La moción vuelve a convertir a Vox en el mejor pegamento de los socios de la investidura
Los aliados del Gobierno anteponen el rechazo a la ultraderecha a sus cuentas pendientes con el Ejecutivo
Todos los socios de Pedro Sánchez tienen, en mayor o menor grado, alguna cuenta pendiente con el Gobierno. Un reproche que se repite de forma recurrente es que el PSOE se aprovecha de que la única alternativa al Ejecutivo de coalición sea uno del PP y Vox para negociar con ellos lo justo o forzar su apoyo. El bloque de partidos nacionalistas, regionalistas y progresistas que hizo posible el primer Ejecutivo de coalición en 90 años tampoco es monolítico. Representa una disparidad de intereses, en ocasiones contrapuestos. La ausencia de Sánchez toda la tarde de su escaño molestó en muchos de los grupos que lo hicieron presidente, pero por encima de todas las fricciones y de los toques de atención, la moción de censura contribuyó a consolidar al Gobierno con sus aliados. “Este Gobierno tiene muchos motivos para ser censurado”, recalcó Gabriel Rufián (ERC). “Señorías del Gobierno, a ustedes no los va a echar una moción, los va a echar la inflación”, les advirtió. Pero una vez más, Vox se convirtió en el mejor pegamento de los socios de la investidura.
La sesión sirvió para fortalecer el nexo común entre partidos que en otras circunstancias, es decir, sin Vox, coincidirían muchas menos veces con la izquierda. Teruel Existe y el PRC, partidos regionalistas que suelen inclinarse a favor del Gobierno, podrían ser en otras circunstancias potenciales socios del PP, pero ese escenario será imposible si Alberto Núñez Feijóo cierra un pacto con la ultraderecha. José María Mazón, portavoz del Partido Regionalista de Cantabria, recordó que su formación votó en contra de la ley de memoria porque “no reunió consensos”, y que también lo hizo contra la reforma de la sedición y la malversación. “Pero discrepamos de muchísimas cosas [de Vox], se han olvidado de mucha España”, reprochó a Santiago Abascal y a Ramón Tamames.
La urticaria al concepto que Vox tiene de España —su ánimo con el Estado autonómico es recentralizar competencias y finiquitar— la explicitó Tomás Guitarte. Su formación, Teruel Existe, emitió un voto negativo en los últimos Presupuestos Generales del Estado, en contraste con su respaldo en los dos anteriores. Pero permitir un Gobierno de Vox no es una opción. El diputado acusó al partido ultra de “encarnar una reacción ultraconservadora” mientras apelaba a la “superación de los bloques ideológicos”. Otras fuerzas que no están representadas en el Congreso, aunque sí en el Senado, como el Partido Aragonés, conservador, ya decantaron el Ejecutivo autonómico que preside Javier Lambán (PSOE), precisamente por su rechazo al modelo territorial que defiende Vox.
Al contrario que los regionalistas, con argumentos más pragmáticos, los nacionalistas cerraron filas con el Gobierno con unos razonamientos más ideológicos. “El PNV nunca votará una iniciativa que busca minar las instituciones, y con más razón viniendo de la ultraderecha totalitaria de Vox”, cargó Aitor Esteban. El portavoz nacionalista vasco incidió en que la candidatura de Tamames “vino de la mano de gentes que militaron en grupos que intentaron hacer fracasar la democracia y que son orgullosos herederos de la dictadura”. “Usted se ha prestado al juego de la ultraderecha y al descrédito de la democracia”, sentenció. El PNV ya ha dejado claro que no permitirá a Feijóo gobernar, en caso de que los números dieran y el PP les necesitara, si en la ecuación está Vox.
“Los independentistas de izquierda vascos, catalanes y gallegos volveremos a ser quienes los frenemos en las urnas. Ese es el compromiso antifascista que hoy reafirmamos frente a ustedes”, afirmó por su parte la portavoz de EH Bildu, Mertxe Aizpurua. “En la mano de todas las fuerzas que por encima de nuestras muchas diferencias compartimos el antifascismo está que las fuerzas reaccionarias y autoritarias sigan siendo las voces aisladas de quienes añoran un régimen y una sociedad en blanco y negro”, aseveró. Incluso Néstor Rego, del BNG, exponente habitual de la izquierda más crítica con el Gobierno, dejó claro el orden de prioridades. “En 2019, el BNG fue clave para que Vox no obtuviese representación en Galicia y volveremos a ser un muro contra el fascismo”, observó después de criticar al Ejecutivo por sus políticas de izquierda “insuficientes” y por el cambio de posición respecto al Sáhara Occidental y el envío de armamento a Ucrania.
La orden de Feijóo a la bancada popular de abstenerse en la moción —en vez de volver a votar en contra como en la de 2020— a dos meses de las elecciones autonómicas y municipales, a la espera de los posibles pactos poselectorales con la ultraderecha el 28-M, impregnó el debate. “Señorías del PP, ¿pactarían con esto?”, les requirió Joan Baldoví (Compromís). “Si pudieran lo harían, pero más que un Gobierno Frankenstein —apelativo con que los críticos con el Ejecutivo se refieren a sus pactos con socios tan distintos— sería un Gobierno Freddy Krueger, de Pesadilla en Elm Street”, añadió en alusión al personaje de terror de la saga cinematográfica. “Hay una mayoría en esta cámara respaldada por más de 12 millones de ciudadanos que votaron a las formaciones que conformamos esta mayoría legítima y democrática. ¿Son esas personas que nos votaron también Frankensteins porque votaron a esta mayoría progresista? ¿Los apartamos y que no cuenten sus votos y solo los del PP y Vox?”, le espetó el diputado valenciano a Tamames. El candidato no le respondió ni a él ni a los portavoces de los partidos que intervinieron tras el Gobierno. “No pienso contribuir a la estrategia de Vox de desprestigio de la política y de las instituciones. Ustedes han prostituido hoy un instrumento constitucional como es la moción de censura”, expuso Ferran Bel, del PDeCAT.
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