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La salida de escena de Iglesias alivia a socios y rivales

Oposición y excompañeros de gabinete confían que la interlocución funcionará mejor con Yolanda Díaz

El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, recibe los aplausos del Gobierno y de la bancada socialista tras su discurso de despedida en el Congreso de los Diputados. En vídeo, el líder de Unidas Podemos habla sobre su relevo en el partido durante el Consejo Ciudadano Estatal del sábado.Vídeo: Chema MoyaChema Moya / EFE
Javier Casqueiro

En el sector socialista del Gobierno y en el PSOE, la mayoría de los socios parlamentarios del Ejecutivo y, desde luego, la oposición de centro derecha expresan en privado una sensación de “alivio ante la salida de escena” de Pablo Iglesias para ser candidato de Unidas Podemos a la Comunidad de Madrid. Creen que su obsesión por el relato, más que por la gestión, y por ganar las batallas mediáticas internas dentro del Ejecutivo han concentrado demasiado sus esfuerzos y que su designada sucesora, Yolanda Díaz, con la que solo guarda algunas similitudes, tendrá un perfil menos agresivo y más institucional. Su rival parlamentario en el PP, Teodoro García Egea, le despide entusiasmado entre denuncias y querellas: “Es un buen amigo de sus amigos, los ha colocado a todos”. Gabriel Rufián, de ERC, precisa: “La relación personal y política es buena, pero nuestra interlocución es directa con el PSOE”. Desde Junts matizan: “Su abandono es la constatación de que la vía de la solución política al problema catalán está muerta”. En Vox lamentan: “No le hemos dado lo que se merecía”. PSOE y Más País han preferido no opinar de Iglesias en público.

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El pasado miércoles 24 de marzo, el aún vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que renunciará a ese cargo este próximo martes en su último Consejo de Ministros, quiso despedirse del Congreso en su última sesión de control al Ejecutivo con un recuerdo a las primeras palabras que pronunció precisamente en esa tribuna, tras varios años de activismo político desde los medios, las televisiones, y las clases y los pasillos de la facultad.

Quiso redondear un ciclo de su trayectoria y dijo: “Hace poco más de cinco años, tomé por primera vez la palabra en esta tribuna democrática y mis primeras palabras de agradecimiento fueron para las generaciones de españoles y españolas que se jugaron la vida y que se jugaron la libertad para devolvernos la democracia arrebatada”. A continuación, añadió: “Las gentes que quedan de aquellas generaciones peinan hoy canas y quiero que mis últimas palabras en esta tribuna democrática, esta vez como vicepresidente del Gobierno, vuelvan a ser un homenaje a esas generaciones de españoles y españolas que lucharon contra el fascismo, por la libertad y por la justicia social. Porque fueron, somos; porque somos, serán”.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, y el de En Comú Podem, Xavier Domènech, se besan en el Congreso en marzo de 2016.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, y el de En Comú Podem, Xavier Domènech, se besan en el Congreso en marzo de 2016.EFE

Había contestado a dos preguntas de diputados de la oposición, del PP y de Vox, y luego a una interpretación sobre la actuación de su departamento, en cuanto ministro de Derechos Sociales sobre la protección a los mayores, que sirvió para encadenar una sucesión de reproches a su balance de su gestión. Al final de la sesión, el presidente en funciones de la Cámara, el socialista Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, le quiso regalar algo los oídos antes de su salida y desde la tribuna principal apuntó: “Estoy seguro de que todos le echaremos de menos”. Fue así de escueto, pero incluso ese comentario protocolario levantó la mofa de los pocos diputados presentes de la oposición del PP, Cs y Vox. “¡Qué va!”, se escuchó entre risas.

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Iglesias descendió del atril y se dirigió al banco azul en el que estaba aposentada su compañera, amiga y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz. Chocaron los puños. A Díaz no le ayudó ni la mascarilla para ocultar el ceño fruncido por su congoja y las lágrimas de tantos recuerdos y luchas conjuntas, pero también de vértigo ante el nuevo encargo. Iglesias se apartó un poco y delante de Pablo Echenique recogió el aplauso de apenas un minuto de su bancada y de la única ministra socialista presente, María Jesús Montero.

El líder de Podemos, Pablo Iglesias, coge a la hija de la diputada de su partido Carolina Bescansa, en enero de 2016.
El líder de Podemos, Pablo Iglesias, coge a la hija de la diputada de su partido Carolina Bescansa, en enero de 2016.Sergio Barrenechea (EFE)

Se había acabado una trayectoria y empezaba otra. Hace seis años, en la XI minilegislatura, accedió de la calle al Congreso y en apenas unos meses acaparó 32 iniciativas. Desde entonces, cuatro mandatos, dos presidentes y tres mociones de censura más tarde, ha protagonizado 289 intervenciones y declaraciones en la Cámara. Y Podemos pasó de la nada a romper el bipartidismo con 65 escaños, llegó a disputar la izquierda al PSOE, a diseñar su boceto de Gobierno con el acceso desde el 15-M a los principales órganos de poder, y finalmente bajó a 35 actas y, entonces sí, entró en el Ejecutivo, con hasta cinco carteras, pero de asuntos sociales.

En ese periodo Iglesias protagonizó algunas de las escenas y duelos más duros, sorprendentes e inéditos de la Cámara, desde acoger en sus brazos al bebé recién nacido de su excompañera Carolina Bescansa, a dar una rueda de prensa sentado en el suelo en corrillo en el solemne Salón de los pasos perdidos, a darse un beso en la boca en marzo de 2016 con su correligionario Xabier Doménech para celebrar la investidura perdida de Pedro Sánchez o reprochar el episodio de la cal viva contra Felipe González. En noviembre de 2019, la imagen fue la del pacto del abrazo con el líder socialista, como preámbulo a su cumbre en el poder, con la sesión de enero de 2020 en la que Sánchez fue proclamado presidente.

Pablo Echenique, alter ego ahora de Iglesias en el Congreso, aún recuerda emocionado aquel día como el mejor momento para los dos: “Conseguimos romper el veto histórico y antidemocrático que excluía de la gobernabilidad de España a millones de compatriotas y, cuando la presidenta del Congreso certifica el resultado de la votación, Pablo sube a dar el ramo de flores a Aína Vidal y se emociona. En ese momento, yo lo veo y ya no me puedo contener. Cuando baja, nos ponemos los dos a llorar como niños pequeños mientras nos hacen miles de fotos y yo le digo: sí se pudo, jefe, sí se pudo”.

El portavoz parlamentario de Podemos teoriza sobre aquellas lágrimas tan políticas: “Era todo junto. Era que yo sabía el enorme sacrificio personal que había hecho Pablo para conseguirlo. Eran los años de difamaciones y ataques. Era que Pablo había sido el único que había mantenido siempre firme el objetivo, el timón y la inteligencia estratégica. Era que se lo merecía. Era que nos lo merecíamos. Era, sobre todo, que nuestro país se lo merecía. Eran las lágrimas que se te escapan cuando el equipo pequeño hace historia”.

En el núcleo duro del sector socialista del Gobierno, sin embargo, ya no se le echa de menos: “No ha gestionado nada y podía haber hecho mucho más, tenía una vicepresidencia que podía haber sido un regalo en un Gobierno progresista, para gastar y prometer derechos sociales por toda España, y no le ha sacado partido porque estaba en otras batallas, en colocar su relato en los medios de comunicación, algo que se le da muy bien; en hacer ver que salían las cosas en las que ya llevábamos los demás trabajando un tiempo porque estaba Podemos dentro; en ganar las disputas internas y en apuntarse todos los tantos, incluso aquellas medidas sobre las que no tenía ninguna competencia ni ha aportado nada en todos estos meses”, reseña con amargura uno de los componentes más relevantes del Ejecutivo.

Un miembro del Gabinete argumenta sobre lo que podría suceder a partir de ahora: “Iglesias ha tenido clara esa estrategia desde el principio y yo dudo de qué hará Yolanda Díaz, porque no todos los ministros de Podemos han sido iguales, pero ella, si al final es candidata a presidenta frente a Sánchez, también necesitará desmarcarse”. En ese sentido se da por seguro que la estrategia de confrontación entre ese sector de Podemos y la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, continuará sin solución todo el mandato.

El interlocutor del PP en los ásperos duelos dialécticos en el Congreso, Teodoro García Egea, tampoco expresa ninguna nostalgia por la marcha de Iglesias al que en la última refriega, el miércoles pasado, le soltó: “Ha sido un placer debatir con usted, pero tanta paz lleve como descanso deja”. Iglesias, que siempre le llama “don Teodoro” y hasta ha imitado su acento murciano, le replicó con la amenaza de una querella porque le culpa, muy poco indirectamente, de haber comprado con maletines a los tres tránsfugas de Cs que hicieron fracasar la moción de censura de Murcia. García Egea, número dos popular, que le ha formulado en el último ejercicio 25 preguntas de control, solo acepta una cosa positiva de su rival: “Es un parlamentario rocoso”.

Macarena Olona, de Vox, que admite haberse dejado la piel en todas sus confrontaciones, no le concede ninguna virtud a Iglesias y remacha: “Nunca ha sido suficiente lo que le dije para lo que merecía”. Iglesias llegó a responder así a Olona: “Caballero retado, me toca elegir las armas: la palabra” y luego despachó a Vox como “el partido de la patada en el culo”. Olona no se calló: “En Vox las patadas en el culo las damos con la ley en la mano”.

Eso sí, Olona, Egea y otros adversarios, como el propio Pablo Casado, llamaron a Iglesias para interesarse por la salud de sus bebés, cuando nacieron prematuramente. Y Gabriel Rufián, de ERC, comió con él para resolver una época de extraña falta de entendimiento. Se vieron una noche con sus parejas en la función de teatro Putas, de Carmen Machi. Rufián se olvidó allí una bufanda, Iglesias la recogió, se la devolvió y aprovecharon para quedar y hablar de todo: “La conexión política y personal es ahora buena, pero nosotros no necesitamos a Podemos para nuestra interlocución directa con el PSOE”. La nueva portavoz de JuntsxCat en la Cámara, Miriam Nogueras, discrepa y es casi la única que confiesa que echarán de menos al líder de Podemos: “Su abandono constata el fracaso y la rendición del Gobierno central para intentar solventar el problema político de Cataluña desde soluciones políticas, porque era el único que lo entendía y ahora ha optado por la vía de intentar salvar al menos a su partido en Madrid”.

Ni desde el grupo parlamentario socialista ni desde Más País, que dirige Íñigo Errejón, confundador con Iglesias de Podemos, han querido comentar nada sobre la trayectoria política del líder de esa formación.

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Sobre la firma

Javier Casqueiro
Es corresponsal político de EL PAÍS, donde lleva más de 30 años especializado en este tipo de información con distintas responsabilidades. Fue corresponsal diplomático, vivió en Washington y Rabat, se encargó del área Nacional en Cuatro y CNN+. Y en la prehistoria trabajó seis años en La Voz de Galicia. Colabora en tertulias de radio y televisión.

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