Los partidos celebran la Constitución entre acusaciones mutuas de atacarla
Casado dice que “los enemigos de la nación están en el Gobierno” y el Ejecutivo reprocha al PP el bloqueo del Poder Judicial
El bronco clima de la política española ya lo impregna todo, incluida la celebración del Día de la Constitución. Con la ausencia habitual de los nacionalistas, la conmemoración en el Congreso de los Diputados del 42º aniversario de la Ley Fundamental reunió este domingo a los principales partidos de ámbito nacional, al Gobierno, a la oposición y a representantes de las comunidades autónomas, en un ambiente cargado de reproches. Todos se acusan mutuamente de atacar la Constitución: la derecha sostiene sin matices que “los enemigos de la nación están dentro del Gobierno” -según coinciden PP y Vox- y los partidos en el poder recriminan a la oposición el bloqueo del Poder Judicial contra el procedimiento previsto en la ley de leyes.
En este clima, la presidenta del Congreso, la socialista Meritxell Batet, intentó el enésimo llamamiento a reducir la tensión entre los partidos. Sostuvo que la política no consiste en un “enfrentamiento constante e incondicional”, alertó del peligro de “considerar al adversario como enemigo” y defendió que los partidos no deben ser solo ”instrumentos de la lucha electoral” sino “herramientas de la actuación institucional, del diálogo plural y del acuerdo”. La presidenta pidió con mucho énfasis que nadie “se apropie” de la Constitución como una “bandera partidista”. Ninguno de los políticos presentes se dio por aludido, o al menos, así lo admitió en las posteriores charlas informales con los periodistas.
A Batet la escuchaban el Gobierno en pleno, la oposición y nueve presidentes autonómicos -todos los del PP y los socialistas de Canarias, Extremadura, Navarra y La Rioja-, de pie y con distancia de seguridad entre ellos, en medio de la Carrera de San Jerónimo, frente al palacio de las Cortes, donde se celebró el acto al aire libre para respetar las normas sanitarias. Concluida la celebración, el presidente y el líder de la oposición ni llegaron a saludarse. Sánchez sí charló con algunos barones del PP, como el gallego Alberto Núñez Feijóo o el andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla. “A mí no se me ha acercado”, se limitó a explicar Casado.
Antes del acto, en el clásico desfile ante los micrófonos de los periodistas en el patio del Congreso, las palabras no fueron ni de lejos las de un día de solemnidad y contención institucional. El aluvión de recriminaciones que se escuchan a diario dentro de la Cámara Baja se repitió de forma inevitable en la fría mañana del domingo madrileño. En una brevísima comparecencia sin preguntas, el presidente del Ejecutivo mantuvo un tono más institucional. Calificó la Constitución como “el mayor logro colectivo de los españoles” y aprovechó para defender dos de las más señaladas actuaciones de su Ejecutivo este año: la declaración del estado de alarma, “un procedimiento constitucional que salva vidas”, y los recién aprobados Presupuestos para 2021, porque “elevan a la máxima categoría el alma social de la Constitución”. Con un recado final: “De la Constitución hay que cumplir todos los artículos, del primero al último”, la forma sutil que ha elegido Sánchez últimamente para presionar al PP a negociar la renovación del Poder Judicial.
El portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique, fue más preciso al referirse al artículo de la Constitución que, según los partidos coaligados en el Gobierno, el PP está vulnerando con su bloqueo: el 122, que establece el mecanismo de nombramiento de los miembros del Poder Judicial. Echenique llegó con un mensaje nítido: “La Constitución está bajo asedio de dos quintos del Congreso”, es decir, de los 88 diputados del PP y los 52 de Vox. El primero por querer controlar la justicia para “proteger a dirigentes implicados en corrupción” y el segundo porque “defiende que los Gobiernos de la dictadura fueron mejores que el Gobierno democrático actual”.
Casado compareció con una llamada a recuperar la “moderación” que permitió en 1978 sacar adelante la Ley Fundamental y que él opuso a la “radicalidad” del Ejecutivo actual. Y de inmediato pasó a la ofensiva: sostuvo -y lo repitió luego en una conversación informal con los periodistas- que “los enemigos de la nación están dentro del Gobierno” y se mostró de acuerdo con unas palabras anteriores de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, quien había denunciado “movimientos internos dentro del Ejecutivo para derrocar la Constitución”. El líder del PP justificó esta afirmación por los posicionamientos republicanos de los miembros de Unidas Podemos en el Gobierno.
No faltó la sempiterna alusión a ETA. Además de a los que han sufrido la pandemia, Casado quiso recordar a las víctimas del terrorismo, que “asisten con estupefacción a los pactos con Bildu” y a los catalanes opuestos al independentismo. En su conversación posterior con los periodistas, se mantuvo en en que su partido no negociará con el Ejecutivo sobre el Poder Judicial si el PSOE insiste en darle puestos a personas de Unidas Podemos.
Vox compartió el diagnóstico -”los enemigos de España están en el Gobierno”- y añadió otra consideración: “Este es el peor Gobierno de la historia de España”, dijo Iván Espinosa de los Monteros. Cuando se le preguntó si no es incoherente defender la Constitución y situar a un Ejecutivo democrático por debajo de una dictadura, Espinosa de los Monteros ni se inmutó: “Nunca en la historia de España ha estado al frente un Gobierno que haya puesto tan en peligro los valores constitucionales de unidad, libertad, justicia y pluralismo político”.
En el año de la pandemia, no podía faltar en el acto una representación del personal sanitario, al que Batet dedicó palabras emocionadas y agradeció “haber ido más allá de la profesionalidad”. La presidenta del Congreso se refirió a los demás “servidores públicos”, a los maestros, a los que trabajan con dependientes y con mujeres maltratadas, a las fuerzas de seguridad, todos esos, destacó, cuya labor en la crisis de los últimos meses “nos une y refuerza como sociedad”. “Es vuestro día”, sentenció Batet. Para los partidos fue más bien un día como otro cualquiera, presidido por la rutina de la bronca y del catastrofismo.
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