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El 86% de los españoles cree que la crispación daña la gestión de la pandemia

Tres de cada cuatro españoles considera que el debate público se ha deteriorado en los últimos años, según una encuesta de 40dB. para EL PAÍS

Elsa García de Blas
El líder de Vox, Santiago Abascal, participa en una manifestación contra la eutanasia esta pasada semana frente al Congreso de los Diputados en Madrid.
El líder de Vox, Santiago Abascal, participa en una manifestación contra la eutanasia esta pasada semana frente al Congreso de los Diputados en Madrid.Andrea Comas

Los españoles trazan un diagnóstico catastrófico del estado de la discusión pública en el país. Para el 80%, la política española está dominada por la crispación, es poco o nada respetuosa, es de mala calidad y no se centra en lo importante. Los datos que arroja una encuesta de 40dB. para EL PAÍS revelan, además, que hasta un 86% de los ciudadanos considera que ese enfrentamiento entre los políticos está perjudicando un asunto tan sensible como la gestión de la pandemia.

Una amplia mayoría de los españoles describe el debate político plagado de mentiras, descalificaciones, insultos y gritos, según el sondeo de 40dB., realizado con 2.000 entrevistas online entre el 2 y el 9 de diciembre pasados. A consecuencia de ello, la consideración que la ciudadanía tiene de cómo se relacionan sus representantes es tirando a nefasta. Y va a peor. Para el 74%, la discusión pública ha empeorado en los últimos años, y casi los mismos opinan que la división entre izquierda y derecha es cada vez mayor.

Los políticos españoles no han sido capaces de firmar una tregua durante lo peor de la crisis sanitaria. Desde el comienzo de la emergencia se repitieron los choques en el Congreso de los Diputados y entre las Administraciones, para rechazo de los ciudadanos. No es solo que la ciudadanía perciba negativamente el conflicto, sino que, además, cree que tiene consecuencias graves. Para el 86%, el enfrentamiento político ha provocado que se gestione peor la crisis sanitaria en España, un país que se encuentra entre los 10 con mayores cifras de fallecidos por el coronavirus. Y más de ocho de cada 10 encuestados considera, además, que lastra la recuperación económica, la convivencia, la calidad de la democracia, la imagen internacional del país y la confianza ciudadana en las instituciones. El rechazo es total.

Los partidos se han entregado a la refriega y la pregunta que cabría hacerse es si lo hacen por una demanda social. Según el sondeo, nada más lejos: los votantes no piden esas posiciones rígidas. Al contrario, hasta un 82% valora que sus representantes traten de acercar posiciones ante los desacuerdos. Y esa voluntad es, además, transversal. La comparten casi ocho de cada diez votantes de Vox, y casi nueve de cada diez de los del PP, a pesar de que estos partidos han desplegado una estrategia de oposición frontal al Gobierno de coalición progresista.

La encuesta ayuda a definir la batalla política como un fenómeno sobre todo nacional, más que autonómico. La mayoría señala a los líderes nacionales como los principales responsables, mucho menos a los autonómicos, y también hace partícipe a los medios de comunicación.

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Ahora bien, los españoles no apuntan como culpables de la degradación del debate político a todos los partidos por igual. Creen que Vox (28%) y Unidas Podemos (25%) son los que más contribuyen al deterioro de la discusión pública, a bastante distancia del PP y del PSOE, con el mismo porcentaje (7%). A la vez, avanza un movimiento antipolítico que los culpa a todos por igual (20%). La formación que se salva es Ciudadanos: la voluntad pactista de Inés Arrimadas durante los meses de pandemia es valorada y ha sacado a Cs del frente de los crispadores, donde hace unos años era uno de los principales actores.

El análisis muy negativo sobre la política se traslada también a los líderes, que no salen bien parados. Santiago Abascal y Pablo Iglesias aparecen como los más identificados con las descalificaciones, los insultos y los gritos. El vicepresidente segundo, a diferencia del líder de Vox, es reconocido al menos por usar un lenguaje respetuoso con las minorías. El presidente socialista, Pedro Sánchez, según el sondeo, tiene un problema con las mentiras, porque es el líder al que más se asocia con estas. Sin embargo, es visto como el más capaz de acercar posiciones —seguido de Inés Arrimadas— y de admitir errores. Y es el que más sabe de lo que habla, para la mayoría.

La crispación política no es un fenómeno nuevo en España. Históricamente, se ha disparado coincidiendo con los periodos en los que la izquierda ha estado en el poder: sucedió, agitada por el PP, en la última etapa del Gobierno de Felipe González y también al final del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. La novedad ahora es que está acompañada de una alta polarización —de distancia entre unos y otros— y que empieza a trasladarse a la sociedad. El sondeo de 40dB. está concebido como un estudio espejo: por un lado, analiza cómo ven los españoles el debate político, y por otro, trata de ver si en la población ocurre algo parecido.

El barómetro confirma la sensación de que la sociedad también está tensionada. Se percibe en las redes sociales y en los chats de WhatsApp, que han hervido durante la pandemia. Siete de cada diez españoles, según la encuesta, observa una brecha mayor que hace unos años entre progresistas y conservadores.

El sondeo revela que en España se habla mucho de política (la mitad lo hace frecuentemente) y, aunque en general las charlas son respetuosas, los que hablan de política con frecuencia reconocen que un 30% de sus conversaciones son crispadas. Los votantes de Vox son los que más tienen discusiones agitadas. Y el coronavirus, el tema sobre el que más se discute.

La mayoría asegura que le es indiferente hablar con los que no piensan como ellos, pero quienes suelen hablar con gente de otras ideologías han terminado presenciando gritos un 30% de las veces, y descalificaciones e insultos, un 36%. La polarización avanza y se comprueba en que hasta un 44% de españoles dice que no se sentaría a tomar algo con un militante de Vox, un 40% no lo haría con un militante independentista y un 38% tampoco con uno de UP.

Las dos Españas se ven cada vez más distantes. Para la izquierda, la derecha es sobre todo intolerante. Y para la derecha, la izquierda es antipatriota. La brecha se agranda en la política y en la sociedad, con consecuencias impredecibles.

La inmensa mayoría quiere que los políticos acuerden

La política discurre por un camino y la ciudadanía, por otro. Los españoles no piden que sus representantes estén a la gresca, sino al contrario: desearían que llegaran a acuerdos entre diferentes. Hasta un 82,4% valora como muy o bastante importante que los políticos traten de acercar sus posiciones ante los desacuerdos, según la encuesta.

Este deseo es, además, transversal: lo comparte el electorado de los principales partidos, también el de los que están en posiciones más escoradas, como Vox o Unidas Podemos. Los votantes de los partidos de izquierda son algo más propicios al acuerdo que los de la derecha, pero todos se mueven en porcentajes muy altos de voluntad de pacto.

Entre los votantes del PSOE, el deseo de acuerdo alcanza al 89%, y entre los de Unidas Podemos, al 88%. Pero los electores del PP también están muy cerca de estas posiciones: hasta un 87% valora que se intente el consenso. Le siguen los de Ciudadanos, con un 84% favorables al acuerdo, y los últimos, los de Vox, que llegan al 80%. Según estos datos, la brecha entre algunas posiciones políticas y lo que piensan los votantes es enorme: el partido de extrema derecha, por ejemplo, no ha llegado a ningún acuerdo desde que logró representación parlamentaria. Las cifras también ofrecen un incentivo al PP para desbloquear la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que lleva dos años con el mandato caducado.

Los ciudadanos tienen claro qué líderes políticos contribuyen más a la crispación. Los señalados son Santiago Abascal, líder de Vox, y Pablo Iglesias, vicepresidente segundo y líder de Unidas Podemos, aunque gana el político ultraderechista.

El 33% de los encuestados apunta al líder de Vox como el político que más descalificaciones personales e insultos profiere, y el 23% dice que es el que más grita. Al líder de Unidas Podemos lo señala como el que más descalificaciones lanza el 27%, y como el que más grita, el 18%. Pedro Sánchez, Pablo Casado e Inés Arrimadas aparecen a mucha distancia de ellos como principales responsables de la crispación, pero sí hay un porcentaje del 25% que dice que todos gritan por igual y un 15% que cree que todos se descalifican por igual.

La imagen del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aparece con varias caras, con atributos negativos y positivos. Así, se le define como el político que más miente —un 24% lo considera así—, pero también como el que es más capaz de acercar posiciones sobre los desacuerdos (para el 16%) y reconocer errores (para el 10%), y como el que más conocimientos sólidos tiene (para el 12%). Además, es el que utiliza un lenguaje más respetuoso con las minorías, después de Pablo Iglesias, el más reconocido por esto.

La derecha ve a la izquierda antipatriota

¿Cómo se ven la izquierda y la derecha entre sí en España? Mal, muy mal. Los progresistas y los conservadores se atribuyen rasgos muy negativos mutuamente. Para los ciudadanos de izquierdas, la derecha es, sobre todo, intolerante; y para los de derechas, la izquierda es antipatriota. Es la polarización: la distancia, cada vez mayor, entre unos y otros. El sondeo muestra que los de derechas tienen una peor opinión de la izquierda que lo que sucede al contrario.

Los conservadores —los que se autoubican entre el 6 y el 10 en la escala ideológica, siendo 0 extrema izquierda y 10 la extrema derecha— creen, en un 74%, que la izquierda es antipatriota, según la encuesta. El 72% define a la izquierda como intolerante, y el 70% como antidemocrática. Para un 64%, es, además, inmoral. Al revés, los progresistas —los que se autoubican entre el 0 y el 4 en la escala ideológica— apuestan sobre todo por definir a la derecha —un 82% lo hace así— como intolerante. Para el 61% es inmoral, para el 60% es antidemocrática y para el 39% es antipatriota.

Los datos son llamativos, porque la mayoría de los conservadores y de los progresistas ven antidemócratas a los otros, es decir, creen que no respetan las reglas de juego. Además, su rechazo mutuo llega hasta el plano moral: el otro no tiene ni valores. La derecha ve peor a la izquierda que al revés porque los porcentajes son mayores en los calificativos negativos, y porque la izquierda al menos sí concede a la derecha de forma mayoritaria que es patriota. Los ciudadanos de centro —los que se autoubican en el 5 en la escala o dicen que no tienen ideología— ven peor a la izquierda que a la derecha.

El sondeo muestra que la sociedad no está tan crispada como la política, pero sí empieza a estar también bastante dividida. Siete de cada diez españoles creen que hay más fractura ideológica que hace unos años. Esto se percibe muy bien en las respuestas a la pregunta de con quién estaría dispuesto a quedar para tomarse algo. Los votantes de Vox y los de Unidas Podemos son los que más rechazo se tienen entre sí: el 70% de los votantes de la extrema derecha dice que no se tomaría algo con un militante del partido de Pablo Iglesias. Al revés ocurre parecido: el 79% de los votantes de Unidas Podemos no se iría de cañas con un militante de Vox. Pero el rechazo es bastante importante también entre los votantes del PSOE y del PP. El 37% de los socialistas no quedaría con uno del PP, y el 41% de los populares tampoco con alguien del PSOE.

La sociedad se divide con los mismos temas que los políticos: destaca por encima del conflicto catalán o la memoria histórica, la discusión sobre el coronavirus. La crisis sanitaria, a pesar de ser una cuestión que en principio es más técnica que ideológica, tensiona mucho a los ciudadanos.

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Sobre la firma

Elsa García de Blas
Periodista política. Cubre la información del PP después de haber seguido los pasos de tres partidos (el PSOE, Unidas Podemos y Cs). La mayor parte de su carrera la ha desarrollado en EL PAÍS y la SER. Es licenciada en Derecho y en Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid y máster en periodismo de EL PAÍS. Colabora como analista en TVE.

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