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Puigdemont volverá a Bruselas el lunes, pero irá a Cerdeña para declarar

El expresidente catalán asegura que “el Gobierno tenía interés” en que le detuvieran

Daniel Verdú
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en el Alguero este sábado.
El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, en el Alguero este sábado.YARA NARDI (Reuters)

Alguer (Cerdeña) se transformó el sábado en el lugar más parecido a Cataluña donde podía aterrizar el expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, desde que huyó de España en 2017. Tras pasar 24 horas en una cárcel sarda de máxima seguridad y a la espera de comparecer el 4 de octubre en el tribunal de Sassari, el líder independentista fue recibido con ovaciones en el centro de la ciudad, considerada por el independentismo como uno de los últimos confines culturales de Cataluña. Una jornada donde acaparó los focos y en la que intentó exhibir el magnetismo que todavía despierta en una parte de los independentistas. El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, que llegó a mediodía tras un largo viaje en barco, se reunió unos minutos con él. Puigdemont dijo que la cita fue “cálida, empática, emocionada”, y que no se trataron cuestiones políticas en curso.

Puigdemont tuvo todo el día para pasear por la ciudad y reunirse con las autoridades sardas (el presidente de la región, Christian Solinas, y el alcalde, Mario Conoci). Le recibió un grupo de unos 800 catalanes desplazados al Alguer y se jactó de cómo el último capítulo jurídico de su huida ayudaba de nuevo a “internacionalizar” su causa. Luego acusó al Gobierno de Pedro Sánchez —a quien probablemente menos le convenía políticamente la situación—— de estar detrás de su arresto. “No ha sido mérito nuestro. Hemos tenido una gran ayuda del Estado español y les animamos a que sigan haciéndolo”, ironizó. Puigdemont compareció acompañado de su abogado, Gonzalo Boye, y del director de su oficina, Josep Lluís Alay. Pero también de varios representantes de Junts per Catalunya, como su secretario general, Jordi Sànchez.

El expresidente de la Generalitat, que había perdido su inmunidad como europarlamentario en julio y fue detenido en Cerdeña el jueves, está a la espera de que la justicia italiana decida sobre la validez de la euroorden dictada contra él por el instructor del caso del procés, el magistrado Pablo Llarena, el 14 de octubre de 2019. El lunes regresará a Bélgica, aunque asegura que volverá a Cerdeña el próximo 4 de octubre para presentarse ante el tribunal de Sassari. Ese día se celebrará la vista para analizar la demanda para su entrega a España.

“La estrategia judicial es la de siempre”, dijo el abogado del expresident, Gonzalo Boye. “Siempre, y ante la justicia de todos los estados democráticos, hemos comparecido cuando nos han citado. Y lo seguiremos haciendo”. Aún así, fuentes jurídicas italianas consideran que, si no se presentara, el juez podría archivar la causa al “no proceder ya” su extradición desde Italia.

La detención ha servido también para subrayar la grieta abierta con ERC, su socio en el Govern, a cuenta de la mesa de diálogo con el Ejecutivo español. Un proceso que el ex presidente catalán intentó deslegitimar ayer. “Hoy el mundo ha visto que hay una parte del independentismo que no está en esa mesa porque no es aceptada. Da la sensación que el Gobierno español solo quiere dialogar con los que le dan apoyo parlamentario. Por eso el Gobierno tenía mucho interés en que yo fuera detenido. Nosotros no estamos en esa mesa porque no quieren”, afirmó Puigdemont, omitiendo que su partido no participó en la primera reunión de la mesa porque se negó a designar a consejeros como representantes en la misma. Tampoco explicó cómo cree que se produjo la intervención de España. “Sánchez prometió que me entregaría a la Justicia”, se limitó a recordar.

Las relaciones entre ERC y Junts atraviesan su peor momento. Pero Pere Aragonès decidió el viernes desplazarse hasta Cerdeña para apoyar a Puigdemont. Salió de Barcelona solo pocas horas de su liberación, pero no llegó al Alguer hasta el sábado a las 16 horas. Su equipo decidió que hiciese un largo viaje en ferry, demorando así su llegada y dejando todavía más tiempo los focos a Puigdemont, que ya se había reunido con las autoridades sardas por su cuenta cuando llegó el jefe el Govern. Ambos líderes se sentaron a charlar unos minutos y, por separado, comparecieron ante la prensa.

Aragonès lo hizo de pie, en una pequeña plaza de la ciudad. No había demasiada expectación, al contrario que el revuelo que levantaba Puigdemont cada vez que daba dos pasos por la ciudad. Interrogado por los periodistas, Aragonès no aclaró nada sobre el impacto que la detención podía tener sobre la mesa de diálogo e intentó evitar la cuestión. Tampoco explicó si había tenido algún contacto con el Ejecutivo de Sánchez en las últimas horas. Se limitó a pedir, en tres idiomas, “la amnistía y un referéndum”.

El jefe del Govern aseguró en su visita relámpago que la libertad de Puigdemont no será completa hasta que pueda a regresar a España “como un ciudadano libre” y se retiren todas las órdenes de detención. “Alemania, Italia y Bélgica ya han demostrado que no se cometió ningún delito”, aseguró, aludiendo a la negativa de los dos primeros países a extraditarlo. Luego, tras un pequeño recorrido con Puigdemont por la ciudad, el presidente de la Generalitat puso fin a su visita. Esta vez su equipo decidió que lo hiciera en avión.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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