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La reforma laboral pone a prueba las costuras de la izquierda

Díaz y los sindicatos presionan a ERC para que permita la convalidación y así evitar el plan b de aprobarla con Cs, lo que tensaría al máximo la coalición

1Yolanda Díaz, flanqueada por las vicepresidentas Nadia Calviño (izquierda) y Teresa Ribera, el 15 de diciembre en el pleno del Congreso.
1Yolanda Díaz, flanqueada por las vicepresidentas Nadia Calviño (izquierda) y Teresa Ribera, el 15 de diciembre en el pleno del Congreso.Eduardo Parra - Europa Press (Europa Press)
Carlos E. Cué

Nadie acaba de creérselo del todo, pero está pasando. El que parecía uno de los mayores logros de la legislatura, la primera reforma laboral en 40 años pactada con patronal y sindicatos, se ha convertido en un quebradero de cabeza insoportable para el Gobierno. El rechazo de ERC y también del PNV —al menos de momento— a convalidar la norma en el Congreso amenaza el acuerdo y pone a prueba las costuras de la izquierda española, que gobierna por primera vez en coalición con apoyo de otras fuerzas progresistas y de nacionalistas.

Quedan cuatro días para la decisión final —se vota el jueves— y toda la maquinaria de presión del Gobierno y de los sindicatos, en especial UGT, con gran influencia sobre ERC, trabaja para convencer a los republicanos, los más insospechados enemigos de la reforma, que consideran insuficiente. Un voto negativo a la convalidación supondría volver a las leyes laborales aprobadas por el PP en 2012.

La negociación entre el Ministerio de Trabajo, dirigido por Yolanda Díaz, y ERC, con Gabriel Rufián como interlocutor, se ha intensificado en los últimos días y hay muchos intercambios de papeles. Pero los republicanos siguen en el no y la posibilidad de que haya que recurrir al plan b —sacar el texto con Ciudadanos y una arriesgada suma de partidos pequeños— hace crujir las cuadernas de la coalición.

Las diferencias entre el PSOE y Unidas Podemos sobre la estrategia negociadora han quedado en evidencia esta semana. Los socios tratan de rebajar la tensión. Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, que suelen apaciguar a sus respectivos compañeros de filas cuando los decibelios suben en la coalición, han vuelto a hablar esta semana. Según La Moncloa el presidente está al tanto de las negociaciones de la vicepresidenta y de sus gestiones en el viaje a Barcelona, el miércoles y jueves, pensado casi en exclusiva para atraer a ERC al pacto, algo que aún no ha conseguido.

Los socialistas siguen pensando que aprobar la reforma con Ciudadanos, que está esperando la llamada del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, para cerrar el acuerdo, no es una mala opción, porque lo importante para ellos es preservar el acuerdo y evitar cualquier “susto” que haga que la patronal se salga de la negociación. Pero Unidas Podemos insiste en que sacar una reforma progresista con Cs y Unión del Pueblo Navarro y sin ERC o PNV sería un fiasco y ni siquiera garantiza los números. El plan b genera una tensión enorme. Sánchez y Díaz han pactado intentar hasta el final convencer a ERC y PNV.

Sin embargo, las cosas no son sencillas. Esta semana ha habido una reunión discreta de los negociadores habituales del PSOE y ERC, con Félix Bolaños, María Jesús Montero, Adriana Lastra y Héctor Gómez en la delegación socialista y Rufián, Marta Vilalta y Josep María Jové en la republicana. En teoría era para hablar de muchos asuntos. Pero la reforma laboral monopolizó la cita.

Los socialistas dejaron muy claro a los republicanos que la reforma se tiene que aprobar sin tocar una coma, y tampoco puede haber compromisos de reformas futuras que la patronal pueda entender como una traición al acuerdo. Por eso, ERC exige garantías de que lo que negocie con Díaz será aceptado por el PSOE, y esta semana ha habido mucho trabajo político para apuntalar esta salida.

El PSOE está muy cerrado en este asunto, porque teme que cualquier paso en falso pueda ser utilizado por la patronal como excusa para salirse de un acuerdo que todos los políticos, empresarios y sindicalistas consultados admiten que está cogido con alfileres. Sobre todo por la gran tensión interna en la patronal. Esta semana el líder de Cepyme, Gerardo Cuerva, se lanzaba con dureza en una entrevista en El Mundo contra la reforma que él mismo aceptó y aseguraba que no acudirá a La Moncloa a firmar de forma simbólica el acuerdo.

ERC está en una encrucijada compleja. Tiene a los sindicatos presionándole —esta semana UGT y CC OO le han recordado que va a votar en contra de una reforma que le sube el sueldo automáticamente por aplicación del convenio de sector 5.300 euros al año a una camarera de piso en Barcelona y hasta 7.500 a un empleado de transporte por carretera en esta misma provincia clave para ERC— y no es fácil traicionar a Unidas Podemos después de que este grupo le apoyara sus Presupuestos en Cataluña. Pero por otro lado ERC necesita algún triunfo en la negociación para desdecirse de sus duras palabras contra la reforma y demostrar frente a las críticas constantes de Junts que logra compromisos del Ejecutivo, y también está en una clara pugna con la propia Díaz, que va directa a un sector muy importante de su electorado.

La batalla dialéctica esta semana entre Rufián y Díaz lo dejó muy en evidencia. “ERC no negocia ni vota proyectos personales”, lanzó el republicano. “No estoy haciendo política, defiendo los derechos de los trabajadores. Subir el salario mínimo es mejorar la vida de la gente, no un proyecto político”, le replicó la vicepresidenta precisamente desde Barcelona.

La otra pata es el PNV, y en ella también están trabajando Díaz y La Moncloa, con Bolaños al frente, pero con muchas dificultades. Al contrario que ERC, que tiene a sus sindicatos cercanos a favor de la reforma, el PNV tiene a los suyos, ELA —el más próximo— y LAB, tan en contra que para hoy mismo han convocado una gran manifestación para rechazarla. El día antes de la votación en el Congreso habrá protestas en los centros de trabajo.

Esto da idea de la complejidad de la política española, donde ningún éxito es duradero y todo puede romperse por donde menos se espera. Lo sabe bien Mariano Rajoy, que una semana estaba celebrando los Presupuestos y la siguiente salía expulsado de la política por una moción de censura apoyada por algunos de los mismos que respaldaron las cuentas.

El caso del PNV y su exigencia de que primen los convenios vascos, que tienen mejores condiciones que los nacionales, como corresponde a una de las zonas más ricas del país, que algunos comparan con la alemana Renania, es paradigmático. Ahí empezaron los problemas de este texto que ahora se vota.

Momento clave

Entonces no se pensó que sería tan relevante, pero hubo un momento clave en la negociación de la reforma laboral que ahora se vuelve contra ella. Antonio Garamendi, líder de CEOE, y Andoni Ortuzar, presidente del PNV, ambos vascos, trataron de encontrar un acuerdo sobre este punto de los convenios autonómicos. Ortuzar avisó a Garamendi: sin eso, no la votaremos.

Pero el empresario tenía entonces presiones enormes de varios sectores de la patronal que querían rechazar la reforma, especialmente los catalanes y los madrileños, que lideran la oposición interna. No podía permitirse ningún fallo. Así que se plantó con eso. Los convenios estatales tenían que estar por encima del autonómico, como en la reforma del PP. Eso no se podía tocar. Fuentes sindicales explican que “fue una condición sine qua non” y decidieron aceptar.

Fuentes de la patronal señalan que hay sectores del PP e incluso de Vox que conspiran internamente con algunos empresarios contra Garamendi, y él no puede permitirse ningún tropezón. Por eso es tan difícil cuadrar este sudoku. Pero a la vez, nadie acaba de entender que ERC vote en contra de una reforma que mejora la situación de los trabajadores. Quedan cuatro días frenéticos para convencerles.

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