Vox sale al rescate del obrero y deplora el fin de la huelga en Cádiz
El partido de Abascal alienta los conflictos sociales e impide una declaración institucional del Congreso por el Día Mundial contra el Sida
Iván Espinosa de los Monteros y de Simón, hijo del cuarto marqués de Valtierra, promotor de apartamentos de lujo y con un máster en finanzas en Estados Unidos, habló este miércoles en el Congreso de los Diputados en nombre de los obreros de España. El portavoz de Vox repitió la muletilla que no suelta desde hace meses, aunque esta vez con un añadido: “Ya solo queda Vox… también para la clase trabajadora”. El partido de Santiago Abascal ya no quiere ser solo la auténtica voz de la nación española, la de la moral y las buenas costumbres, la del hombre oprimido por el “totalitarismo feminista”. También aspira a serlo de la “clase obrera”, como evidenciaron las proclamas lanzadas por Espinosa de los Monteros y su compañera Macarena Olona en la sesión de control al Gobierno.
La solución pactada entre sindicatos y patronal para poner fin a la tormentosa huelga del metal en Cádiz no ha satisfecho nada a Vox. “Se ha cerrado en falso”, dijo Espinosa. “Han dejado a los trabajadores absolutamente abandonados”, remachó Olona, para culpar de todo a la “burocracia sindical de CC OO y UGT”.
En una sesión de control sin el presidente del Gobierno, de viaje en Egipto, los portavoces de Vox se habían lanzado a por las vicepresidentas Nadia Calviño y Yolanda Díaz blandiendo el estandarte del proletariado. Vox persigue desde hace tiempo lo que ya han conquistado sus camaradas ideológicos de otros países: captar a sectores obreros desencantados con la izquierda y seducidos por los discursos patrióticos. El partido de Abascal ha creado incluso un sindicato, Solidaridad, de cuyas actividades hay escasas noticias hasta la fecha. Pero ese es su empeño y el Congreso fue testigo este miércoles.
Empezó Espinosa frente a Calviño. Tras denunciar el “abismo cada vez mayor” entre el Gobierno y los españoles que más sufren, el portavoz de Vox salió en defensa de las trabajadoras de la limpieza de Castellón en huelga y cargó contra los sindicatos que han paralizado esa protesta. Deploró el fin del conflicto en Cádiz, denunció el uso de una tanqueta policial “para reprimir a los trabajadores” y concluyó con el eslogan que hace de su partido la última esperanza de los obreros españoles.
A continuación llegó Macarena Olona a intentar sacar los colores a Yolanda Díaz, la vicepresidenta y ministra de Trabajo, con su estirpe sindicalista: “Este Gobierno es un auténtico castigo para la clase trabajadora”. Olona acusó a Díaz de “sobornar a los sindicatos” para “poner fin a las movilizaciones en las calles” de Cádiz. Y como remate, un aviso: “Los trabajadores quieren patria, ministra comunista, y le anticipo que ustedes están a punto de perder las calles”.
Calviño se limitó a defender la política económica de un Gobierno que tiene “a los más vulnerables en la cabeza y en el corazón” y pasó por alto el discurso obrerista de Espinosa. Díaz se revolvió algo más frente a la diputada de Vox. “Cree que me ofende a mí y al Gobierno, pero solo queda retratada usted”, se arrancó la vicepresidenta segunda. La “ministra comunista” recordó a Olona que el papel de los sindicatos y la patronal está reconocido por la Constitución y elogió a ambos por la resolución del conflicto de Cádiz: “Nos han dado una lección colectiva. Los agentes sociales y los trabajadores y sus familias nos han dicho que organizarse, movilizarse, luchar, dialogar, negociar, vale la pena. Y yo les doy las gracias en nombre del Gobierno de España”.
Ese era a las 9.20 el discurso de Vox. A las 9.40, el mismo partido obsequió al Congreso con una cabriola. Ahora ya no se trataba de defender a los obreros frente a las tanquetas y la “represión”, lo que tocaba ahora era reclamar mano dura frente al “terrorismo callejero” y la “chusma violenta” que “jalean los ministros comunistas”. Esas fueron las palabras del diputado Ignacio Gil Lázaro, quien no olvidó cumplir su tradición semanal: llamar “miserable” al ministro del Interior. El motivo fue esta vez la reforma de la ley mordaza, en la que Gil Lázaro ve una intencionalidad política hacia el futuro. Según su teoría, la izquierda está preparando el terreno para “quemar las calles, como hace siempre” cuando pierda el Gobierno. Menos mal que para entonces, anunció Gil Lázaro, Vox estará en el poder e impondrá “ley y orden”. Fernando Grande-Marlaska suspiró con ese gesto de hastío que a duras penas disimula cada miércoles ante la lluvia de improperios del diputado de Vox. Las palabras del ministro hacia su contrincante fueron también las tradicionales: “Ignorancia”, “falsedad” y “mala fe”.
Por lo demás, Vox volvió a frustrar una declaración institucional del Congreso, que exige la unanimidad de los grupos. La semana pasada era por el Día contra la Violencia Machista y esta por el Día contra el Sida. El partido de Abascal rechazó sumarse, según fuentes parlamentarias, a un texto propuesto por el PSOE que aludía a la Agenda 2030, considerada por Vox como la máxima expresión de la “dictadura progre”.
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