Un año después, Ciudadanos pelea por levantar el vuelo
Arrimadas afronta malestar interno por su cambio de rumbo tras la dimisión de Rivera
Albert Rivera ha pasado de ser omnipresente en las paredes de la sede de Ciudadanos a convertirse en una figura testimonial en alguna fotografía junto a Inés Arrimadas. Frente a los gigantescos retratos de Rivera que adornaban las oficinas del partido en la calle Alcalá de Madrid, casi siempre solo —con el tiempo los redujeron de tamaño—, la nueva líder ha optado por imágenes corales de la ejecutiva. Ciudadanos ha pasado página, un año después del batacazo electoral que le hundió de 57 a 10 diputados. Ha superado el duelo por la traumática dimisión de su presidente fundador, y eso que aquella mañana del 11 de noviembre de 2019 había velatorios más alegres que la sede de Cs. Sin embargo, doce meses después, el partido aún pelea por levantar el vuelo mientras aflora un malestar interno contra el núcleo de Arrimadas y su estrategia. De forma paradójica, tras su muerte política cobra fuerza la visión de Rivera contra los acuerdos con el PSOE.
La nueva líder no se caracteriza por el personalismo de su predecesor, pero las críticas por falta de debate interno siguen presentes. “La ejecutiva funciona como un bloque. Siguen existiendo las dinámicas de cesarismo, pero es lo que decidió la gente”, afirma Francisco Igea, rival de Arrimadas en las primarias por el liderazgo. Otros dirigentes que apoyaron a Arrimadas lamentan en privado que el comité ejecutivo (la dirección ampliada) no se haya reunido para la decisión sobre el estado de alarma de seis meses o la negociación de los Presupuestos Generales, asuntos ambos sobre los que hay dudas internas.
Cs funciona con una ejecutiva permanente muy reducida, de solo seis miembros frente a los 16 que se sentaban en la de Rivera. “No hemos cambiado en eso. Los que dicen que las decisiones las toman ahora cuatro, pues a lo mejor antes las tomaba uno, dos, tres o cuatro. Que a alguien le gustaría estar en la toma de decisiones y no esté es humano, pero esto es lo más operativo”, defiende el vicesecretario general, Carlos Cuadrado, mano derecha de Arrimadas.
El partido se enfrenta a un goteo de bajas que empañan los esfuerzos de la cúpula para reflotar la nave. Xavier Pericay, uno de los intelectuales que fundaron Cs, la exdiputada Patricia Reyes y los exparlamentarios Orlena de Miguel y Saúl Ramírez han roto sus carnés de militantes recientemente. En los primeros meses de los ocho que lleva Arrimadas como líder se desvincularon Juan Carlos Girauta, exportavoz parlamentario; Carina Mejías, excandidata a la alcaldía de Barcelona; y Marcos de Quinto, la baja más sonada porque formaba parte de la permanente y renunció a su escaño.
“Ahora mismo me siento políticamente huérfana”, lamenta una de las dirigentes que han salido y que prefiere mantener el anonimato. “En muchas cosas yo podía sentirme más cerca del PSOE que del PP, pero ahora no entiendo lo que están haciendo mis excompañeros, apoyando un estado de alarma que es inconstitucional”, explica. En la misma línea se manifiesta el resto. Juan Carlos Girauta es el más duro. “Cs hoy no guarda ninguna relación con lo que era. Basta un ejemplo: el Cs de verdad nunca se habría reunido con el Gobierno para negociar los Presupuestos cuando el PSOE y UP acaban de aprobar que el castellano desaparezca como lengua vehicular en la escuela”. Arrimadas ha cargado contra la “infamia” de esa reforma, pero en la dirección lo desvinculan de la negociación de los Presupuestos porque, aseguran, es una “trampa para que Cs se levante de la mesa”.
En el grupo parlamentario también hay dudas. Algunos diputados se quejan de haberse enterado de que votarían a favor del último estado de alarma “diez minutos antes de que lo dijera Inés en la tribuna, por un mensaje en el chat del grupo, sin debate”. La diputada Marta Martín hizo pública después su discrepancia. Según fuentes parlamentarias, la votación de los Presupuestos también puede ser tensionada.
La dirección de Arrimadas defiende que negocia con el Gobierno para lograr avances que no arrancaría si solo hiciera oposición. Como la supresión de la subida al diésel en los Presupuestos, que según Cs el Ejecutivo se ha comprometido a eliminar. “Si me enfado más, no consigo nada. Exigiendo, no consigues. Negociando, consigues”, argumenta el vicesecretario general, que también responde que el comité ejecutivo se reunirá para tomar la decisión final sobre los Presupuestos.
La paradoja es que después de las críticas a la derechización de Rivera, a Arrimadas se le cuestione el viaje al centro y su mano tendida a los pactos con el PSOE. Incluso por aquellos que en la etapa anterior eran los más favorables a los acuerdos, como Igea, su principal rival interno, que también pide ahora “más contundencia” contra el Gobierno. El exdirigente Toni Roldán, la dimisión más sonada de la ejecutiva de Rivera, valora que Cs “ha dejado de ser un partido dogmático”, pero ve una cierta “descapitalización” del partido. “No entiendo cómo un economista tan prestigioso como Luis Garicano no forma parte del equipo para los Presupuestos”, apunta.
La amenaza de conflicto interno y la pérdida de protagonismo son los principales riesgos de Ciudadanos un año después de tocar fondo. Preocupa también el giro centrista del PP. La ventaja, en cambio, es que no hay elecciones generales a la vista. El entorno de Arrimadas esgrime que superaron un congreso que abrió al partido en canal, que resistieron económicamente manteniendo la sede y los trabajadores sin hacer un ERE, gracias al superávit en las cuentas, y que se recuperan poco a poco en las encuestas. Según el último CIS, la formación ronda el 8,8% de intención de voto, frente al 6,8% de las elecciones. Sí reconocen una caída fuerte de afiliación, cuya dimensión es un secreto bajo siete llaves.
Una maldición parece perseguir a los partidos de centro en España, que han ido pasando a mejor vida, como la extinta UCD, el CDS, el efímero Partido Reformista Democrático y UPyD. Cs defiende que su presencia en cuatro Gobiernos autonómicos y en alcaldías como la de la capital son en su caso unos “cimientos” sólidos. “Queremos ir consolidando el centro. Estamos a dos o tres puntos del 10-11%, una frontera en la que te vas a 25 diputados”, argumenta el vicesecretario general. Cs ha reajustado expectativas un año después en su intento de remontar el vuelo. La altura ya no es hacer a Rivera presidente, sino tratar de convertirse en un partido bisagra decisivo.
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