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La carta de Sánchez a Mohamed VI: escrita en francés y bajo presión

España pasó en unos días de considerar el plan marroquí una opción más a calificarlo como la mejor vía posible para resolver el conflicto del Sáhara

Manifestación en contra de la nueva posición de España en el conflicto del Sáhara, ayer en Madrid.Foto: PIERRE-PHILIPPE MARCOU (AFP) | Vídeo: EPV
Miguel González

La misiva del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al rey de Marruecos, en la que le anunciaba el giro en la posición española sobre el Sáhara —al considerar la autonomía ofrecida por Rabat como la opción “más seria, realista y creíble” para resolver el conflicto—, no habría pasado el mínimo filtro de edición en un periódico. Estaba plagada de faltas gramaticales. Decía, por ejemplo: “Nuestros dos países están indisolublemente unidos por afectos, historia, geografía [...] Estoy convencido de que los destinos de nuestros dos pueblos también lo son”. La carta, sin embargo, estaba correctamente escrita en origen. Solo que en otro idioma: en francés. Lo que le escribió Sánchez a Mohamed VI fue: ”Nos deux pays sont inextricablement liés par des affections, une histoire, une géographie [...] Je suis convaincu que les destins de nos deux peuples le sont aussi”. En francés, como en otras lenguas, un solo verbo significa “ser” y “estar”.

Los gobiernos de Madrid y Rabat negociaron hasta la extenuación cada párrafo de la carta que puso fin a una crisis diplomática que se prolongó 10 meses y obligó a movilizar al Ejército para taponar el agujero que en mayo de 2021 se abrió en la frontera de Ceuta y por el que se colaron más de 10.000 marroquíes. Cada punto y cada coma fueron objeto de consultas y, cuando finalmente se acordó el texto en francés, se tradujo literalmente, por temor a que cualquier interpretación no textual reabriera la discusión.

Después de que Sánchez enviara la carta, el 14 de marzo, hubo que esperar cuatro días a que Mohamed VI (que, según El Confidencial, estaba de vacaciones en Gabón) diera el definitivo visto bueno. Fue el día 18 cuando el jefe de la diplomacia española, José Manuel Albares, de visita en Barcelona, recibió el aviso de su homólogo marroquí, Naser Burita, de que la Casa Real alauí iba a difundir los principales párrafos de la misiva, un movimiento al que seguirían sendos comunicados del Ministerio de Exteriores marroquí y de La Moncloa.

Al Gobierno no podía sorprenderle que la Casa Real marroquí hiciera pública la carta de Sánchez. Ya lo había hecho con la que, a primeros de enero pasado, envió a Mohamed VI el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier. Una carta que, como la del presidente español, abrió la puerta a la normalización de relaciones diplomáticas con Alemania, en suspenso desde dos meses antes que con España. Ambas misivas contenían sendas declaraciones políticas sobre el Sáhara, aunque no idénticas, y solo tenían verdadero valor para Rabat si se publicaban.

Las negociaciones que culminaron en ese pacto epistolar se iniciaron antes de que, en julio pasado, el presidente del Gobierno sustituyera a la ministra Arancha González Laya —que había propiciado la acogida en España del líder del Frente Polisario, Brahim Gali, para tratarse de una grave afección de la covid— por Albares, pero este hizo de la reconciliación con el vecino del sur su principal prioridad. “Marruecos es un gran amigo”, dijo en su toma de posesión.

El nuevo ministro habló telefónicamente con Burita en numerosas ocasiones, pero nunca pudo reunirse con él. Cada vez que se fijaba una cita —en la Asamblea de la ONU, en septiembre de 2021, o en Barcelona, dos meses después— el jefe de la diplomacia marroquí daba plantón. Rabat no aceptaba escenificar la normalización de relaciones mientras España no “clarificara” su posición sobre el Sáhara.

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Albares se mostró dispuesto a revisar la postura española sobre su excolonia, pero exigió a cambio de Rabat la renuncia a utilizar la inmigración como arma de presión política y el reconocimiento tácito de la soberanía española sobre Ceuta y Melilla.

Aprovechando la cumbre UE-Unión Africana, Sánchez se reunió con Burita el 17 de febrero en Bruselas. España ya aceptaba entonces reconocer “los esfuerzos serios y creíbles” de Marruecos por encontrar una solución al conflicto saharaui, parafraseando la última resolución del Consejo de Seguridad de la ONU, de octubre pasado; y calificar la propuesta marroquí de autonomía para la excolonia española, presentada en 2007, como una “buena base” para llegar a un acuerdo, tal como decía la carta de Steinmeier. Pero Rabat exigía a España más de lo que le había bastado con Alemania.

Los días 2 y 3 de marzo se producen dos saltos masivos sin precedentes en la valla de Melilla: 2.500 y 1.200 subsaharianos intentan cruzar la frontera en dos noches sucesivas y casi 900 lo logran. Albares no tiene dudas del objetivo de esta avalancha y se queja a Burita.

El 7 de marzo visita Madrid la número 2 del Departamento de Estado, Wendy Sherman. El motivo es inaugurar un seminario sobre ciberseguridad, pero se entrevista con Albares. Este asegura que no expuso a la alto cargo de la Administración Biden sus planes sobre el Sáhara, pero no descarta que hablaran de Marruecos. Es más que probable que lo hicieran pues, al día siguiente, Sherman voló a Rabat.

Sin embargo, el comunicado conjunto que la diplomática estadounidense y Burita difundieron el 8 de marzo no iba más lejos de lo que Alemania había dicho y España estaba ya dispuesta a aceptar: que el plan de autonomía marroquí era “serio, creíble y realista” y una aproximación que podía colmar las aspiraciones de los pueblos de la región. No parece lógico que Washington presionara a Madrid para que diera un paso que él mismo no estaba dispuesto a dar.

La decisión definitiva la tomaron Sánchez y Albares y solo el 18 de marzo, cuando este último supo que Rabat iba a hacer pública la carta, se la comunicó a la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, cabeza de Unidas Podemos en el Gobierno (quien, según su entorno, se enteró de la noticia por el comunicado marroquí), y a los presidentes de Canarias, Ceuta y Melilla. También, según fuentes diplomáticas, llamó a su homólogo argelino, Ramtane Lamamra, pero esa llamada, si se produjo, no evitó que Argel retirase a su embajador en Madrid y que, cerrada la crisis con Marruecos, se abriera otra con el segundo vecino del sur.

El Gobierno está convencido de que Argelia no romperá los contratos de gas con España (40% del total importado en 2021), por el coste que tendría para su reputación internacional, pero fuentes diplomáticas admiten que los ajustes inevitables en este tipo de suministros y su renovación serán más difíciles de negociar.

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Sobre la firma

Miguel González
Responsable de la información sobre diplomacia y política de defensa, Casa del Rey y Vox en EL PAÍS. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) en 1982. Trabajó también en El Noticiero Universal, La Vanguardia y El Periódico de Cataluña. Experto en aprender.

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