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La peor crispación política en el peor momento

Políticos veteranos creen que el enfrentamiento es peor que el de tiempos de Aznar contra González

Anabel Díez
El líder de Vox, Santiago Abascal, y el líder del PP, Pablo Casado, durante el pleno de sesión de control al Gobierno el pasado miércoles.
El líder de Vox, Santiago Abascal, y el líder del PP, Pablo Casado, durante el pleno de sesión de control al Gobierno el pasado miércoles.Eduardo Parra (Europa Press)

El Congreso estaba de luto oficial el pasado miércoles, el primero de diez días para todas las instituciones del Estado. Un sobrio y breve discurso de la presidenta de la Cámara baja, la socialista Meritxell Batet, de negro riguroso, expresaba el pesar de los representantes de los ciudadanos por los estragos en vidas humanas de la covid-19 y el agradecimiento a quienes trabajan sin descanso para atajar a enfermedad. Batet habló de superación, esfuerzo y dedicación a los ciudadanos. Pero enseguida se comprobó que la pandemia y el luto no lograrían una tregua en el enfrentamiento político. Más bien al contrario: lo han hecho crecer sin parar.

La escalada en la crispación crece desaforada, sin que nadie logre ponerle fin, con casi 30.000 vidas humanas perdidas y una devastadora crisis económica en el horizonte. En medio de la bronca, la renovación de las instituciones en situación de interinidad y las reformas tan reclamadas desde hace tiempo han quedado sepultadas. Todos reconocen el enconamiento, pero culpan al adversario. Y nadie transmite alguna esperanza de que vaya a cambiar el clima en el Parlamento, en tanto que el social se enrarece y se envenena. Este cuadro tenebroso lo pintan interlocutores de los partidos y del Gobierno, así como políticos con mucha experiencia que ya no están en primera fila.

Este es el peor momento de crispación política de la democracia, al menos desde el 23-F, admiten los consultados. Se mira a los años noventa y a José María Aznar, con su descarnada oposición al Gobierno de Felipe González, cuando los asesinatos de ETA se ponían en el debe de los socialistas. También las víctimas del terrorismo y las víctimas se arrojaron contra José Luis Rodríguez Zapatero. Y después, llegó la feroz crisis económica y su secuela de recortes. “Ahora el enfrentamiento político es peor porque se produce mientras mueren miles de compatriotas y el país caerá en un grave crisis económica y social”. Esta apreciación de un exministro la comparten dirigentes del Gobierno y de la oposición. Pero la culpa siempre es del otro.

El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, y el presidente de la Comisión para la Reconstrucción Social y Económica, Patxi López, al inicio de la comparecencia del primero este jueves ante dicha comisión creada en el Congreso que intentará consensuar las medidas a poner en marcha tras la pandemia. En vídeo, Iglesias acusa a Vox de querer dar un golpe de Estado. Foto: EPV | Vídeo: SEBASTIÁN MARISCAL / EFE / POOL

Estupor y tristeza han causado algunos de los comportamientos habidos en las dos últimas semanas en el Congreso. Batet les ha dado un toque de atención, pero el clima se encanalla cada vez más, como se viene comprobando cada semana en el Congreso, con ruidoso rugir de tambores en las dos últimas. El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, ha tenido un papel estelar, así como la portavoz parlamentaria del PP, Cayetana Álvarez de Toledo. Pero ha habido otros actores, como los parlamentarios de Vox, y, de nuevo, Iglesias acusando a la formación de Santiago Abascal de querer perpetrar un golpe de Estado, además de preguntar en alto si el PP llama a la insubordinación de la Guardia Civil. Del lado popular, Álvarez de Toledo afirmó que el padre de Iglesias es un terrorista, después de que él insistiera en llamarla marquesa y no por su nombre o con él y tratamiento de señoría. La semana anterior, la presidenta del Congreso pidió al líder del PP, Pablo Casado, que terminara su intervención al haber sobrepasado largamente su tiempo. Ni siquiera le respondió. Y así hasta cuatro requerimientos. Los usos habituales conducen a que el orador use el recurso : “Voy terminando, presidenta”. Nada, como si no la escuchara.

Cayetana Álvarez de Toledo interviene en el pleno de control al Gobierno centrado en las medidas post-COVID 19. En vídeo, los momentos más tensos de la comparecencia de la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados.Foto: EPV | Vídeo: EDUARDO PARRA / EUROPA PRESS
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Batet se mostró este sábado muy preocupada por la deriva de este tipo de comportamientos. “Me preocupa mucho porque, en momentos de crisis, los ciudadanos buscan soluciones, ideas y ejemplaridad y tengo la sensación de que no las están encontrando. Esa confrontación y ese enfrentamiento desmoralizan, distancian y generan crispación y pérdida de confianza en la institución", afirmó al programa Parlamento de RNE. La semana pasada, la presidenta pidió a Álvarez de Toledo que retirara la expresión dirigida al padre de Iglesias. No lo hizo, pero Batet, en uso de sus facultades, lo ordenó. Esto no significa que desaparezca del Diario de Sesiones sino que la frase en cuestión queda entre corchetes. Cuando Batet anunció su decisión, se escuchó a la portavoz de Grupo Popular decir: “No, ¿por qué”, en tanto que dos miembros de la Mesa, la vicepresidenta segunda, Ana Pastor, del PP, e Ignacio Gil Lázaro de Vox, la abandonaban.

En la Presidencia de la Cámara causa disgusto que la propia Mesa, el órgano de gobierno y arbitraje, se vea implicada en los rifirrafes. Fuentes de la Presidencia insisten: “Los ciudadanos quieren ver a sus representantes como referentes de conducta. Y en estos momentos el nivel de las sesiones no es aceptable”. La preocupación también alcanza al Gobierno y al PP. Con sordina, en los dos ámbitos se ha criticado a Iglesias y a Álvarez de Toledo. La oposición sin cuartel a Pedro Sánchez y a sus ministros es asumida por toda la cúpula del PP, pero algunos reconocen que no hay que desviar la atención. Y tanto se desvía que la semana pasada hubo preguntas e interpelaciones en las que la pandemia era un asunto colateral. Las preguntas de la próxima semana inciden en el asedio al Gobierno por su gestión. Y así continuará durante el verano, ya que habrá sesiones todo el mes de julio.

“Odio y envenenamiento”, son palabras que se escuchan en los interlocutores consultados como advertencia al peligro de que la crispación política derive en enfrentamiento social. No todos tienen el mismo grado de protagonismo en la bronca. El Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, y el PP y Vox del otro lado, están en primera línea. Ciudadanos busca su espacio apostando ahora por recuperar la moderación, mientras que independentistas y nacionalistas, sin apearse de sus demandas territoriales, juegan en el espacio nacional con papeles imprescindibles para que el Gobierno logre salvar sus urgencias. Ahora, todas ellas relacionadas con las prórrogas del estado de alarma. El próximo miércoles, el Ejecutivo pedirá la sexta prórroga y ya tiene asegurado el apoyo del PNV y la abstención de ERC.

Hasta ahora, el Ejecutivo va salvando las votaciones con apuros y conserva el mando, pero al precio de soportar la erosión a la que se ve sometido por el PP y Vox, en un ambiente de enorme crispación. Al Gobierno le esperan en la calle y en los tribunales. Está ya avisado. El PP no aflojará, porque en breve llegará la crisis económica y los populares están convencidos de que será la puntilla para el Gobierno. En el principal partido de la oposición alegan que el Ejecutivo ha facilitado su desapego por la resistencia de Sánchez a cortejar a Casado.

El PSOE defiende el Gobierno de coalición, a pesar de los problemas con Podemos. Nadie escucha los vaticinios de los que están seguros de que Iglesias romperá cuando lleguen las imposiciones de Bruselas. Es pronto para hablar de ruptura, sostienen fuentes socialistas. El Gobierno atiende a los estudios sociológicos, que circunscriben la crispación política sobre todo en Madrid. Pero esos mismo sondeos apuntan a que el miedo a la crisis económica sí que recorre toda España.

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Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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