La lucha de Víctor por trabajar de lo suyo
Periodista y diseñador web de formación, a los 32 años es mozo de almacén y aún vive con sus padres
Pese a todo, Víctor Hernán Ospina está contento. Pese a haber estudiado primero una carrera y luego una FP y estar a años luz de ver una salida laboral clara. Pese a haber cumplido ya los 32 y seguir en casa de sus padres. Pese a que lo mejor que ha encontrado en mucho tiempo es un trabajo a media jornada clasificando paquetes devueltos de marcas multimillonarias. Pese a tantas cosas, él prefiere tirar de sonrisa. “Veo a mucha gente de mi generación quemada, cansada. No sé si pecaré de un exceso de optimismo, pero ahora por lo menos tengo un horario razonable y puedo ahorrar para irme de vacaciones en julio. No es el trabajo de mis sueños, pero al menos es un respiro”.
Han pasado ya las cuatro de la tarde en el piso del municipio madrileño de Alcorcón en el que Víctor vive con sus padres y su hermano pequeño. Justo después de comer, este licenciado en Periodismo y técnico superior en Desarrollo de Aplicaciones Web parece, por primera vez en el día, dejarse vencer por el derrotismo. Un halo de tristeza se mezcla con la flojera de la sobremesa. “Lo que más rabia me da es pensar en los ocho años que pasé entre la carrera y las prácticas. Lo llego a saber y me meto en FP a los 20 años. El problema es que entonces me parecía la hermana tonta de la Universidad”, se lamenta.
“No tengo el trabajo de mis sueños, pero al menos puedo ahorrar para irme de vacaciones en julio. Es un respiro”
Pero no hay tiempo para arrepentimientos. Víctor tiene que sacudirse la pena y la pereza. En poco más de una hora tiene examen oral de inglés para lograr el First Certificate. “Es lo que pide el mercado”, dice resignado. Otro título que almacenar en su habitación con la esperanza de que un día suene la flauta y encuentre un trabajo. “De lo mío”, esa expresión que tantas veces repetirá a lo largo del día.
Su caso es uno más en un océano. Los jóvenes españoles tienen el triste récord de encabezar las clasificaciones internacionales de precariedad. En toda Europa, solo Macedonia supera la tasa española del 53% de menores de 30 años con contrato temporal, según los datos de Eurostat de 2020. Los otros países se sitúan a una distancia considerable, con una media del 33%.
Los datos de paro no son mucho mejores. España también lidera el ránking entre los países ricos, con un 38% de los menores de 25 años desempleados, frente a una media del 17% en la Unión Europea.
Este reportaje nace de un audio de Whatsapp que Víctor mandó a EL PAÍS en el que contaba que, tras romper una larga relación, se abrió una cuenta en Tinder y comenzó a charlar con una chica. Todo iba bien hasta que salió el tema de la vivienda. “Cuando le dije que tenía 32 años y que vivo con mis padres me sentí avergonzado. Te das cuenta de que no has logrado tus objetivos a pesar de que no sea tu culpa. Me pregunto cuándo va a empezar mi vida propia”, aseguraba. Poco después de recibir ese mensaje, un redactor y un fotógrafo de este periódico acompañaron a Víctor durante una jornada completa.
Su día empieza pronto. A las 6.45 se levanta para ir al polígono industrial de Getafe donde hace un mes y medio consiguió un puesto como mozo de almacén. Muchos de los que trabajan en esta zona lo hacen a través de intermediarios que difuminan la relación laboral hasta acabar por no saber muy bien quién les ha contratado. Es el signo de los tiempos.
En casa, a la vuelta del trabajo, Víctor habla de los esfuerzos “titánicos” que hicieron sus padres, llegados de Colombia hace 20 años, para sacar adelante a los tres hijos, uno de ellos con discapacidad. La madre, en turnos matadores limpiando en cuantas más casas mejor. Y el padre, todas las noches como conserje en una finca. Recuerda el golpe que supuso la crisis de la década pasada, en la que la familia pasó un verano asfixiante en el que ni siquiera podía permitirse la entrada de la piscina municipal para refrescarse.
“He dejado de pensar en el futuro”, concluyó tras una crisis de ansiedad
Todos esos recuerdos son ya agua pasada. “Hubo que remar mucho. Pero mi ilusión era llevarlos a la Universidad y que sacaran un buen trabajo”, dice la madre, Marta Giraldo, desde el piso de 65 metros que con tantos sudores pudo comprar. El problema es que ese sueño de la recompensa al esfuerzo se ha roto. Y en esta casa hay muchas dudas de que algún día se vaya a recuperar. “Ya ni te planteas nada. Solo esperas a ver qué pasa”, zanja la discusión la madre.
A sus 32 años, el trabajo más estable que ha tenido Víctor es el de conserje durante los fines de semana en sus cinco años de estudiante universitario. Desde entonces, ha pasado por becas en medios de comunicación y por prácticas en alguna empresa. Además, acumula toda una retahíla de empleos temporales como taquillero, mozo de almacén o limpiador en un taller. En su franja de edad, de 30 a 39 años, un 27% de los ocupados españoles tienen un contrato temporal, según la Encuesta de Población Activa del primer trimestre del año. Pero mucho peor lo tienen los que vienen detrás de él: la tasa crece al 45% entre los jóvenes de 25 a 29 años y se dispara al 63% entre 20 y 24 años y al 80% entre los que no llegan a la veintena.
Víctor ahora no descarta nada. Tampoco emigrar a América Latina, en lo que sería un viaje de vuelta al continente que dejó a los 12 años.
El día acaba. En una terraza frente a la Escuela Oficial de Idiomas, Víctor protesta por la dureza del examen. “¡He tenido que hablar sobre los huertos urbanos!”, dice con una sonrisa en la boca y una cerveza en la mano. Es en estas últimas horas de convivencia cuando da una de las claves de su actual optimismo. Hace tres años sufrió un ataque de ansiedad fruto de la presión que se ponía sobre sí mismo. Un día amaneció rodeado de vómitos y sin poder respirar. “Tenía muchos remordimientos. Me preguntaba qué habría pasado si hubiera sido más aplicado. Si hubiera sido más responsable. Si hubiera salido menos con mis amigos...”, recuerda.
Esa crisis le sirvió para tomar distancia. Aún le pesa la idea de tener que ser productivo siempre. “A veces, si me paso un rato tumbado en el sofá, empiezo a pensar que me merezco la situación en la que estoy”. Pese a todo, aún sigue teniendo sueños. Confía en poder independizarse algún día y tener un trabajo. “De lo mío”. Pero mientras llega ese momento, se toma las cosas con más tranquilidad. “Me gustaría hacer cosas. Pero la mejor manera es trabajar el presente. Que salen, bien. Si no, pues ya está. No puedes exigirte tanto y echarte mierda continuamente. Mi objetivo hoy era aprobar este examen. Y si lo consigo, ya estoy contento. He dejado de pensar en el futuro”.
Por cierto, a las pocas horas de la entrevista Víctor supo que había aprobado con un 5. Este ha sido un buen día para él.