Los fracasos internacionales de Málaga, ciudad de moda en España y candidata perdedora fuera
La capital andaluza une su reciente fiasco para acoger la Expo 2027 a anteriores aspiraciones que tampoco se lograron, como la capitalidad europea de 2016 o de la Innovación en 2022
Con lágrimas en los ojos y cara seria, varios concejales del Ayuntamiento de Málaga representaban el pasado miércoles la decepción de que la ciudad no fuese elegida para organizar la Expo 2027. En una votación reñida, Belgrado se alzó vencedora. Un jarro de agua fría para un equipo que empezó a trabajar en 2019 bajo el lema La era urbana: hacia la ciudad sostenible. El alcalde, Francisco de la Torre, lideraba el proyecto, que permitiría la internacionalización de Málaga. Es un paso que no termina de dar. Lo demostraron los fiascos de la capitalidad cultural, de la innovación o ser descartada para acoger la Copa América de vela. Ahora, tras la decepción inicial, llegó la bronca política azuzada por el Partido Popular, que cree que el Gobierno de Pedro Sánchez no hizo lo suficiente para defender la candidatura. Más allá, ha surgido un debate. ¿Es Málaga la ciudad ideal para hablar de sostenibilidad?
Cuando Málaga aún no estaba de moda pero aspiraba a ello, en 2010, llegó el primer desengaño. Se postuló para ser Capital Cultural Europea de 2016, pero ni siquiera pasó la primera criba, que sí consiguieron Burgos, Córdoba, Las Palmas, Segovia y San Sebastián, finalmente la elegida. En 2017 quiso acoger la Agencia Europea del Medicamento, que acabó en Ámsterdam. En noviembre de 2021, ocurría lo propio con las intenciones de ejercer de Capital Europea de la Innovación. Se fue a Dortmund. Un año después, De la Torre insistió en la importancia de acoger un gran evento deportivo como la Copa América de Vela, pero la falta de inversores y, sobre todo, de instalaciones que pudieran estar listas para 2024, hicieron que la competición se quedase en Barcelona. Sí que llegó, a cambio, la Copa Davis organizada por Gerard Piqué, a cambio de doce millones de euros. O la capitalidad europea del Turismo Inteligente, título menor. El desembarco internacional es el talón de Aquiles de la ciudad y su alcalde, de ambición ilimitada y visiblemente enfadado tras la elección de Belgrado la semana pasada: la esperada lluvia de millones para infraestructuras caerá en Serbia.
La periodista María Casado presentó la semana pasada en París la candidatura malagueña a la Expo 2027, que apoyaron desde Pau Gasol y Rafa Nadal a Antonio Banderas. Para Francisco de la Torre, aquellos 20 minutos no sirvieron de nada. Cree que ya estaba todo decidido debido a lo que denominó “movimientos geopolíticos” de la ganadora, Belgrado, siempre la principal candidata como única capital de país que aspiraba al evento. La geopolítica a la que se refirió el regidor ocurre ante cualquier gran decisión similar —Juegos Olímpicos, Mundial de Fútbol— y, aunque de primeras hubo consenso en que al menos el proceso había servido para que se conociera “la potencialidad de Málaga” en el mundo, según el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, más tarde el Partido Popular desató la polémica.
“Nunca ha habido un Gobierno que mire más de lejos a Málaga que éste”, dijo este domingo el coordinador general del PP, Elías Bendodo, que culpó al presidente del gobierno, Pedro Sánchez, de apoyar la candidatura “con la boca pequeña” y “sin ilusión”. “Sánchez ni fue. Aquí sí que le hubiéramos permitido que hubiera cogido el Falcon”, añadió en su habitual tono de confrontación Bendodo. Sus palabras han provocado una cascada de respuestas. De su lado, la presidenta del PP malagueño, Patricia Navarro, asegura que “Pedro Sánchez no dio la cara” por una candidatura, que “partía en desventaja”, según el presidente en funciones de la Diputación, Francisco Salado, porque Sánchez “está de campaña de promoción personal”. El secretario general del PSOE en Andalucía, Juan Espadas, pidió a Bendodo que rectificase sus palabras y el responsable del partido en Málaga, Daniel Pérez, subrayó que el coordinador del PP solo buscaba “un titular para la campaña electoral”. “Se ha hecho un trabajo coordinado de todas las administraciones. Me gusta poner el acento en lo que nos puede unir y no en lo que nos puede separar”, ponía paz, como casi siempre, De la Torre.
¿Es Málaga una ciudad sostenible?
El mensaje sobre la capital malagueña como ejemplo en sostenibilidad generó dudas en numerosos colectivos locales, como la plataforma Bosque Urbano Málaga, que lucha por la construcción de un gran espacio verde en el corazón oeste de la ciudad, donde el ayuntamiento prefiere grandes torres de vivienda y oficinas. “Málaga no es sostenible”, decía rotundo a EFE el arquitecto Salvador Moreno Peralta el pasado fin de semana. Reconocía que la ciudad de hoy es “infinitamente mejor” que la de hace una década, pero que tiene una larga cuenta de cuestiones a corregir. “No puede ser sostenible la ciudad que mantenga Los Asperones —barrio de infraviviendas— o la que tenga los alquileres por la nubes o la que eche a la población del centro”, indicó Moreno Peralta. En su informe anual, Cáritas indicaba a principios de mes que un tercio de las 31.000 personas que recibieron ayuda en Málaga durante 2022 lo hacían por primera vez. La mitad, con problemas relacionados con la vivienda, cuyo precio de alquiler y compra crece en Málaga más rápido que en ninguna otra ciudad de España.
“La brecha social es cada vez mayor”, sostiene José Damián Ruiz Sinoga, catedrático de Geografía Física de la Universidad de Málaga, que cree que “el modelo de crecer a base de pelotazos, eventos o torres no ayuda”. El especialista explica que la sostenibilidad va mucho más allá de lo obvio, el medio ambiente, para tener en cuenta cuestiones sociales, éticas y económicas. Y si en factores como contaminación atmosférica, recursos hídricos, crecimiento urbano o vulnerabilidad al cambio climático Málaga no saca buena nota, suspende con claridad en la desigualdad social y económica. “Se depende únicamente del turismo. El tiempo ha demostrado que es un sector con cosas a mejorar, como la explotación laboral en determinados puestos de trabajo o la falta de limitación al número de viviendas turísticas. Que los medios locales celebren que se venden pisos a cuatro millones no es un logro, es un drama”, subraya José Luis Sánchez Ollero, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga.
La sensación de los especialistas es que, al menos, el camino a la Expo 2027 ha incluido la sostenibilidad en la agenda de las administraciones locales. “Lejos de apartarnos de esa idea, nos debería hacer reflexionar aún más sobre la problemática”, subraya Ruiz Sinoga. “La mentalidad está ya muy bien posicionada, porque Málaga ha hecho muchas cosas aprovechando el tirón del Parque Tecnológico de Andalucía, la universidad y las tecnológicas que llegan. Pero la realidad está lejos, hay aspectos preocupantes para el futuro”, añade Sánchez Ollero, que recuerda que las modas pasan y hay que tener plan B. “Esta vez ha sido mala suerte. No puedes luchar contra ciertos movimientos políticos, pero el proceso ha servido para aprender mucho, ahora toca aplicarlo. La sostenibilidad no es una meta, es un camino. Y tiene límites: tampoco se puede crecer de manera indefinida porque te quedas sin recursos”, concluye Enrique Navarro, profesor del Departamento de Geografía de la universidad malagueña. El experto confía en que si la frustración de la capitalidad cultural se transformó luego en energía para impulsar la ciudad de los museos con la llegada del Pompidou, el Thyssen o el Museo Ruso —a base de talonario y franquicias— este nuevo fracaso sirva para hacer, de verdad, una Málaga sostenible.
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