El doble juego de Feijóo
El líder de la oposición sigue a la búsqueda de su estilo de hacer política nacional tras 20 meses al frente del PP
Algunos analistas se precipitaron este jueves a valorar el buen encaje y las maneras institucionales, moderadas y democráticas de Alberto Núñez Feijóo porque observaron que nada más terminar el debate y la votación de investidura, cuando Pedro Sánchez aún disfrutaba exultante de uno de los pocos minutos de gloria tranquilos que probablemente tendrá en toda la legislatura, el líder del PP se acercaba hasta su escaño y le estrechaba la mano. Es una tradición de buenas normas de educación y parlamentarias. No lo hizo el presidente de Vox, Santiago Abascal. Pero sí lo hizo, es verdad que con ningunas ganas, hasta el expresidente Mariano Rajoy, en junio de 2018, cuando fue desalojado del poder con una moción de censura. Pero Feijóo tardó unos minutos en salir al pasillo, encarar a los periodistas, y contar sin tapujos lo que le había soltado a Sánchez en ese en teoría breve intercambio protocolario. Le advirtió de que estaba cometiendo una grave equivocación que sería de su exclusiva responsabilidad. En ese juego, Feijóo enseñó su doble cara. Como hizo el jueves en su duelo con el presidente, con un discurso atronador y casi ultra, para terminar admitiendo la legitimidad de las aspiraciones y aliados de Sánchez.
No fue lo único que reveló Feijóo a los periodistas. También rotuló otra fecha, la siguiente de su estrategia de acoso a Sánchez en todos los frentes a su alcance. Y fue cuando miró para Bruselas y confirmó que tiene grandes esperanzas en el debate sobre la ley de amnistía que se celebrará el miércoles de la semana que viene en el Parlamento Europeo. El líder de la oposición sabe que tendrá muy complicado colocar esa discusión en el Congreso, donde el PP está en minoría en la Mesa de la Cámara que regula y agenda los asuntos, pero piensa que le podrían hacer más caso en Europa. A los pocos minutos empezaron a gotear en las redes sociales las felicitaciones de mandatarios europeos a Sánchez por renovar su presidencia.
Durante 13 años, los que disfrutó como presidente sin que nadie le chistase en la Xunta, Feijóo se acostumbró a que todo lo que pensaba, planteaba, ideaba o pretendía, le salía casi por generación espontánea, sin grandes contratiempos ni oposición. No ha sido así desde que aterrizó en Madrid para examinar su liderazgo nacional. En julio ganó las elecciones, pero no lo suficiente para gobernar incluso con el apoyo de los ultras de Vox, a los que había intentado evitar en el pasado gracias a su inexistencia en Galicia y hasta que se le presentaron como imprescindibles para no perder media docena de autonomías y numerosos ayuntamientos en los últimos comicios locales. En septiembre intentó señalar sus preferencias para el debate de su investidura fracasada y resultó que ya no solo dependía tampoco de sus intenciones.
Durante lustros, Feijóo usó su condición de poderoso barón autonómico para cortejar su perfil de dirigente del PP moderado, transversal, con voz propia frente a Génova 13, que podía entenderse con los estertores de la antigua CiU y, sobre todo, con el lehendakari, Iñigo Urkullu, con el que pactaba cuando se presentaban juntos a sus respectivas elecciones. En verano, cuando comprendió los escaños que le faltaban para llegar a La Moncloa, telefoneó al PNV y también a Junts y no encontró receptividad. Al contrario. Le propinaron otro portazo por llegar con el lastre de Vox. Se llevó tal chasco que comenzó a radicalizar su discurso, especialmente frente a los nacionalistas vascos.
Oferta al PNV
El portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, ya se lo aclaró en su debate de investidura, el 29 de septiembre, cuando evidenció que llevados al paredón entre Vox y la amnistía elegirían rápido esta segunda opción. Este jueves, Esteban informó de que la cúpula del PP, cuando llamó este verano para negociar, les habían ofrecido en su desesperación algunas cosas que vistas ahora les sonrojarían. Fuentes del PNV precisaron más tarde que Feijóo había puesto a su disposición el Ministerio de Industria y algo más. Feijóo lo negó, pero Aitor Esteban no es un portavoz que se recree en los faroles. También tentaron a Junts para presumir de que había renunciado a sus votos y Sánchez casi se trocea de las carcajadas ante esa presunción.
No fue el único contratiempo de Feijóo en el debate. Tampoco tuvo éxito a corto plazo con las citas. Quiso completar para corregir una de Antonio Machado del presidente y le rectificó en minutos el cantautor Ismael Serrano. Uno de esos analistas de tuit rápido se empeñó en concluir, al final de estas sesiones, que Feijóo es un buen orador y que había quedado ya definitivamente asentado en su liderazgo en el PP. Tras 20 meses, Feijóo es ya al fin el jefe de la oposición.
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