Casado, tu casa no es Colón
El líder popular no acaba de imponer su mensaje y estilo de oposición, ahora arrastrado por Ayuso
Casado no acaba de encontrar su camino. Ni un estilo propio, continuado y coherente de hacer oposición. Transcurridos tres años al frente del PP, tras aquellas primarias destinadas a que las ganase de calle Soraya Sáenz de Santamaría o a que fuesen anuladas ante la irrupción por aclamación del gran barón gallego, Alberto Núñez Feijóo —desde hace varios días en el Camino inverso de Santiago hacia Roma para huir de la foto con la ultraderecha—, Casado se mantiene en el rastreo aleatorio de su liderazgo. El líder del PP aún no ha descubierto cómo quiere mandar en su partido, qué equipo quiere conformar o cuál debe ser su discurso para diferenciarse de Vox y hacer creíble una alternativa real al PSOE de Pedro Sánchez para todo el Estado. La casa de Casado no es Colón, pero todavía rebusca en el bolsillo sus llaves.
El programa de entretenimiento Mi casa es la tuya, de Telecinco, en el que el anfitrión, el cantante Bertín Osborne, masajea a sus invitados para que se sientan cómodos, se confiesen y suelten perlas novedosas, obtuvo esta semana casi un 16% de audiencia y se convirtió en todo un éxito, especialmente para la protagonista, la popular Isabel Díaz Ayuso. La madrileña se mostró con toda su naturalidad, sin filtros políticamente correctos y se ganó a gran parte del personal porque la reconocen como se muestra y como es. Para lo bueno y para lo malo, que también hay. Bertín debería llamar otra vez a Casado cuanto antes para hacerle un favor.
Casado se suele quejar de que desde que llegó a la planta noble de Génova 13 apenas ha podido marcar su territorio. Unas veces por problemas internos y componendas con los distintos sectores que le apoyaron en el congreso de las primarias. Luego, por escándalos varios de corrupción heredados del pasado que le han tapado sus periódicas propuestas de pactos de Estado a Pedro Sánchez, siempre lanzados con condiciones innegociables. Y más tarde por la realidad electoral de un país en el que es raro que no coincidan en un mismo año hasta tres campañas. En ese sentido, Casado vive arrastrado entre urnas, sondeos e intereses políticos y mediáticos contrapuestos, algo que le marca demasiado.
El actual líder del PP es un político joven y de raza, formado y educado en sintonía con las nuevas generaciones de españoles, con una perspectiva panorámica de la política nacional e internacional y con un trato privado excelente, del que es testigo incluso el actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, con el que mantiene charlas discretas mucho más cordiales de lo que se conoce. En público, depende. Casado no está cómodo en la casa de Colón con Santiago Abascal, y por eso evitó este domingo hasta entrar de lleno en la plaza, donde campaba sin complejos el líder ultra de Vox.
Primero salió a la puerta de la sede del PP escoltado por el regidor de Madrid, José Luis Martínez Almeida, que cada día que pasa muda más y más aquel contorno de clase y humor con el que llegó a la alcaldía, y por Isabel Díaz Ayuso. Los estrategas del PP idearon un argumentario tipo. La idea era meterse con Sánchez por todas la razones y contextos, culparle de todos los males de España y arrogarse la defensa a ultranza de la Constitución de 1978 y de la unidad de la nación. Almeida cumplió. Casado no se desvió una coma del guion, porque también es disciplinado. Pero Ayuso se acordó de Bertín, de su casa, de su modelo tabernario de libertad y elevó el tiro para interpelar al rey de España y preguntarle por si tiene pensado firmar el decreto de los indultos que se dispone a conceder el Gobierno de Pedro Sánchez o prefiere no ser su cómplice. Todavía no era la hora del aperitivo. Casado apagó el micrófono que Ayuso había dejado ya reventado, la tomó del brazo y se encaminó con la presidenta madrileña por Génova hasta la esquina del paseo de Recoletos con la plaza de Colón. Allí se quedó plantado y pasmado.
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