para que los interesados asumieran la extracción a cambio de un importe dependiente de los metros cúbicos aprovechables. Las cuatro subastas han supuesto unos 22 millones de euros, según la Consejería de Medio Ambiente, que estableció un sistema de reparto. En los montes de utilidad pública, la mayoría de la masa afectada, el 30% se lo quedarían ellos para reinvertirlo en el Fondo de Mejoras establecido para la recuperación; el 70% restante, para los pueblos correspondientes. En los montes privados, el dinero va para el propietario.

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Los daños han propiciado elevar al 30% ese aporte, que habitualmente es del 15%. Juan Carlos Esteban, segundo teniente de alcalde de Villardeciervos (PP), calcula que anualmente obtenían entre 50.000 y 100.000 euros gracias al aprovechamiento maderero. La suma se ha visto aumentada notablemente en estos dos años, pero probablemente será inviable cuando, dentro de unos meses, no quede un tronco en pie. “No va a haber ingresos durante muchos años y tendremos que hacer como en casa, no gastar lo que no se tiene”, lamenta Esteban.

Los ayuntamientos, bajo un techo de gasto, han obtenido esta inyección extra para su libre disposición, lo cual genera comentarios entre la población sobre si algún alcalde se excederá y ejecutará algún gasto disparatado. Los consistorios de Tábara, Villardeciervos o Ferreras de Abajo, según estimaciones de la Junta conforme a las subastas, obtendrán en torno a medio millón de euros de las sacas.

Entretanto, municipios como Tábara o Villardeciervos, cabezas comarcales, tienen llenos los alojamientos gracias a las decenas de obreros desplazados de lunes a viernes para pelar el monte. El hostal tabarés El Roble reparte sin parar copiosos menús del día a su clientela, cuyas botas dejan muescas de barro por las escaleras. Cama y pensión completa, 55 euros diarios, ganancia inaudita fuera del verano, sin apenas turismo más que amantes de la naturaleza en momentos clave como la berrea de los ciervos o el avistamiento de lobos, ambos perjudicados por las llamas. También se benefician el resto de tiendas, las gasolineras o colmados. Todo, bajo el cortoplacismo: saben que la bonanza tiene fecha de caducidad.

Las ventas de madera dependen también de la salud de los árboles, amenazada por un bicho tan diminuto como corrosivo: los escolítidos o perforadores del pino, escarabajos milimétricos capaces de matar a árboles centenarios. El insecto ha formado plaga, alimentado por tal festín disponible y apoyado por un invierno lluvioso pero suave, donde no mueren congelados y siguen su expansión. José Ángel Arranz, director autonómico de Política Forestal, admite la sobrepoblación del invasor, favorecido por las dudas que ofrecen ciertos ejemplares aparentemente sanos.

Un camión trabaja en la extracción de la madera quemada en la Sierra de la Culebra.
Un camión trabaja en la extracción de la madera quemada en la Sierra de la Culebra.Emilio Fraile

“Si el árbol no está dañado, lo dejamos. Hay ejemplares que sí están dañados aunque no estén quemados, pero los técnicos nos adelantan que se secará y cortamos. A veces los dejamos por presiones sociales y al final son focos de plaga”, señala Arranz, quien indica que la retirada de madera fluye veloz y que la mayor complicación la aportan los particulares, dueños de terrenos que a veces ni siquiera son conscientes de su propiedad.

Entonces la Junta interviene, tras acordarlo en una orden oficial, para entrar en esas hectáreas y quedar habilitadas para sacar la madera. Estos lapsos, asimismo, contribuyen al desarrollo del escarabajo, contra quien se ha colocado una especie de trampas, que parecen buzones negros en medio del bosque, llenas de feromonas para atraerlos y matarlos.

Fuentes de los bomberos zamoranos, encargados durante estos meses del acondicionamiento forestal, critican la lentitud de Medio Ambiente para subastar las superficies y efectuar los cortes, un panorama idílico para los escolítidos. Además, lamentan que el instrumental manejado no cuenta con la capacidad suficiente como para descortezar bien los árboles. Los parásitos se asientan en esa capa exterior y, desde ahí, esquilman los nutrientes del ejemplar.

Por tanto, añaden, muchos de esos camiones en dirección a Galicia o Portugal, dos importantes compradores de la madera de La Culebra, van propagando la plaga, tal y como les confirman sus compañeros en esos territorios. Este movimiento económico, más allá de las plagas y del terrible por qué que lo justifica, va dando tirón a las finanzas del oeste zamorano, un músculo temporal que no oculta el pesimista porvenir. La siguiente frase la pronuncian tanto un trabajador de las empresas de tala como un bombero, ambos desplegados por los bosques con finalidades muy distintas: “Nos daremos cuenta de lo que ha pasado en cinco años”.

Julio Fernández, miembro de Ecologistas en Acción de Zamora, incide en que las voraces plagas actuales se han visto favorecidas por los errores estratégicos de la Administración: “La plaga sucede tras el abandono masivo de la madera quemada. El problema es que con la autorización mediante Decreto ley se abrió la extracción de la madera sana y enferma y se dejó la sierra pelada”. El ecologista sospecha que tras la doble desgracia ambiental “querían hacer de La Culebra un pastizal para desbrozar alegremente y si acaso tener explotaciones controladas de madera”, pero los movimientos sociales lo impidieron. Fernández reclama cambiar las políticas de gestión forestal para incluir más especies autóctonas, algunas más resistentes al fuego: “Si algo paró los incendios no fueron los hidroaviones o bomberos sino los robles o encinares. El futuro pasa por replantearse muchas cosas, con nuevos planes forestales”. Por último, vaticina nuevos episodios pese a que la masa boscosa se haya reducido notablemente: “Cuanto menos arboles o árboles aislados, más rápido se propaga el fuego, que crece por el monte bajo”.

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.
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