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Los votos apagan el ruido

La presión sobre el Gobierno ha logrado el efecto contrario: un apoyo superior al de la mayoría absoluta de Rajoy

Pedro Sanchez, Presidente del Gobierno, y Maria Jesus Montero, ministra de Hacienda, se saludan durante el pleno de presupuestos en el Congreso de los Diputados, en Madrid, el 3 de diciembre de 2020. Foto: Angel Navarrete/Pool
Pedro Sanchez, Presidente del Gobierno, y Maria Jesus Montero, ministra de Hacienda, se saludan durante el pleno de presupuestos en el Congreso de los Diputados, en Madrid, el 3 de diciembre de 2020. Foto: Angel Navarrete/PoolÁngel Navarrete (Pool)
Carlos E. Cué

Hace dos años y medio, en la última aprobación de unos Presupuestos en el Congreso, el Gobierno del PP estaba de fiesta. Mariano Rajoy y su equipo negociador, con Soraya Sáenz de Santamaría a la cabeza, creían haber salvado la legislatura. Se veían con dos años tranquilos por delante después de sacar las Cuentas con Ciudadanos y el PNV, que le daban justo los 176 escaños que necesitaban. Después de una pequeña celebración en la zona de Gobierno del Congreso, Rajoy se fue a La Moncloa agotado pero exultante, ya de noche. Sáenz de Santamaría y el núcleo duro de los marianistas se fueron a un bar cerca del Congreso a seguir la fiesta. Una semana después, una moción de censura les echó del Gobierno.

Dos años y medio después, con unos Presupuestos casi aprobados —falta el trámite del Senado, pero nadie espera sorpresas— la discreción era la norma entre los miembros del Gobierno y sus apoyos. Tras los aplausos en el hemiciclo, Pedro Sánchez se fue del Congreso sin decir una palabra. Ni siquiera contestó cuando la prensa le preguntó si estaba contento tras obtener más apoyo que las Cuentas de Cristóbal Montoro de 2018 —de 176 apoyos se ha pasado a un refrendo a los distintos capítulos del Presupuesto, que se votan por separado, de entre 187 y 189 síes.—. Hubo celebraciones privadas, pero muy discretas. Algunos incluso recordaban lo que le pasó a Rajoy en 2018 como justificación para no dar nada por hecho. La pandemia y la crisis tampoco dan para alegrías y menos públicas. Se percibe una cierta sensación incluso de incredulidad en el propio Gobierno. “Si nos dicen esto hace unos meses, no nos lo creemos”, repiten los ministros.

Esa sorpresa viene del ambiente político español, cada vez más encarnizado, y alcanza incluso a los propios negociadores, con María Jesús Montero a la cabeza, que llevan semanas cuadrando un sudoku imposible para intentar llegar a 200 votos, el número soñado si hubiera entrado Ciudadanos. En medio del ambiente destituyente de una parte de la derecha que deslegitima permanentemente al Gobierno, el Ejecutivo ha obtenido un respaldo superior al de las últimas mayorías absolutas que conoció España, las de Mariano Rajoy —los Presupuestos de 2016 se aprobaron con 186 votos, los del PP y UPN—.

Ese ruido ensordecedor que sufre el Gobierno tanto en la esfera pública como en la privada —cada vez es más difícil para los ministros más conocidos acudir a un restaurante o pasear sin vivir momentos de tensión con algún ciudadano, especialmente en Madrid— contrasta con el silencio que dejó la votación. Los 188 apoyos son una señal muy evidente de que la mayoría es muy amplia, y por tanto el escenario de agotar la legislatura no es solo un deseo, sino una posibilidad muy real. Gabriel Rufián, siempre dado a la hipérbole pero con gran habilidad para resumir el momento político, incluso habló de “nueva era“, mientras la socialista Adriana Lastra concluía que “hay Gobierno de coalición para muchos años”.

Hay que remontarse a los años de Zapatero, cuando se popularizó el término de “geometría variable” y se lograron pactos con muchos grupos muy diferentes, para encontrar votaciones de Presupuestos por encima de estos 188 diputados. Y es precisamente Zapatero uno de los que más apoyan esta nueva línea de Pedro Sánchez, frente a las dudas del otro expresidente socialista, Felipe González. También entonces, con Zapatero, el ruido de la oposición era ensordecedor, con manifestaciones constantes en la calle contra la negociación con ETA. Ese ruido, concentrado entonces también en Madrid, acabó reforzando al PSOE, que venció en 2008 con más fuerza que en 2004. Muchas cosas recuerdan a aquellos años.

Solo ese ruido y la voluntad de consolidar el Gobierno de coalición, además de la posibilidad de que hubiera una alternativa con Ciudadanos, pueden explicar que partidos como ERC o Bildu hayan votado a favor incluso de las secciones de Defensa y de Casa Real de estos Presupuestos. Una vez más, la sobreactuación de la oposición de la derecha se vuelve contra sus propios intereses.

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El Gobierno, después de meses durísimos de pandemia y crisis y aún con un horizonte económico muy complicado por delante, está políticamente mucho más fuerte de lo que se podía esperar. Cualquier ataque o tensión interna se difumina frente a esos 188 votos a favor de 11 partidos que muestran que una parte de España muy relevante, casi imprescindible para gobernar en los próximos años si sigue el fraccionamiento del Congreso, ha optado por implicarse en la gobernabilidad.

Si todo este giro se consolida en las elecciones catalanas, el Gobierno podrá despejar definitivamente todos los fantasmas del dramático final de Rajoy solo una semana después de aprobar sus últimos Presupuestos. De hecho, Sánchez tiene una enorme ventaja frente a su antecesor: enfrente no tiene ninguna mayoría alternativa que pueda presentar una moción de censura viable. Y mientras el PP no resuelva el problema de la reagrupación de la derecha y pueda tejer alianzas también con algunos nacionalistas, como hicieron Rajoy y Aznar, ese escenario parece muy lejano.

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