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El pueblo del vino se queda sin agua potable

Toro (Zamora) lleva varios meses recurriendo a garrafas o depuradoras portátiles por el exceso de arsénico en el acuífero que lo abastece

Toro Zamora
Dos mujeres cargan agua en una de las fuentes potabilizadoras instaladas en las calles de Toro, Zamora.Emilio Fraile
Juan Navarro

El dios del vino sonríe en Toro (Zamora, 8.500 habitantes). Una réplica de El triunfo de Baco, de Velázquez, adorna el primer bar al cruzar la torre del Reloj, rumbo a la majestuosa colegiata de Santa María. Los parroquianos notan en su nuca los ojos de la licenciosa deidad mientras piden cafés, cervezas y, cómo no, vasos de tinto. El camarero, Herman Reguero, se multiplica tras la barra, ya habituado a las grandes garrafas de agua que conecta a la cafetera, muy cotizada a primera hora. Las tapas que seducen a los hambrientos también se cocinan con agua mineral, porque el pueblo lleva casi cuatro meses sin suministro ordinario. Muchos protestan, otros se han acostumbrado a recurrir a botellas o a potabilizadoras instaladas en el municipio y algunos bromean: siempre quedará el vino Denominación de Origen de vides regadas por el río Duero.

El arsénico tiene la culpa. Los análisis sobre el acuífero que abastece a Toro ―una extensa masa del subsuelo de Segovia que nutre a localidades de varias provincias ― revelan que cada litro supera los 10 microgramos de esta toxina, el máximo permitido para consumo humano. La contingencia no afecta a duchas, cisternas, lavadoras, cubos de fregar o regadíos de huertas y geranios, pero trastoca a la población. Las tiendas han multiplicado las ventas del líquido elemento desde que se detectó el problema en diciembre, y el Ayuntamiento, junto a la Diputación, ha dispuesto siete potabilizadoras portátiles donde la gente acude con garrafas vacías para llenarlas y volver a casa.

Un miembro de Protección Civil de Toro realiza el reparto a domicilio de agua embotellada.
Un miembro de Protección Civil de Toro realiza el reparto a domicilio de agua embotellada.Emilio Fraile

El alcalde, Tomás del Bien (PSOE), explica que la saturación agrícola, ganadera y urbana ha explotado al 187% el manantial subterráneo, que acaba saliendo por los grifos de Toro, según un informe de Greenpeace. El acuífero de los Arenales, uno de los más grandes de Europa, sufre por las sequías y su saturación mientras las poblaciones que saciaba buscan soluciones. Algunas, como la vallisoletana Tordesillas, optó por hacer una captación del Duero, medida que Del Bien sopesó para Toro, pero declinó por el “altísimo coste” de llegar desde el municipio al río, a ocho kilómetros y con un desnivel de 150 metros. “Consumimos dos millones de litros al día, cinco en verano. Hemos probado sondeos, pero hacer agujeros es inviable”, expone el regidor. La solución: una planta de tratamiento de arsénico con filtros.

La concesionaria, Acciona, está tramitando la depuradora, valorada en 450.000 euros, 100.000 aportados por la Diputación. “En seis o siete semanas deberíamos tenerla”, calcula Del Bien. Mientras, estaciones instaladas en zonas concurridas del lugar reciben un goteo de usuarios que llegan con garrafas vacías y ponen a prueba la fuerza sus brazos. En las horas puntas hay hasta colas. Alberto Hernández, de 18 años, acude en bicicleta con dos garrafas. “Vengo todos los días, te acostumbras ya”, asume el chaval, que regresa a casa haciendo equilibrios y acarreando los bidones depurados por ósmosis inversa. Más combativo se muestra Javier García, de 40 años, en un bar. “Tengo cuatro hijos y les tenemos que reñir porque beben agua por costumbre, es un problema grande hasta para hacer un cocido”, critica el zamorano, molesto con que la compañía les vaya a subir el precio del recibo pese a dejarlos sin agua consumible. “Somos unos conformistas, no deberíamos pagar las facturas”, se queja.

Francisco Brazuelo carga con una garrafa de agua mineral en una de las calles de Toro (Zamora).
Francisco Brazuelo carga con una garrafa de agua mineral en una de las calles de Toro (Zamora). Emilio Fraile

Del Bien matiza que el 98% del uso no es “de boca” y entiende el enfado social. El Ayuntamiento va a lanzar ayudas tanto a la ciudadanía como a los negocios, de entre 40 y 200 euros para cubrir los gastos. Protección Civil colabora proporcionando garrafas a ancianos con problemas de movilidad, agradecidos tanto por el agua como por la elemental compañía que la soledad les niega en su día a día. Las esquelas, eterna atracción de miradas furtivas y no tan furtivas, informan de la reciente muerte de dos mujeres, de 89 y 101 años. Tan mal no estará el agua, ironizan algunos. Tomás del Bien asegura que los informes documentados de Acciona rebajan la presencia de arsénico, pero la autoridad competente, la Junta de Castilla y León, insiste en que supera el índice permitido, aunque no les aporta las pruebas que quisieran. El alcalde sopesa tomar medidas legales mientras Toro sigue su rutina.

La madrileña, pero toresana de adopción, Antonia Cubillo, de 88 primaveras, charla con las amigas que conoció cuando viajaba los veranos al pueblo de su difunto marido “¡Vamos a tener que beber vino, pero yo ya no tengo edad!”, exclama la mujer. Para “empujar la comida”, confiesa, tira de tinto de verano sin alcohol. Siempre quedará el verdejo, añade, para guisar con buen gusto. Los murales con frases sobre el tinto y los dibujos de clérigos con buenos y espirituosos cántaros, así como las vides, bodegas y tiendas especializadas del entorno, evidencian que no se sufrirá mucho para sustituir el agua.

Quizá el más fastidiado sea el doctor de hombres como Paco Brazuelo, de 75 años, gorra verde y animoso al ir a su vivienda a por garrafas. “El médico me manda beber más agua”, admite Brazuelo. Pues buena faena le han hecho. Al menos el aire puro de Toro, donde antaño batallaron las tropas de Isabel de Castilla y Juana la Beltraneja, dificulta que el vaticinio de este hombre vaya a hacerse pronto realidad: “Si nos faltan el agua y el aire nos vamos al huerto del tío Pedro a criar malvas”.

Dos hombres se asoman al río Duero desde uno de los miradores de la ciudad de Toro.
Dos hombres se asoman al río Duero desde uno de los miradores de la ciudad de Toro.Emilio Fraile

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Sobre la firma

Juan Navarro
Colaborador de EL PAÍS en Castilla y León, Asturias y Cantabria desde 2019. Aprendió en esRadio, La Moncloa, en comunicación corporativa, buscándose la vida y pisando calle. Graduado en Periodismo en la Universidad de Valladolid, máster en Periodismo Multimedia de la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo EL PAÍS.

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