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Del Tajo al Dniéper: reclutas ucranios reciben en Toledo un curso acelerado para incorporarse al frente de batalla

Los 64 soldados enviados por Kiev sin formación militar previa se instruyen en España en las técnicas básicas para sobrevivir en combate

Miguel González
Reclutas del Ejército ucranio se entrenaban el viernes en el campo de maniobras de Los Alijares, con instructores españoles del Toledo Training Center (TTC).
Reclutas del Ejército ucranio se entrenaban el viernes en el campo de maniobras de Los Alijares, con instructores españoles del Toledo Training Center (TTC).THOMAS COEX (AFP)

“Ellos son los primeros interesados en aprender. Saben lo que los espera”, explica el coronel Francisco Iranzo, jefe de la Unidad de Formación de Combate. Varios soldados ucranios tumbados en el suelo del campo de maniobras de Los Alijares (Toledo) se aprietan el antebrazo o el muslo con una goma elástica. Simulan hacerse un torniquete para taponar una herida por arma de fuego. Ahora es un ensayo, pero en el futuro esta técnica podría salvarlos de morir desangrados.

Hace poco más de un mes, los 64 soldados ucranios que se alojan en la Academia de Infantería del Ejército de Tierra eran civiles, víctimas pasivas de los horrores de la invasión rusa. Pero el Gobierno de Kiev decretó la movilización de todos los varones en edad militar y el 1 de noviembre fueron reclutados. Tienen entre 20 y 45 años, distintas profesiones (de ingenieros a agricultores) y diferente nivel de estudios (desde licenciaturas hasta la enseñanza obligatoria). Pero ninguno sabía manejar un arma y, durante sus dos primeras semanas en filas, se dedicaron a cavar trincheras.

El Ministerio de Defensa ucranio aceptó la oferta de su homólogo español y un avión del Ejército del Aire los trasladó el 13 de noviembre hasta la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid). Un día después, comenzaban un curso acelerado de instrucción militar en el Toledo Training Command (TCC). Durante cinco semanas, desarrollan jornadas intensivas de 10 horas diarias, seis días y medio a la semana, más alguna salida al campo de 24 horas; y el escaso tiempo libre que les queda lo emplean en comunicarse, desde un locutorio con wifi, con sus familiares, que siguen bajo las bombas rusas.

Los 70 militares españoles destinados en el TCC les imparten instrucción militar básica, una formación similar a la que recibían los reclutas cuando existía la mili obligatoria. Pero no hay tiempo para enseñarles a desfilar o a saludar correctamente a los superiores. Todo está dirigido a prepararlos para incorporarse cuanto antes al frente de batalla: movimiento en campo abierto y entorno urbano, tiro, combate cuerpo a cuerpo, primeros auxilios e identificación de minas y artefactos explosivos improvisados (IED). Tras la lección teórica llega la práctica: un grupo de soldados ucranios se lleva en volandas a un compañero herido mientras otro camina de espaldas apuntando hacia atrás para cubrir su retirada; al fondo de la explanada, una docena de militares apunta a unas siluetas situadas a 50 metros de distancia y resuena una descarga de fusilería cada vez que se oye la señal del silbato.

Las prácticas de tiro las hacen con el HK-G36, el fusil reglamentario del Ejército español, pero los instructores han tenido que adaptarlos porque en Ucrania tendrán que usar el AK-47 Kalashnikov. El objetivo no es que sean tiradores de élite, sino que, a fuerza de repetirlo, disparar el arma se convierta, llegado el momento, en un movimiento reflejo que se hace sin pensarlo.

Tampoco hay tiempo de ponerlos en buena forma física, aunque a muchos les haría falta tras años de sedentarismo y alguno se resiente de una lesión, aunque se los sometió a reconocimiento médico antes de viajar a España. Su moral, según el comandante ucranio que ejerce como jefe y portavoz del contingente, es “muy alta”. Sus hombres, dice, “se han adaptado muy bien, están aprovechando al máximo la formación que les dan y están deseando volver para defender a su patria”. El comandante es el responsable de mantener la disciplina entre los 72 ucranios (contando los que prestan apoyo logístico e intérpretes) aunque, según los mandos españoles, no se ha producido ningún incidente ni deserción, como sucedió con la desbandada de militares afganos que en su día vinieron a formarse a España. Si la hubiera, sería un asunto jurídicamente peliagudo, pues Madrid y Kiev negocian todavía la base legal de la presencia de sus militares en España.

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Algún mando militar reconoce que traer reclutas desde más de 3.000 kilómetros para darles una instrucción tan básica puede parecer matar moscas a cañonazos, pero el jefe del Mando de Operaciones, el general Francisco Braco, subraya que “se está prestando el apoyo que Ucrania nos solicita”. España ha ofrecido cursos más sofisticados, como los de tiradores de élite, artificieros, zapadores o paramédicos, pero Kiev aún no ha contestado. La operación española, que dirige el general de brigada Francisco Martínez Lozano, jefe del Mando de Tropas de Montaña, se ha integrado en la misión de asistencia militar a Ucrania de la Unión Europea (EUMAM UA). Se supone que es su cuartel general en Bruselas, el Military Planning and Conduct Capability (MPCC), el que debe coordinar y poner orden entre las ofertas de los distintos países. La misión de adiestramiento de los militares ucranios, insiste Braco, es similar a las que se realizan en Irak o Malí, con la diferencia de que esta vez se hace en territorio nacional, aunque no se descarta mandar equipos móviles a otros países y se ha ofrecido a Portugal que envíe sus instructores a España.

“Agilidad, solidaridad, eficacia y discreción” son, según sus responsables, las claves de la misión. La seguridad es prioritaria y se lleva al extremo de que no se permite a los periodistas hablar con los soldados ucranios y estos llevan cubierto el rostro con una mascarilla o braga de cuello para que no se los identifique. La campaña de envíos de cartas con sustancias pirotécnicas a las embajadas de Ucrania y Estados Unidos en Madrid, el Ministerio de Defensa o el Palacio de La Moncloa, ha encendido todas las alarmas. “Esto no va a alterar nuestro compromiso con Ucrania. Vamos a seguir haciendo lo que estamos haciendo porque es lo correcto”, enfatiza el general Braco, quien añade que la mayoría de los sobres incendiarios han sido interceptados y eso demuestra que “las medidas de seguridad funcionan”, aunque en la Academia de Toledo no se había recibido ninguno hasta el viernes.

El próximo día 16 concluirán su formación y los 64 reclutas ucranios regresarán a su país para incorporarse a las filas de un Ejército que ha pagado un altísimo tributo desde que se inició la invasión rusa: hasta 13.000 militares muertos, según las autoridades de Kiev. Aunque aún no hay fecha de llegada de sus sustitutos, el Toledo Training Command (TCC) está preparado para instruir a muchos más, hasta 400 cada dos meses.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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